Elsaí empezó con su nostalgia desde el viernes 7 de octubre y la difundió a las 11:29 horas en el facebook: “El par de pescadores llegan en una lancha de motor, atraca frente a mi ventana y después de varias horas, se van sin decir adiós”.
Pareciera que anticipa su crónica intimista con ese mar que no puede dejar de mirar en su Manzanillo y retrata para nosotros cada jueves.
Elsaí, “la Amorosa Elsaí”, como la nombro, tampoco concibe dejar de mirar la luna, como si fuera su té de azahares que la prepara a navegar otros mundos; por ello, el nublado sábado 8, no podía dormir y continuaba despierta más allá de la una: “La E tiene ganas de soñar pero no logra dormir. Mejor mirará el mar hasta el amanecer”.
Cuando leí su mensaje, la silueta de mi amiga se estacionaba tras mi ventana como mundo sobredimensionado, imaginándola cual niña que no ha dejado de crecer para seguir asombrándose.
No me percaté que, para esos momentos, había dejado de ser Elsaí y se nombraba a sí como “La E” quizá porque se había vuelto niña entre el suspiro y el temor al huracán que se aproximaba. Fue así, como “La E prefiere comer bien que vestir bien, viajar que comprar un auto, la libertad que un mal matrimonio, amar que limitarse, disfrutar la subida a un cerro que volar en avioneta y disfrutar la simpleza de la vida hasta que muera” y sí, ese sábado amaneció la lluvia y permaneció nublado todo el día Manzanillo, por ello el balance de sumas y restas.
Por la noche se vuelca de nuevo la tristeza de los cielos y el domingo el sol, temerario, se yergue algunas horas. Sin embargo, para ella “es curioso percibir la calma en el puerto cuando se aproxima un huracán”.
Cuando te haces uno con el mar y tienes la dicha de mirarlo por la ventana, sabes descubrir sus voces y La amorosa nos traduce a media voz: “el mar está muy inquieto, aparte de que casi es luna llena”, ese mismo día cerca de la media noche.
Elsaí se resiste a lo que le dice el mar; esta vez no le gusta mucho lo que entiende y en ánimo de sustraerse, el lunes por la mañana se dice: “el mar está en calma. Hay un día hermoso. Buen tiempo para instruir a la sobrina de cómo plantar un frijol”, pues necesita sembrar en ella la esperanza.
“Un poco de aire en la espera inquieta por Jova”, reconoce mi amiga por la tarde, sin que haya pasado desapercibido en todo el día que los animales que suele ver a diario, estuvieron ausentes.
Para aminorar su tristeza, se cuenta una historia de amor esa noche y la vive con el poema de Ramón Sanpedro, “M a r a d e n t r o” para ella:
Un beso enciende la vida
con un relámpago y un trueno
y en una metamorfosis
mi cuerpo no es ya mi cuerpo,
es como penetrar al centro del universo.
Y parece amanecer con ese amor sin límites bajo sus pies: “no he dejado de mirar el mar” buscando de nuevo su mensaje, el que le transmite él. En esa búsqueda vuelve a conectarse y nos alerta que a partir de las siete de la noche, “a partir de esta hora, el mar es otro”.
¿Cómo evadirse al encanto de la narración de Elsaí? ¿Cómo no empezar a temblar si ella lo conoce tanto?
La orilla del huracán se metió a Manzanillo la madrugada del 12, este martes, y ella, extasiada en su amorío que teme no ser correspondido, nos describe cómo fue: “las palmeras eran abanicos manejados por niños, el viento se quedó sin voz y el mar fue un adolescente hasta el amanecer”.
A partir de ese mensaje ya no ha puesto más. Incomunicada permanece, como muchos otros en varios municipios, y yo aquí, a la espera de su voz para corroborar que sigue asomándose a través de su ventana a donde le canta el mar.
Evelia Montaño
12 de octubre de 2011
Pareciera que anticipa su crónica intimista con ese mar que no puede dejar de mirar en su Manzanillo y retrata para nosotros cada jueves.
Elsaí, “la Amorosa Elsaí”, como la nombro, tampoco concibe dejar de mirar la luna, como si fuera su té de azahares que la prepara a navegar otros mundos; por ello, el nublado sábado 8, no podía dormir y continuaba despierta más allá de la una: “La E tiene ganas de soñar pero no logra dormir. Mejor mirará el mar hasta el amanecer”.
Cuando leí su mensaje, la silueta de mi amiga se estacionaba tras mi ventana como mundo sobredimensionado, imaginándola cual niña que no ha dejado de crecer para seguir asombrándose.
No me percaté que, para esos momentos, había dejado de ser Elsaí y se nombraba a sí como “La E” quizá porque se había vuelto niña entre el suspiro y el temor al huracán que se aproximaba. Fue así, como “La E prefiere comer bien que vestir bien, viajar que comprar un auto, la libertad que un mal matrimonio, amar que limitarse, disfrutar la subida a un cerro que volar en avioneta y disfrutar la simpleza de la vida hasta que muera” y sí, ese sábado amaneció la lluvia y permaneció nublado todo el día Manzanillo, por ello el balance de sumas y restas.
Por la noche se vuelca de nuevo la tristeza de los cielos y el domingo el sol, temerario, se yergue algunas horas. Sin embargo, para ella “es curioso percibir la calma en el puerto cuando se aproxima un huracán”.
Cuando te haces uno con el mar y tienes la dicha de mirarlo por la ventana, sabes descubrir sus voces y La amorosa nos traduce a media voz: “el mar está muy inquieto, aparte de que casi es luna llena”, ese mismo día cerca de la media noche.
Elsaí se resiste a lo que le dice el mar; esta vez no le gusta mucho lo que entiende y en ánimo de sustraerse, el lunes por la mañana se dice: “el mar está en calma. Hay un día hermoso. Buen tiempo para instruir a la sobrina de cómo plantar un frijol”, pues necesita sembrar en ella la esperanza.
“Un poco de aire en la espera inquieta por Jova”, reconoce mi amiga por la tarde, sin que haya pasado desapercibido en todo el día que los animales que suele ver a diario, estuvieron ausentes.
Para aminorar su tristeza, se cuenta una historia de amor esa noche y la vive con el poema de Ramón Sanpedro, “M a r a d e n t r o” para ella:
Un beso enciende la vida
con un relámpago y un trueno
y en una metamorfosis
mi cuerpo no es ya mi cuerpo,
es como penetrar al centro del universo.
Y parece amanecer con ese amor sin límites bajo sus pies: “no he dejado de mirar el mar” buscando de nuevo su mensaje, el que le transmite él. En esa búsqueda vuelve a conectarse y nos alerta que a partir de las siete de la noche, “a partir de esta hora, el mar es otro”.
¿Cómo evadirse al encanto de la narración de Elsaí? ¿Cómo no empezar a temblar si ella lo conoce tanto?
La orilla del huracán se metió a Manzanillo la madrugada del 12, este martes, y ella, extasiada en su amorío que teme no ser correspondido, nos describe cómo fue: “las palmeras eran abanicos manejados por niños, el viento se quedó sin voz y el mar fue un adolescente hasta el amanecer”.
A partir de ese mensaje ya no ha puesto más. Incomunicada permanece, como muchos otros en varios municipios, y yo aquí, a la espera de su voz para corroborar que sigue asomándose a través de su ventana a donde le canta el mar.
Evelia Montaño
12 de octubre de 2011
Colima, Colima
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