No es de sorprenderse que cuando leemos los nombres de las escuelas públicas de educación básica desconozcamos quiénes fueron esos personajes en la historia. Sucede algo similar al leer los apelativos impuestos en las calles y jardines del lugar donde vivimos, incluso si se le conoce surge la duda en saber por qué tiene tal distinción. El lunes pasado me propusieron en sustitución de un amigo docente ser jurado de un concurso de declamación en la primaria “J. Jesús Díaz Virgen”. Con gusto y cierta cautela dije que sí. En el momento que acepté regresé el tiempo, dos décadas atrás, y vi a la hermana mayor participar en dichos concursos. Le iba muy bien. Por supuesto tenía un excelente instructor, Miguel Ceballos, un apasionado de las letras y de los recitales.El martes, día del concurso, el despertador sonó a las 6 de la mañana. No le hice caso hasta que el cucú del reloj sonó siete veces. En realidad, estaba en tiempo, pero no para tomar el colectivo. Así que abordar un taxi: “A la escuela Jesús Díaz Virgen, por favor”, ordené al conductor del vehículo.Arribé 13 minutos antes de las 8. En la puerta principal del inmueble, una mujer de semblante de pocos amigos repartía papeles diminutos a los infantes. En seguida pregunté por la profesora Rosalba Íñiguez. La mujer ordenó que fuera con la señora que se encontraba 5 metros detrás de ella. Así lo hice. Me presenté con un saludo de mano. Pronto fui identificada. La instructora con amabilidad guió mis pasos hacia el centro de cómputo. Cerca de dos docenas de computadoras adornaban el cuarto. Los monitores estaban cubiertos con forros de plástico, supuse que no funcionaban, pero todo lucía en orden.La maestra, directora de plantel, explicó unos puntos a calificar en el concurso: extensión del poema, mímica, dicción, voz, contenido y congruencia. Sólo los chicos de quinto y sexto año participarían.El tema debía ser –de preferencia– alusivo a la patria o a la Revolución Mexicana. Los participantes y los poemas fueron: Francisco Alberto Mesola García, Revolución Mexicana, de su autoría; Ranferi Urbina Pacheco, Patria mía, de Elizabeth Rodríguez López; Karla Jazmín Pérez Hernández, Revolución mexicana, de su autoría; María Fernanda Fernández González, El grito de independencia, de Guillermo Prieto; Selene Vanesa Morelos Abeldaño, Revolución mexicana, de su autoría; Vianey Araceli Guzmán Rico, La revolución mexicana, de su autoría, y Joselin Ihoana Sandoval Gutiérrez, Revolución mexicana, de su autoría. Al momento de dar los resultados hubo un empate del primer lugar: Ranferi Urbina Pacheco y Vianey Araceli Guzmán Rico. Estos chicos representarán a su escuela y participarán con otras, y si les va bien podrán competir a nivel estatal. La convocatoria del concurso de declamación llegó tarde a manos de la directora. Los participantes tuvieron sólo 2 días para prepararse. Aún así, el desempeño de cada uno superó las expectativas de los profesores y la mía.Seguro si estuviera vivo el profesor J. Jesús Díaz Virgen estaría orgulloso de que dicho plantel porte su nombre.Las instalaciones del lugar son espaciosas. La líder comentó que el próximo fin de semana tendrán un bicipaseo en las aceras aledañas a la delegación, que se está preparando una pastorela para la posada donde cada infante deberá traer sus utensilios para comer –plato, vaso y cubiertos–, con el fin de ahorrar recursos naturales y costos también; hace poco los estudiantes participaron en un concurso de ajedrez obteniendo buenos lugares, y no se diga en conocimientos. En la escuela las bardas interiores están rotuladas con frases célebres de personajes importantes de México; los encargados de la cooperativa venden el desayuno sin incluir comida chatarra; las áreas de reposo tienen mesas con figuras, y a la hora del recreo la mesa del delfín se convierte en una sala de lectura donde se prestan libros para leer. Y gracias a la buena voluntad de algunas profesoras se imparten clases de educación artística, y en épocas de exámenes terapia holística para enseñar a los estudiantes a no estresarse.Ya en broma le cuestioné a la directora: “¿Ésta es una escuela o un colegio?”, ella, risueña, respondió: “Se hace lo que se puede. Llevo 11 años aquí”. Salí contenta al saber que existen profesores normalistas con vocación, gente que le preocupa la educación escolar y artística de los chicos. Al regresar a casa le conté la experiencia a la hermana mayor, y ésta argumentó que dicha primaria es una de las más cotizadas entre los padres de familia para que sus hijos ingresen a estudiar ahí. A lo que comenté: “Por algo ha de ser”.
Elsa I. Gonzalez Cardenas
Publicado el en Diario de Colima
El 08 de diciembre de 2011
Este texto pudiera tener algunos cambios respecto
a su publicacion.
Manzanillo, Colima
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