Los padres de T le decían: “Estudia para que tengas un buen trabajo”, mas nunca dijeron que el mejor empleo sería laborando 10, 12 ó 14 horas en una empresa privada, u 8 en una de gobierno.
A tiene 22 años de edad, apenas terminó la secundaria, su salario diario es de 150 pesos sin prestaciones de ley ni Seguro Social. Es la mil usos en una fonda: lava los trastos, atiende a los pocos clientes que llegan a comer, lleva comidas a una oficina y hace mandados. Se casó a los 16 años de edad, es mamá de una niña de 2 años y vive con su marido, que cuando recibe el reparto proporcional como trabajador, no le da dinero ni para que se compre unos zapatos. Necesita estudiar la preparatoria para cambiar de actividad y tener así más ingreso económico.
G ocupa el cargo de subgerente de una dependencia paraestatal, estudió una maestría y acaba de dar a luz a una niña hermosa. Ella está consciente que algún día su jefe inmediato la despedirá del trabajo, sabe de antemano que así se manejan las cosas ahí. G, ahora se pregunta si vale la pena dejar en manos de otros el cuidado de su hija.
O es egresada de la universidad. Cuenta con 12 años de servicio, percibe cerca de 20 mil pesos al mes, es jefa de departamento en una agencia aduanal, viste a la moda, maneja una camioneta de modelo reciente, es soltera, le gusta viajar y salir a divertirse a los bares. Su antigüedad laboral le ha dado el privilegio de salir más o menos a la hora establecida con el contrato de trabajo. Sueña con encontrarse a un hombre que la mantenga.
S es un sustituto de agente aduanal, es una persona que se relaciona con empresarios pudientes del puerto, amigos de sus ex alumnos de escuela. Durante 15 horas, el radio y teléfono celular no deja mandar alertas o timbrar. Gracias a su desempeño laboral puede irse a comer a restaurantes con importadores, exportadores nacionales o extranjeros, pero requiere tiempo para estar con su familia.
S es un sustituto de agente aduanal, es una persona que se relaciona con empresarios pudientes del puerto, amigos de sus ex alumnos de escuela. Durante 15 horas, el radio y teléfono celular no deja mandar alertas o timbrar. Gracias a su desempeño laboral puede irse a comer a restaurantes con importadores, exportadores nacionales o extranjeros, pero requiere tiempo para estar con su familia.
T no tuvo la oportunidad de estudiar, lo único que aprendió de su mamá fue bordar, cocinar y a ser sumisa ante el marido. Ella, cada mañana baja de su comunidad, descalza, vestida de chamula, con el cabello largo sujetado por un resorte, en su espalda carga su rebozo azul rayado, dentro de él a su hijo de pocos meses de edad; en la mano izquierda una bolsa con hijo, tela, aguja y tijeras; en su corazón la fe de que esa día logrará terminar el bordado de la blusa para poder ofertarlo en el tianguis de San Cristóbal.
O está convencido de que trabajar por su cuenta le genera más satisfacción que ser empleado, aunque sabe que esa forma es un poco difícil, pues se requiere tener habilidad con las relaciones públicas, capital para invertir, voluntad y valentía para emprender un negocio.
Las letras no se conocen, de vez en cuando se encuentran en el camión urbano, en los automóviles o en las calles. De alguna forma, están interconectados. Todos buscan una supervivencia.
Sin embargo, son indiferentes de quienes les rodean, a excepción de T, que comparte sus alimentos con la amiga y sus hijos.
Las letras no se conocen, de vez en cuando se encuentran en el camión urbano, en los automóviles o en las calles. De alguna forma, están interconectados. Todos buscan una supervivencia.
Sin embargo, son indiferentes de quienes les rodean, a excepción de T, que comparte sus alimentos con la amiga y sus hijos.
En el sistema económico que vivimos, “neoliberal”, donde los mercados nacionales son abiertos a otros países, y los países extranjeros aprovechan sus ventajas competitivas para importar sus productos y servicios a un país tercermundista como México, convierte a los ciudadanos en unas máquinas potentes de producción, cuyo único propósito es seguir generando riqueza de manera desproporcional al rico, mientras, las personas que no tuvieron la oportunidad de tener estudios, son rezagadas por la misma sociedad.
El sistema económico de México nos mal educa a vivir sólo para uno, a no compartir los conocimientos, experiencias, a ganar más dinero para gastar más; nos programa para continuar con una vida cómoda, esclavizada por los dueños de las empresas; nos acostumbra a no tener la libertad de sentarte a comer sin prisas.
En apariencia, la T es a la que menos bien le va, pues su percepción económica no supera más de 200 pesos al día, si es que logra vender una blusa bordada; sin embargo, ella es su propio jefe, fomenta el comercio local, no explota a los recursos naturales y quizá coma carne una vez por semana, pero nadie le quitará el placer de gozar del crecimiento de su hijo.
Sería bueno cuestionarse qué hay detrás del cristal con que miras, porque al final del camino lo tendremos empañado, y tarde lamentaremos no haber cambiado de graduación para tener una mejor calidad de vida.
Elsa I. Gonzalez Cardenas
Publicado en el Diario de Colima
El 19 de julio de 2012
Manzanillo, Colima, Mexico
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