Mientras Sujeto bromea por el mal tiempo en las costas del Pacífico con la expresión: “Estuvo decente la lluvia del lunes, si no hubieran corrido los atletas con la antorcha bajo un paraguas en la ciudad de Colima”, Verbo está a la expectativa de cualquier contingencia; Predicado reza para que no haya daños mayores, y Texto sale de la casa, va a la librería a buscar un separador de hojas. Deja la puerta abierta.
Los Signos de Puntuación aprovechan el momento para entrar. Creen que habrá fiesta porque todo el Alfabeto está dentro en la terraza.
A Sujeto le gusta ser el centro de atención en las reuniones; Verbo es un joven hiperactivo, siempre está dispuesto a cada acción; Predicado es un hombre religioso, le gusta estar en paz, y Texto, el mayor de todos, es hospitalario, conciliador e intelectual. Los cuatro son buenos amigos. Viven en casa de Texto.
Los Signos de Puntuación al arribar a la terraza vieron a Alfabeto triste. Sujeto intentaba hacer bromas para alegrar, pero fue imposible. Texto, al regresar de la librería ofrece una disculpa: “Amigos, lamento no haberles avisado con anticipación. Hoy martes, 11 de octubre, no habrá fiesta debido a que se acerca el huracán Jova de categoría 4 a las costas de Colima y Jalisco. Quizá la mayoría dirá que no pasará nada. Esperemos que así sea. Lo mejor es guardar precauciones. Ya habrán días mejores para celebrar”.
Los Signos de Puntuación ignoraban el estado del tiempo, al igual que Alfabeto. De nada le sirvió a “A” comprar zapatillas nuevas para hacer juego con su vestido rojo, como tampoco a la “U” portar el collar ámbar ruso, ni a los Signos de Interrogación hornear un pastel de zanahorias. Los Signos de Admiración al unísono vociferaron: “Ah, es por eso que desde el lunes los colibrís, las gaviotas, los cangrejos ermitaños, las mariposas y lagartijas no salen al jardín”. Los animales son los primeros que avisan del peligro.
Eran las 6 de la tarde cuando el cielo estaba nebuloso. Atrás del primer risco, en la zona de arrecifes, frente a casa de Texto, empezaron a formarse olas altas en donde casi nunca las hay.
Predicado argumentó: “Quienes quieran quedarse mientras pasa el huracán, ésta es su casa”. M, A y R junto con otras letras le tomaron la palabra. Los Signos de
Puntuación se marcharon por respeto al mar.
Más tarde, Texto, precavido resguardó su hogar para aguantar la fuerza del viento –en ese entonces ya era categoría dos–, colocó toallas debajo de las puertas para impedir la entrada de agua hacia el interior; alistó veladoras, cerillos, encendedores, linternas, lámparas de baterías; amarró con lazos las macetas de barro donde yacen plantas de ornato en los muros, puso colchonetas en el piso de la sala por si el cuarto de techo de palapa llegase a volar, revisó la alacena que suele estar llena, contó el agua embotellada, pastas, atunes enlatados, arroz y frijol. Luego, esperó.
A las 10 de la noche el mar era otro. El oleaje irreconocible. Las palmeras parecían abanicos manejados por niños. El jaloneo de un techo de acrílico –de la cochera del vecino– parecían gritos de lamento. Afuera, detrás los ventanales de madera el viento forcejeaba contra él mismo. Los minutos transcurrían lentos en la oscuridad.
Sujeto estaba inquieto. Debía disimular ante Verbo para evitarle preocupación.
Dentro de la casa, en plena tormenta, todos guardaron silencio. A media noche los inquilinos conciliaron el sueño. El Predicado no dormía, sabe los daños que puede causar un ciclón. Sujeto y Verbo hicieron una oración. Enviaron bendiciones a los marinos en altamar.
A medianoche se perdió la señal telefónica, la de radio y no hubo electricidad. Apenas venía lo fuerte. Imaginaron lo peor.
El viento se quedó sin voz a las 4 de la madrugada. A esa hora no había nada que hacer. El cielo aún portaba traje negro, la luna casi llena estaba ausente. Debían esperar la salida del sol.
Al amanecer, el día trató de ser el mismo antes del mal tiempo. En casa de Texto era notorio ver en el jardín ramas caídas de los árboles, pétalos de flores sobre el pasto, el agua de la alberca verde, el mar con agua dulce, el cielo sin tono azul. Sujeto, Verbo, Predicado, Texto y Alfabeto estaban a salvo, pero quién sabe allá arriba, donde el pueblo nace, lejos de El Naranjo.
Elsa I.González Cárdenas
Publicado en El Diario de Colima
El 20 de octubre de 2011
Mazanillo, Colima
Los Signos de Puntuación aprovechan el momento para entrar. Creen que habrá fiesta porque todo el Alfabeto está dentro en la terraza.
A Sujeto le gusta ser el centro de atención en las reuniones; Verbo es un joven hiperactivo, siempre está dispuesto a cada acción; Predicado es un hombre religioso, le gusta estar en paz, y Texto, el mayor de todos, es hospitalario, conciliador e intelectual. Los cuatro son buenos amigos. Viven en casa de Texto.
Los Signos de Puntuación al arribar a la terraza vieron a Alfabeto triste. Sujeto intentaba hacer bromas para alegrar, pero fue imposible. Texto, al regresar de la librería ofrece una disculpa: “Amigos, lamento no haberles avisado con anticipación. Hoy martes, 11 de octubre, no habrá fiesta debido a que se acerca el huracán Jova de categoría 4 a las costas de Colima y Jalisco. Quizá la mayoría dirá que no pasará nada. Esperemos que así sea. Lo mejor es guardar precauciones. Ya habrán días mejores para celebrar”.
Los Signos de Puntuación ignoraban el estado del tiempo, al igual que Alfabeto. De nada le sirvió a “A” comprar zapatillas nuevas para hacer juego con su vestido rojo, como tampoco a la “U” portar el collar ámbar ruso, ni a los Signos de Interrogación hornear un pastel de zanahorias. Los Signos de Admiración al unísono vociferaron: “Ah, es por eso que desde el lunes los colibrís, las gaviotas, los cangrejos ermitaños, las mariposas y lagartijas no salen al jardín”. Los animales son los primeros que avisan del peligro.
Eran las 6 de la tarde cuando el cielo estaba nebuloso. Atrás del primer risco, en la zona de arrecifes, frente a casa de Texto, empezaron a formarse olas altas en donde casi nunca las hay.
Predicado argumentó: “Quienes quieran quedarse mientras pasa el huracán, ésta es su casa”. M, A y R junto con otras letras le tomaron la palabra. Los Signos de
Puntuación se marcharon por respeto al mar.
Más tarde, Texto, precavido resguardó su hogar para aguantar la fuerza del viento –en ese entonces ya era categoría dos–, colocó toallas debajo de las puertas para impedir la entrada de agua hacia el interior; alistó veladoras, cerillos, encendedores, linternas, lámparas de baterías; amarró con lazos las macetas de barro donde yacen plantas de ornato en los muros, puso colchonetas en el piso de la sala por si el cuarto de techo de palapa llegase a volar, revisó la alacena que suele estar llena, contó el agua embotellada, pastas, atunes enlatados, arroz y frijol. Luego, esperó.
A las 10 de la noche el mar era otro. El oleaje irreconocible. Las palmeras parecían abanicos manejados por niños. El jaloneo de un techo de acrílico –de la cochera del vecino– parecían gritos de lamento. Afuera, detrás los ventanales de madera el viento forcejeaba contra él mismo. Los minutos transcurrían lentos en la oscuridad.
Sujeto estaba inquieto. Debía disimular ante Verbo para evitarle preocupación.
Dentro de la casa, en plena tormenta, todos guardaron silencio. A media noche los inquilinos conciliaron el sueño. El Predicado no dormía, sabe los daños que puede causar un ciclón. Sujeto y Verbo hicieron una oración. Enviaron bendiciones a los marinos en altamar.
A medianoche se perdió la señal telefónica, la de radio y no hubo electricidad. Apenas venía lo fuerte. Imaginaron lo peor.
El viento se quedó sin voz a las 4 de la madrugada. A esa hora no había nada que hacer. El cielo aún portaba traje negro, la luna casi llena estaba ausente. Debían esperar la salida del sol.
Al amanecer, el día trató de ser el mismo antes del mal tiempo. En casa de Texto era notorio ver en el jardín ramas caídas de los árboles, pétalos de flores sobre el pasto, el agua de la alberca verde, el mar con agua dulce, el cielo sin tono azul. Sujeto, Verbo, Predicado, Texto y Alfabeto estaban a salvo, pero quién sabe allá arriba, donde el pueblo nace, lejos de El Naranjo.
Elsa I.González Cárdenas
Publicado en El Diario de Colima
El 20 de octubre de 2011
Mazanillo, Colima
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