TODAVÍA faltaba medio día para que los barcos y las campanadas de la iglesia anunciaran la Navidad.
E fue al centro a realizar compras de última hora. Disfruta acudir ese día y observar los hábitos de consumo de la gente. Los hombres adquieren alcohol; las mujeres, bisutería de fantasía, ingredientes para la cena, ropa, juguetes y piñatas para los niños, y los infantes ruegan a sus padres adquirir cuetitos; mientras, los indigentes sobre las banquetas miran las piernas y los pies de los transeúntes, ir y venir, cubiertas de múltiples colores, sin recibir un peso.
Quiere ser parte de la media, pero no puede, no es fácil dejarse engañar por la mercadotecnia, sabe que en casa tiene muchas cosas innecesarias.
Utopía ha sido para ella, el día en que pueda tirar tantos tiliches que almacena; imposible deshacerse de inmediato de sus malos hábitos, está segura que lo logrará.
El ver que otra gente compra sólo por hacerlo, le causa cierta risa; saber que existe otro ser capaz de satisfacer su ego en lugar del alma, le resulta divertido.
R y V iban con la E, acompañándola. Las dos primeras letras adquirieron en tiendas comerciales una playera, una braga roja y un bolso. E, en el camino para apaciguar el calor, le compró al señor de los helados uno de vainilla; después, a la mujer de la Avenida México, tejuino; más adelante aceptó la oferta del vendedor adolescente de cacahuates, 15 pesos el bote. Así que pidió partida doble para la botana por la noche. El joven agradeció la compra, pero para la E no era suficiente, así que pidió unas palabras: “Jovencito, dígame feliz Navidad”. Él, con los ojos luminosos, pronunció feliz Navidad y se marcharon contentos cada uno por su lado.
Oh, sorpresa, no sólo los comerciantes del centro hacían transacciones con actitud robótica, como si fuera un día cualquiera, también el vendedor de jícamas y el de cocos, en la calle Cuauhtémoc. Nadie se tomaba la molestia de expresar buenos deseos. Todos estaban tan metidos en el papel de mercaderes que se olvidaron del cliente.
Muy decepcionada se dirigió a la tienda del ISSSTE junto con las letras. Eligió los artículos que consumiría. Al acercarse a la caja, el cerillito emboló las cosas y le deseó una bonita Navidad. La E, alegre deseó lo mismo y resaltó que era la única persona de más de diez vendedores con quien había hecho una compraventa que pronunciaban esa frase. Lo felicitó y le dio buena propina.
Un suceso extraño del comerciante para con el cliente es no tener el detalle de desear una feliz Navidad; aunque no exista una relación personal entre ambos, por estrategia, es importante.
Capacitar a los comerciantes para tener una actitud de servicio, no sólo para obtener dinero en el bolsillo o por sobrevivir, sería ideal en un puerto turístico; desde el transporte público hasta el mercader de los helados de garrafa del jardín “Álvaro
Obregón”. Esa sería una labor atinada por parte de alguna institución gubernamental o la Cámara de Comercio.
Hace tiempo que en la calle donde vive la E, su familia y los vecinos del lugar dejaron de pedir posada y vestirse de la Virgen María y José; hicieron a un lado las piñatas colectivas para convertirlas en individuales. Las casas se quedaron sin niños, pues éstos crecieron y se volvieron abuelos de 40 ó 50 años. Otros olvidaron las tradiciones o se mudaron de casa. Ojalá la Navidad deje de ser una época donde las marcas comerciales pasen a segundo término.
Gracias al gran vacío de la autoestima, los productos adquiridos en las plazas comerciales se convierten en abrigo hermoso, aunque caliente poco. Renovar nuestro espíritu navideño caería bien no sólo a los seres que nos rodean, sino a la sociedad porteña.
Invertir en nosotros mismos, como viajar, comer bien, hacer algún ejercicio, leer, tener un buen hábito de consumo, es un buen regalo antes de finalizar 2012.
Lo mejor no sólo es un obsequio material, y si se da, optar por algo útil para el beneficiario, pues eso será lo mejor.
Luego de terminar de hacer compras el día de Nochebuena, las letras se marcharon a casa a preparar los romeritos en mole y tortas de frijol con camarón, pavo relleno, pasta, ensalada navideña y ensalada; por fortuna, esa vez no hubo bacalao.
Ojalá que 2013 esté lleno de vida, salud, trabajo, amor y bendiciones para todos. Mis mejores deseos, siempre.
Elsa I. Gonzalez Cardenas
Publicado el Diario de Colima
27 de diciembre de 2012
Este texto pudo haber sufrido alguna modificacion.
Manzanillo, Colima, Mex.