Los animales nocturnos cantan más que otras noches; el chirrido de los grillos, a 2 días después del enclaustro, aturde.El miércoles 13 de octubre, ella, sobre la cama, cena pasta fría con camarones, el mismo platillo de la comida. Al mediodía, al cocer el marisco pensó en ellos, los desconocidos, quienes tienen sus casas bajo el lodo y el agua. Imaginó los albergues con familias damnificadas. Sintió un ligero remordimiento al pensarlos sin alimento, pero los camarones ya tenían casi una semana en el congelador, debía consumirlos.El martes 12 por la mañana, luego del paso del huracán Jova, la comunicación telefónica se reanudó después de la señal de radio; las calles del puerto estaban inundadas; el puente que une a Santiago con el boulevard costero tenía fractura en un carril; los automovilistas que deseaban ir hacia aquel rumbo tenían que subir por la autopista. El tránsito era lento. Las clases en las escuelas fueron suspendidas. La mayoría de la gente no laboró. En el Barrio 4 y 5 del Valle, los hogares parecían garzas, con más de un metro y medio de tierra y agua.La ciudad careció de alcantarillas, las pocas que había eran rellenos sanitarios. En el campo de golf de Club Santiago los patos se enfilaron para tomar un baño en el lago que en ese entonces ya no era tan artificial. Los arroyos y ríos reclamaron su camino para ir al mar. En las estaciones de radio los locutores informaron a los radioescuchas el estado en que se encontraba Manzanillo. Los guardianes del puerto trabajaron para restablecer la comunicación vial, cuantificar daños y ofrecer apoyo. Las autoridades, civiles y representantes de instituciones educativas o asociaciones civiles se unieron para un mismo fin: ayudar.Los cibernautas cuestionaron cómo les había ido con el meteoro. Las imágenes y videos fueron subidas a las redes sociales; el amarillismo y las palabras de aliento estuvieron presentes.Ella, ese día aguardó en casa, pero él era quien le llamaba por teléfono para decirle cómo estaba la ciudad.El miércoles 13 por la mañana el cielo se vistió de azul, el sol estaba radiante, y los pájaros y las mariposas salieron a buscar el néctar en los jazmines. Ella dejó la comunidad de El Naranjo para ir al aeropuerto Playa de Oro. Durante el camino observó trozos de cerro en el asfalto, hilos de arroyos que reconocieron su cauce, las plataneras y otros sembradíos bajo el agua, dos tráileres y un camión de la Cruz Roja venían de Jalisco a la capital mundial del pez vela y vio una tortuga pequeña cruzar con éxito la carretera. Cuando tomó la desviación para adentrarse al puerto aéreo vio que no había acceso, pues la antena de hierro que anticipa al conductor del hangar se convirtió en faro. El escenario que dejó un huracán categoría dos fue triste.Ella regresó a casa un poco sorprendida. Hacía 17 años que un ciclón no causaba tantos estragos en su tierra. Apenas recordó al amigo con los brazos caídos cuando los llevó al camión recolector de la basura. Era un árbol de tamarindo. Lamentó la mala planeación urbana del puerto mexicano más importante del océano Pacífico, la indiferencia de los afiliados a Infonavit en no investigar los asentamientos de sus casas antes de adquirirlas; cadena de intereses particulares –entre el gobierno y las constructoras– sobre los permisos brindados para creación de fraccionamientos habitacionales en zonas irregulares, falta de prevención en la sociedad ante las contingencias ambientales, y agradeció en silencio a los cerros por haber protegido muchos hogares de los fuertes vientos, y a los árboles por retener el agua con sus raíces.
El mal tiempo, como lo ocurrido con el huracán Jova, es un aviso para recordar lo indefensos que somos ante la madre tierra, un reflejo del crecimiento desordenado de la sociedad, y la esperanza de volver a empezar una nueva vida.Por la noche, los grillos no dejan de chirriar. Los mapaches salen de los mangles. El oleaje del mar se escucha tranquilo. Ella termina de cenar su pasta. Antes de ir a la cama, toma un libro de texto con la portada de signos de puntuación y oraciones, piensa en lo que puede hacer mañana, pero hoy tiene un dolor fuerte, ante la angustia del desconocido.
Elsa I.González Cárdenas
Publicado en El Diario De Colima
27 de octubre de 2011
Manzanillo, Colima, México