jueves, 11 de abril de 2013

Crónica del servicio al cliente (I/II)


A los norteamericanos les encanta ir a las tiendas de materiales para la construcción. Suelen comprar productos semiterminados para arreglar, decorar, edificar o reparar. Ese gusto también lo adquiere el mexicano. Cómo no acudir a una tienda sólo a observar qué venden, y de la visita es probable que salga con muchas ideas para mejorar la casa, oficina o jardín. Las tiendas son galerones grandes con techos altos, donde hay varios departamentos de iluminación, ferretería, pintura, alfombras e instalaciones.

Este año, en Manzanillo aperturaron HD, una empresa transnacional norteamericana. En la inauguración y los primeros días era muy concurrida por la gente para comprar o ver las ofertas; al paso del tiempo, el escenario cambió.

Desde joven, Sara comenzó a cuidar y moldear su cuerpo. Procuró tener buena alimentación y hacer ejercicio. Le agradó trabajar con aparatos, es decir, pesas, sin caer en la tentación de consumir productos para aumentar su masa corporal. Todo debía ser al natural. Para ese tiempo le nació un sueño: “tener un gimnasio”. Años después, tiene la oportunidad de hacerlo realidad.

Lo primero que hizo fue solicitar cotizaciones a los proveedores. Algunos fueron recomendados por amigos, otros los buscó por internet o se basó por el prestigio y respaldo de la marca comercial. El listado era pequeño, tres de cada uno, no estaba mal. Pidió presupuesto del aluminero, electricista, rotulador –resultó ser un artista plástico– de la tienda de productos para la construcción –HD–, y clima acondicionado; no olvidó pedir información en la presidencia municipal para tramitar los permisos, ni tampoco buscar a una contadora pública.

El rotulador, un hombre muy alto, parecía mochilero, éste mostró las propuestas de los diseños mediante imágenes en archivo de computadora. De esa manera pudo ver cómo iban a quedar en el interior y exterior del local. Una vez aceptada la propuesta, comenzó a trabajar haciendo esténciles en papel kraft. Cuando llegó el día de plasmar las letras, él y su compañero iniciaron con el rótulo lateral exterior; una vez terminado, a Sara no le gustó el tamaño de la litografía, pues para su gusto era demasiado pequeña, así que tuvieron que borrarlo y empezar de nuevo.

En el interior, no hubo problema, quedó a la perfección, caso contrario al de la fachada, ya que las letras sobrepasaban el espacio acordado; un error de cálculo que por fortuna solucionaron sin dañar la estética.

En la tienda HD compró la alfombra y el servicio de colocación. Creyó que por ser una empresa extranjera, el servicio sería bastante bueno, sin embargo, no fue del todo cierto. Omar Pérez, el coordinador del departamento de Instalaciones, atendió a Sara; la negociación fluía sin alteraciones, hasta que el empleado falló sin disculparse en persona.

La fecha de entrega de la alfombra en el local se programó para el jueves 28 de marzo, y la colocación al día siguiente. Ella esperó la llamada del coordinador para confirmar hora de recepción. Nunca la recibió. Tuvo que llamar el viernes para cuestionar lo que sucedía. La excusa fue: “Estoy buscando la alfombra, no la tengo en existencia. Le marco para decirle cuándo se la entregamos”. Sara de inmediato percibió la descortesía. De todas formas, confió en él, pero con reservas. El siguiente sábado, a mediodía, Omar le llama por teléfono para avisar que el personal de HD haría la entrega del material en ese mismo rato y preguntó si era posible que ella lo recibiera. La mujer, ya decepcionada por completo del servicio que estaba recibiendo, argumentó no poder, porque en realidad no podía. En ese momento, recordó a sus catedráticos de la universidad, por haberle enseñado los cinco principios administrativos, según Agustín Reyes Ponce: Previsión, planeación, integración, dirección y control.

Por fin, el material fue entregado el lunes. Los dos hombres que cargaban la alfombra entraron al futuro gimnasio y la arrojaron al piso. El rollo textil tenía un doblez en medio. Sara pidió de favor que lo extendieran para no dejar marcas. Lo hicieron, después se marcharon. El instalador, con 18 años de experiencia en el ramo y tras haber aprendido el oficio en Estados Unidos de Norteamérica, llegó después. Vio el material y en seguida argumentó que la cantidad de alfombra no sería suficiente para cubrir toda el área. Así resultó. El coordinador de instalaciones de HD se comunicó con Sara minutos antes para informar su error, “detalle”, como lo llamó. El detalle consistía en que sólo contempló una tercera parte del textil. En dinero se aproximaba a 10 mil pesos.

El lunes no se avanzó en el acondicionamiento del local. Debía ir a la tienda HD a adquirir el material faltante. Con amabilidad, el instalador se prestó para ir al día siguiente y estar presente en el corte del textil, así como en la cargadura para evitar los dobleces. El martes, una vez comprado la alfombra, el instalador empezó su labor. Extendió el material sobre el piso, recorto sobrantes, barrió, trapeó la superficie, y pegó. El trabajo quedó excelente, sin huella de añadiduras. (Continuará)



Elsa I. Gonzalez Cardenas
Publicado en el Diario de Colima
El 11 de abril de 2014
Manzanillo, Colima, Mexico 

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