domingo, 6 de abril de 2014

Transición de cambio en los hábitos alimenticios

Las dificultades con las que uno se encuentra cuando deja de tomar refresco de cola no son nada a comparación de la carne roja.

Aún recuerdo las primeras veces que decidí no consumir más refresco de cola. No es que bebiera enormes cantidades diarias, más bien fue por el hastío de ver tantos envases fríos en las manos de los compañeros de trabajo, justo en el momento que ingerían pozole, tortas o carnitas en la hora del desayuno.

En casa, el hábito de consumo de las bebidas azucaradas iba en aumento, al igual que la diabetes de papá y la obesidad en los parientes. Es cierto que en ocasiones soñaba con el sabor de la gaseosa en mi boca, sentía el líquido burbujeante brincando en la lengua. Más tarde, de manera lenta sustituí el refresco negro por la soda. Cuando estuve lista para no depender de las bebidas artificiales, los eliminé por completo de la dieta.

Era muy feliz sin los refrescos, aunque muy de vez en cuando me permito tomar, en ocasiones especiales, agua mineral sin sabor, acompañada de limón o naranja.

Si hablamos del gusto por la coctelería, poco lo tuve, y ese tanto quedó atrás. Sin planearlo, un día leí un artículo sobre los conservadores artificiales donde argumentaban que el benzoato de sodio es cancerígeno. No demoré nada en sacarlo de mi lista de productos sanos.

Sí, tengo un problema grande ante la comida procesada; hasta para elegir los aderezos, debo seleccionar los más naturales. Para colmo, vivimos en Manzanillo, donde las cosas pasan demasiado lentas. Me he hecho la idea de hacer mi propio aderezo de mostaza, miel y aceite de oliva o sencillo.

Todo iba bien con mis hábitos alimenticios: carne roja, blanca, pescado, verduras y frutas –las últimas comerlas lo más que se pueda, siempre y cuando la economía lo permita.

El detalle sucedió cuando entré al gimnasio, pues ahí vi que los mejores cuerpos trabajados consumen carne roja, clara de huevo, pechugas de pollo y atún enlatado. La gente aún tiene la creencia que la proteína animal es buena para su salud, pero sobre todo para conservar un cuerpo atlético. Por fuera les funciona, se nota a simple vista: músculos fuertes, posturas firmes, actitud positiva y energía fabulosa.

Exacto, la proteína animal no es tan buena como la pintan, pero ese tema no lo abordaré por ahora. Sólo diré que he dejado de consumir carne roja.

Mientras los chicos se ponen musculosos en sus bíceps, tríceps, abdomen, brazos y espalda, yo bajo de peso y apenas brota un diminuto músculo en mis brazos. “Coma carne para que pronto tenga masa muscular, está muy delgada. Tome proteína o ácido nítrico, con eso pronto se pondrá fitness”. Los comentarios son superados, no ocurre nada extraordinario en mí; sin embargo, el hecho de no comer carne roja acarrea varios inconvenientes en la vida diaria.

En casa, la familia consume la carne roja dos o tres veces por semana. Cuando celebran algún cumpleaños o una visita, no falta la ocurrencia de cocinar carne asada, y qué decir de las fiestas decembrinas, la pierna de puerco a fin de año, y así sucesivamente. Carne por aquí, carne por acá; carne en las pizzas, en los tacos, en los guisos caseros, en las fiestas, calles y en todos lados.

“Si no consumes carne, entonces ¿qué vas a comer?”, es la pregunta recurrente. Pues bien, elegir cómo ingerir sólo la carne blanca –pollo y pescado–, verduras y demás alimentos requiere de ingenio mientras aprendes a combinarlos con otros ingredientes, a mezclarlos y equilibrarlos.

Desconozco cuántos vegetarianos haya en el puerto. Sé que sustituyen la carnes por la soya, pero le tengo un poco de respeto a ésta, por la palabra “transgénica”.

El periodo de transición de un individuo cuando cambia sus hábitos alimenticios es un verdadero reto personal, pues no es cuestión nada más de programar la mente para evitar tal producto a consumir, sino librar el comportamiento común de la sociedad carnívora.

No quiero imaginar por lo que pasan los veganos, pero seguro valdrá la pena.


Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima 
El 3 de abril de 2014
Manzanillo, Colima, México

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