jueves, 16 de diciembre de 2010

Imaginario



Hacer viajes astrales, tener sueños premonitorios, usar la telepatía para comunicarse, decir palabras oportunas en el momento adecuado sin saber qué le ocurre a la persona, reencontrar el amor antiguo después de 15 años de ausencia, sentir las energías o la presencia de seres imaginarios podría parecer una locura, pero hablar de un estado de locura donde la conciencia hace caso al subconsciente para aprovechar cada instante de la vida o transitar a otro plano que no es físico, parece un caso extraño en la sociedad.

Comprender que no todo funciona netamente mental, cambia la percepción visual.


Es algo similar a la vida del cangrejo ermitaño cuando muda de caracol para encontrar nueva cubierta acorde a su tamaño. Mudar de concha para seguir la búsqueda interior es algo que no todos los seres humanos se ocupan.

Quienes sí saben que en el camino encuentras personas extraordinarias con ideologías liberales, amigos incondicionales o pasajeros, también tropiezas con diablillos ansiosos en ver cómo tu fortaleza se debilita hasta verte caer. Ellos de alguna forma abren las puertas del autoconocimiento; son guías que te adentran a mundos distintos. Tú sólo los eliges o ignoras que existen.

En el plano terrenal no es tan difícil buscar el objeto perdido cuando se sabe cómo es.


Lo complicado es tratar de buscar algo que no conoces, saber que lo encuentras sin haberlo buscado o él te encontró a ti.

La vida está llena de causalidades –causa y efecto–. Conoces a un hombre o una mujer y tienes la sensación de haberla conocido años atrás, pero puede suceder lo contrario, tienes años viviendo con la persona y jamás han tenido un acercamiento espiritual. Cuántas parejas muertas hay en medio de tanta energía.

En la religión, rezar sirve para pensar que lo inexplicable será resuelto por Dios. Aunque indiscutiblemente haya parte de verdad, a veces habitan dentro de casa fantasmas o seres imaginarios.

Nadie de la familia creía la versión de Andy, “en casa hay un fantasma”, a excepción de los sobrinos curiosos. Se le juzgó de loca y fantasiosa. Incluso ella misma dudó en explicar sus sueños premonitorios. “Reza antes de dormir”, le decían; luego de contar sus sueños, hasta aquella noche que su madre sintió a alguien cubriéndola del frío con una sábana, entonces creyó.

Cotidianamente las cosas cambiaban de lugar de la manera más extraña. Las dejabas en la mesa y en pocos minutos estaban en la cama. La resistencia en aceptar lo que no se ve no existe, seguía predominando.

La palabra duende tiene origen a la expresión “duen de casa” o “dueño de casa”. En México los duendes son llamados chaneques, del náhuatl (“los que habitan en lugares peligrosos”), dioses menores de la mitología mexicana, espíritus traviesos con aspecto de niños que esconden cosas y se les aparecen a la gente, distrayéndolos para hacerles perder el camino o desaparecerlos.

Una creencia popular era la de usar la ropa al revés al andar solo por el monte, para así evitar que los chaneques lo atraparan y se lo llevaran, o los aluxes (maya: alux, “geniecillo del bosque, enano legendario”).

Los duendes eran hace siglos habitantes de zonas selváticas, boscosas y montañosas. Vivían en el interior de cuevas y grutas, hasta que se acercaron a hogares humanos. Se manifiestan preferentemente de noche. Tiene aproximadamente 50 centímetros de alto y son de aspecto humano. Les encanta divertirse a costa de los durmientes, molestándolos y asustándolos, aunque algunos colaboran con los hombres en las tareas domésticas. Su nombre, según algunos estudiosos del tema, proviene del árabe duar, que se traduciría como “el que habita o habitante”.

Ahora la mamá de Andy no deja de ver a un niño detrás de su hija; los sobrinos sonrientes aseguran verlos por la casa y hacen cara de espanto, mientras los demás integrantes de la familia continúan con la idea de ser fantasías.

Lo cierto es que ellos eligen con quién manifestarse. Nadie está demasiado normal para negar: “lo que no se ve no existe”.

La búsqueda interior está dispuesta a encontrarte siempre y cuando tú estés listo para ser encontrado.


Elsa I.González Cárdenas
Publicado en El Diario de Colima
16 de diciembre de 2010

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