SARA estaba satisfecha con el trabajo del colocador de alfombras, tanto que lo recomendará a otras personas.
Era el turno del electricista para instalar el aire acondicionado, las lámparas con sus respectivos focos T8 y checar cableado. Lo hizo junto con dos ayudantes. El tiempo de duración fue repartido en 2 días. Invirtieron un promedio de 8 horas en total. La mujer pudo darse cuenta que esa labor no es del todo sencilla. Al final, también quedó contenta por el resultado. El local fue tomando forma de gimnasio.
La fecha y hora que le dio al señor del aluminio para iniciar a poner los espejos y un barandal en el pequeño balcón forrado de plafón fue a las 8:30 a.m. A esa hora, el personal estaba frente al local, esperando la llegada del cliente que arribó 6 minutos después. Los hombres, entre 20 y 30 años de edad, cargaron las láminas reflejantes con sumo cuidado. La pared la bañaron de pegamento para espejos –no silicón, como muchos otros lo hacen y que daña el producto–, midieron con un fluxómetro la distancia acordada entre su patrón y Sara, luego comenzaron a adherirlo. Utilizaron palos de cortos de madera para sostener los espejos, chupones y grapas plásticas.
El aluminero, a diferencia del otro que envió cotización, instruyó a la mujer, diciéndole que no era conveniente pegar los espejos, porque al momento de quitarlos se rompen, quedando inservibles; en cambio, el sólo fijarlos en partes, daba la oportunidad de quitarlos sin problema. Por eso, ella quedó convencida de convertirse en su cliente.
El equipo de aparatos para hacer ejercicio llegó a los 5 días de hacer la compra. La fletera con el logotipo de estrella hizo bien su tarea. Sara pudo percatarse que a pesar de ser sólo dos personas, el equipo laboral de ellos en Manzanillo, fue muy eficiente. El día de la descarga de los aparatos desarmados, Sara ya contaba con cinco hombres para hacer la maniobra. El chico de la fletera, los cargadores y ella veían la caja seca del camión con mercancía de embalajes de cartón y forros de cinta canela. Media caja debía ser vaciada; los paquetes tenían que trasladarse al local. Los bultos no tenían un lugar específico, unos se encontraban en seguida de las puertas, en medio y hasta el final, por lo que consideró aconsejarle al fletador, instruir a sus compañeros de origen, consolidar bien para ahorrar trabajo y tiempo en destino, pero sobre todo, seguridad. Dio la idea de hacer una tarja de daños de la carga, como se maneja en el área portuaria en las terminales de carga, tomar fotografías de cómo la recibe y cómo la envía. El chico se veía interesado, tanto que agradeció los tips.
Una vez concluida la descarga, procedieron al conteo de los paquetes uno por uno. Momento que Sara aprovechó para remarcar la importancia de marcar los cartones con alguna marca ficticia o modelo, sin olvidar los intervalos: 1 de 1 (1/1).
El fletador fue bastante eficiente en su labor, y aunque apenas tiene terminada la secundaria, no dudó ni un segundo de ser buen candidato para trabajar en el área portuaria, tal vez una consolidadora de carga.
Quien vendió el equipo de aparatos para el gimnasio es un tipo de voz amable y rápida, sin dar mucho tiempo a que el interlocutor hable –esa suele ser una característica de ellos–, sólo se dedicó a hacer la venta, sin darle seguimiento a la logística. Sara, ya molesta, le dijo que el servicio debería de proporcionarlo completo, desde a principio a fin, sin la necesidad de que ella le llamara por teléfono para cuestionar absolutamente nada, incluso que cada correo electrónico del cliente debiese ser contestado. El hombre dio la excusa de ser una empresa pequeña, de diez integrantes en proceso de aprendizaje; después del argumento, todo mejoró.
Sara sabe que su sueño está a punto de cumplirlo, sin embargo, necesitará paciencia y mejorar la actitud: ser flexible con los proveedores, porque al final de cuentas, no todas las personas son tan apasionadas en su labor, menos si se es empleado de un negocio. Por eso, valora el arduo esfuerzo titánico de la gente que trabaja en empresas: agencias aduanales, navieras, terminales de carga, transportistas, seguridad privada, fumigadoras, patios de vacíos, jornaleros, etcétera; todo un equipo organizado, moviendo cargas del comercio exterior. Se necesita estar dentro del área para valorarlos.
Una vez equipado el local, la mujer tendrá que poner a prueba sus habilidades mercadológicas. Ahora deberá otorgar un buen servicio al cliente. Esperemos que sí, si no, no habrá ganancias.
Elsa I. Gonzalez Cardenas
Publicado en el Diario de Colima
El 11 de abril de 2012
Manzanillo, Colima, Mexico
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