En la alacena hay cajas de sopa de pasta, agua embotellada, jugos, azúcar refinada, latas de leche condensada, galletas, aderezos, papas fritas, chocolates y café de grano. El refrigerador de dos puertas, repleto de alimentos congelados, y en el enfriador hay verduras, salsas, leche entera, huevos y recipientes con comida preparada.Es la casa de Danielle, la combinación perfecta para vivir donde el piso de barro trata de hacer juego con el lavatrastos y el molcajete. La mamá de ella es mexicana y el padre de nacionalidad norteamericana. Dice que se vino a vivir a México por ser un país muy bello.
Mucho se habla de los mexicanos que emigran a los Estados Unidos de Norteamérica con la intención de tener mejores oportunidades de vida. El sueño americano sigue en la mente de muchos. Escuchar por televisión cómo los cazadores en Arizona toman por presa a los hombres indocumentados; saber que es la misma autoridad extranjera quien sella las visas falsas para cruzar la frontera norte y el mal trato físico y psicológico que sufren los paisanos, son algunas de las razones erróneas que me hicieron sentir rechazo hacia los norteamericanos. No quería saber nada de los gringos.Al paso del tiempo, el primo Alejandro emigró a Los Ángeles, California, estuvo de indocumentado por varios años. El pariente tuvo suerte en el taller de tapicería donde laboró; después cerró, y el dueño de buen corazón, en lugar de liquidar a sus empleados les ofreció el taller para que lo trabajaran. Otras dos primas regiomontanas contrajeron nupcias con norteamericanos, y para colmo llega a la familia un cuñado gringo que tiene de hija a la sobrina Danielle.
Iniciamos septiembre y la celebración las fiestas patrias se acercan. En Manzanillo, rumbo al jardín principal hay collares de letras con luces que dicen: “Viva Hidalgo, viva Morelos”, y pueden verse a los vendedores ambulantes con banderas de México, matracas, adornos para automóvil u oficina. Este mes pareciera ser corto.Los días festivos interrumpen las clases, y si el 16 de septiembre cae entre semana, el día laboral es inhábil o viene el puente vacacional. El día 15, por la noche la plaza de la ciudad se llena de gente. En la Presidencia Municipal personajes políticos e invitados aguardan los minutos para que el edil de mayor autoridad dé el grito de la independencia en el balcón; apenas hay espacio para moverse cómodamente.Los rostros de los porteños lucen alegres, guapos, esperan en la calle y miran hacia donde darán el grito de independencia. Minutos después, la voz del presidente de Manzanillo se escucha fuerte: “Vivan los héroes que nos dieron patria, viva Hidalgo, viva Morelos, viva Josefa Ortiz de Domínguez, viva Allende, viva Aldama y Matamoros, viva la independencia nacional, viva México, viva México, viva México”, y el pueblo lo sigue al unísono de los “viva”, luego la campana suena y el Himno Nacional se escucha de fondo. En esos minutos, el sentido de patriotismo es percibido a flor de piel. El resto de la noche y parte de la madrugada prevalece el orgullo de ser mexicano.La mercadotecnia gubernamental que se viene manejando desde el año pasado con spots televisivos y en radio, es gracias a la aproximación al Bicentenario de la Independencia de México y el Centenario de la Revolución Mexicana. Los medios de comunicación pintan un país donde el cielo es azul, la armonía y la justicia prevalece.
Las imágenes de nuestro México en la pantalla chica y hasta en la grande son hermosas, pero gastar 70 millones de pesos sólo para celebrarlo con la película El Atentado, que aborda el tema del complot para atentar contra la vida de Porfirio Díaz, en 1897, es increíble. Sorprendente que un país se pueda dar esos lujos cuando existen otras prioridades como invertir en seguridad, educación, salud y empleo.La emigración de cada ciudadano al país vecino son voces silenciosas que indican que “las cosas no están para celebrarse”, tampoco para llorar o lamentar, sino para dar solución.
A veces la frase, “al pueblo pan y circo”, viene muy bien. El conformismo con palmaditas en los hombros, chiqueos o mentiras, ayudan a cegar la realidad de los mexicanos mientras el escenario es lamentable. México lindo y querido “se escucha bonito”, y vestirnos con ropa de manta, guayaberas y guarachitos –aunque estén facturados en China–, pero las acciones que determinan al buen mexicano y gobierno son mucho más que una fiesta nacional.
Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
el 02 de septiembre de 2010
Manzanillo, Colima
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