jueves, 29 de julio de 2010

Inseguridad

En San Pancho, Nayarit, dormía por las noches con la puerta abierta de la casa en medio del paisaje verde. La morada más cercana estaba a cien metros de distancia. La tranquilidad me hacía recordar al Manzanillo de mi infancia, no hace más de dos décadas.

A finales de los años 80, doña Juana les vendía comida a los albañiles que construían las oficinas de las Agencias Aduanales en la colonia Burócrata. La Aduana Marítima estaba en el edificio federal, junto a otras dependencias gubernamentales, antes Policía Federal de Caminos, Secretaría de Comunicaciones y Transportes, e Instituto Nacional de Migración, estas dos últimas continúan ahí. Se construyó el primer edificio con cristales de espejo.

En la avenida Teniente Azueta, la exentrada al puerto interior de San Pedrito empezó a llenarse de tráileres y automóviles particulares. El andén lucía fatal. Durante años, en varias ocasiones lo “arreglaron” hasta pavimentarlo, olvidando dibujar alcantarillas, y no hace mucho tiempo colocaron luminarias. Todo esto fue gracias al crecimiento del comercio exterior en nuestro país. China es el segundo socio comercial de México, le antecede Estados Unidos de Norteamérica. La situación geográfica de Manzanillo, la llamada Cuenca del Pacífico, tiene ciertas ventajas competitivas en comparación a otros puertos de altura. Las importaciones del continente asiático favorecen el tráfico de mercancías, pues los buques arriban al puerto con carga de Asia, Norteamérica y Sudamérica. A mayor movimiento de contenedores, más personal se requiere en los puestos del ámbito comercial. Gente de otros estados de la República llega a trabajar en agencias aduanales, líneas navieras, consolidadores de carga, operadoras portuarias, transportista e incluso empresas importadoras o exportadoras orientales. Así inició la inmigración de personas al municipio. Los bolsillos de los empresarios engordaron al aumentar el volumen de las importaciones. El sueldo de los trabajadores al inicio era muy bueno, pues la primera generación de licenciados en Comercio Exterior salió en el año de 1999. Después, el exceso de egresados de las universidades abarató la mano de obra.

En el comercio internacional se manejan millones de dólares, y como a toda tentación siempre le sigue el pecado. La cadenita de la honestidad muchas veces es corrompida a ojos abiertos, tal es el caso de mercancías ilegales que vemos en los tianguis locales, que serán vendidas sin discreción por algún pariente de un trabajador del puerto; el tráfico de drogas, al escuchar en las noticias transmitidas por televisión que “se decomisan tantos paquetes de dólares o droga que venían dentro de un contenedor”, y le sigue la violencia ciudadana. La seguridad en esta ciudad es insuficiente. A tal grado de no ver patrullas haciendo rondines en las calles de zonas residenciales y observar las casetas de vigilancia en abandono. Tampoco se cuenta con personal policiaco en buenas condiciones físicas, algunos son obesos. Lo que puede verse es al convoy del Ejército.

Es una verdadera lástima leer en primera plana de los periódicos la muerte de un director operativo de Seguridad municipal a pleno día. Esto demuestra el grado en que el crimen organizado toma territorio y da testimonio del crecimiento no proporcionado en la salvaguarda de una sociedad. En el libro Voces de Iberoamérica de Juan Ramón de la Fuente, editado en 2007, él le hace una entrevista a Julio María Sanguinetti, expresidente por dos ocasiones de la República Uruguaya e inalcanzable luchador por la democracia y bienestar por los pueblos latinoamericanos. Éste argumenta respecto a la seguridad: “El asunto no es simplemente de gatillo fácil, comprende un conjunto de temas: es policía, es justicia, son hábitos de comportamiento, son mecanismos de seguridad colectiva en barrios, es una policía incorporada a un concepto de seguridad humana, digamos, es mucho más amplio. Esto es posible hacerlo; es decir, es cuestión de organizarse y tomar en serio el asunto. La labor de la inteligencia en la policía es más importante que la acción directa”.

Esperemos pronto que el gobierno municipal vaya tomando medidas preventivas y correctivas en la seguridad pública, educando a la ciudadanía a colaborar con las autoridades porque estos últimos acontecimientos de homicidios que se están dando años atrás son el principio de una ola de violencia pronosticada. Todo depende el costo que queramos pagar por el crecimiento del puerto, o quizá sería bueno caminar por la calle como lo hacen algunas mujeres en Chihuahua, abrazadas y cautelosas.


Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
29 de julio de 2010

jueves, 22 de julio de 2010

Salas de lectura

"El poder de la literatura trata de humanizar"
G.M.
Imagina que decides compartir libros y lecturas con tus conocidos y, ¿por qué no?, con desconocidos. Imagina que buscas un espacio, tu sala, tu oficina, el vestíbulo de tu apartamento o simplemente una banca en el parque de tu colonia para colocar 100 libros que poco a poco podrían convertirse en 300 mil.Están ahí los libros, tú y otros entusiastas que leen o escuchan lecturas”.Ésta es parte de la presentación de la página de internet del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), del Programa Nacional Salas de Lectura en toda la República mexicana.Un poco menos de treinta voluntarios, hombres y mujeres entre 30 y 75 años de edad, tienen salas de lectura en sus casas, oficinas, lugares públicos, biblioteca, la banqueta de la calle o donde puedan acomodarse.El pasado 3 y 4 de julio hubo capacitación para integrantes de Salas de lectura en la biblioteca Julia Piza, en Manzanillo, antes estación de tren.
El primer día, el instructor Gabriel Martínez enseñó a leer a los aprendices, leer de forma correcta con un ejercicio,"lectura colectiva", la que consistió en que cada lector debía leer en voz alta un libro del tema que le haya tocado. Una jovencita leyó la biografía del poeta Octavio Paz, la lectura transmitía imágenes de un documental; otra mujer leyó una novela erótica, la voz cambió drásticamente al momento de interpretar al personaje sensual; otro un libro infantil donde el oso apareció en la selva y el sonido feroz impactó en la biblioteca. El resultado del ejercicio fue una lectura más nutrida, mayor atención de los participantes, severidad en el efecto de puntuación y la ilación de historias.El narrador tiene la responsabilidad de dar buena entonación al texto, contextualizar el espacio en el cual se mueve el o los personajes; la puntuación permite que la voz descanse, respire desde la parte baja del abdomen y tome fuerzas para seguir con la lectura; la claridad en la voz debe ser limpia, entendible en las palabras pronunciadas; el volumen adecuado para ser escuchado tanto cerca como lejos, y la modulación es el ritmo con que se habla, si se lee la imagen de un hombre que le llora a su hijo muerto el día del funeral, el lector será el papá quien transmita la tristeza a sus oyentes.
El segundo día, Víctor Chi, narrador oral o cuenta cuentos, los guío para trabajar con la voz, cara y cuerpo. Enseñó a escenificar historias mediante la actuación. Hicieron teatro, vistieron ropas y arreglaron el espacio de acuerdo a los personajes o lugares a interpretar. Por supuesto que las habilidades de cada participante sobresalieron. Todos volvieron a ser niños.
Fue increíble ver a tanta gente positiva, voluntarios dispuestos a regalar su tiempo y ánimo para compartir la lectura desde las cocheras de sus casas, un local prestado, en el trabajo intercambiando libros o en la plaza de la ciudad. Este año Colima ocupó el primer lugar en recibir el primer acervo de libros de autores reconocidos como el recién fallecido Carlos Monsiváis, Carlos Fuentes, Elena Poniatowska, Ricardo Garibay, entre otros; no rezagos de títulos que anteriormente manejaba el programa.No leer deja de ser pretexto para quienes deseen crecer de forma intelectual y espiritual. Las letras son puertas abiertas al conocimiento, comprensión del pasado y la vida actual. Es una expresión del alma, un regalo de los escritores.
Desde hace 10 años las salas de lectura en Colima son el esfuerzo conjunto de la Secretaría de Cultura y Conaculta, gracias a la excelente respuesta de los promotores. Seguramente la calidez y la sencillez de los porteños son ejemplo para todos promotores de salas de lectura en los demás municipios del estado.


Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
el 22 de julio de 2010
Este artículo pudiera tener modificaciones

jueves, 15 de julio de 2010

Crónica de verano

La noche del sábado salí a la plaza comercial de Salagua a llevar un rollo de película de 35mm para que lo revelaran. La vestimenta que traía era sencilla: falda de mezclilla, blusa corta de flores oscuras y unas sandalias. Después de recoger las fotografías, Bella, mi amiga defeña, con su novio coreano me invitaron a cenar. Al llegar al restaurante la sorpresa fue ver a otro oriental en su mesa. El mesero que nos atendió intentó comunicarse con ellos: “¿Beer?”, después dio la media vuelta, momento en que le cuestioné: “¿Oiga, ya sabe lo que voy a comer porque no tomó mi orden?”. “Sí, los señores pidieron un kilo de arrachera, guacamole y queso fundido”. Ahí recordé la diferencia de culturas entre coreanos y mexicanos. Los comensales que se encontraban al lado volteaban a vernos quizá porque Henry, la pareja de mi amiga, comentó sobre la propiedad de la cebolla “bueno para el hombre, más fuerza”, dijo; “afrodisiaca”, afirmé. Bella, insistentemente llamaba por radio a Laura, una chica costeña, con el fin de que el amigo coreano la conociera. Al terminar de cenar nos dirigimos al bar. Al abordar el automóvil, la amiga y yo abrimos las puertas de la camioneta, mientras los asiáticos recién se habían montado a los asientos sin seguir las reglas de etiqueta en Mexico –abrir la puerta a una mujer al subirse al carro–. Llegamos a buena hora, tuvimos la suerte de tener una mesa para los cuatro, y la silla extra para la futura pareja del coreano. El nombre de Laura permaneció toda la noche. Yo sólo reía de las ansias que tenía el asiático por estar con la ausente. El local empezó a llenarse en pocas horas. En la mesa contigua había jóvenes californianos, ellos brindaron y una mujer posó para la cámara de chicos mexicanos; los belgas de treinta y tantos años entraron; un trío de mujeres cuarentonas que estaban en la barra pelaron los ojos al verlos; luego tres muchachos coreanos, compañeros de trabajo de quienes íbamos, se acercaron a nosotros para brindar, decían “salud”, luego de la quinta copa. La excompañera de universidad pasó dos veces frente a mí sin notar mi presencia; la vi coquetear con el músico de la banda, diez años menor que ella. “Do you like here?”, le cuestioné al asiático. “Yes, it´s the first time that i come”.
Todo el ambiente era una danza de cortejo. Las damas guapas, alivianadas, turistas nacionales y extranjeras, miraron sonrientes a sus posibles presas masculinas.

Ellos, con rostros seductores, bajaron la guardia hasta lograr conversar con la chica que les gustó. En la fila para ir al baño, las chicas hacían amistad con elogios del buen gusto de sus atuendos o accesorios de vestir. En broma, Bella y yo comentamos que debíamos buscar a nuestro Lauro al ver florecer tantos cuerpos varoniles, pero era imposible, nuestros acompañantes nunca nos dejaron solas. Las veces que suelo frecuentar el lugar no tenía el gusto de observar a la gente seducirse. Parecían canarios de cautiverio. El ave canta con insistencia para llamar la atención de la pájara, ésta se rehusaba o accede al galanteo. Parejas en sincronía o disparejas conversaban. Quizá el calor, las vacaciones de verano o la sangre de los costeños, es lo que hace las noches más sabrosas en Manzanillo.

Después de la una de la mañana nos retiramos del bar sin poder ver quién salió con quién. Lo único que sé es que Laura nunca llegó y el coreano no apaciguó las ganas de conocerla. Seguro al día siguiente tendría otra oportunidad.

Algunos negocios nocturnos fungen como prostíbulos sin tener ese giro, pero los clientes hacen del lugar el punto de reunión. Así pueden verse pasarelas de mujeres y hombres en busca de compañía, ésta por unas horas o quizá para darse un noviazgo. En el puerto existen muy pocos bares, pero suficientes para divertirse de acuerdo a la preferencia de los clientes: en Bar Antiguo, donde a determinada hora es difícil distinguir entre lo atrevido y la decencia. Asiste personal de la Armada, hombres maduros, y la música que ameniza es cumbia hasta reguetón. Los bares con estilo, jóvenes veinteañeros disfrutan la música electrónica, lucen sus mejores ropas, y el bar de los desalineados, donde el único fin es pasarla bien. Cuando se es joven todo es permitible y lo único prohibido es arrepentirse del por qué no hice tal cosa. Al final de cuentas, la vida es una crónica de verano.



Elsa I.González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
el 15 de julio de 2010
Este texto pudiese tener cambios
a la publicación.

domingo, 11 de julio de 2010

Metástasis

Las ganas de ser donadora de sangre se quedó solo en intenciones. El doce de septiembre de 2001 a las ocho de la mañana, un enfermero presionó mis venas del brazo derecho e izquierdo con una liga, los hilos verdeazul de mi piel se asomaron. “No puedo sacarte sangre, tus venas son muy delgadas y podría lastimarte”, dijo. Cabizbaja salí del cuartito que fungía ser Banco de sangre del Centro de Cancerología de Colima. Los años pasaron, desconozco si la chica a quien le daría un poco de mi mar vivió. Por alguna razón algo hizo que regresara.

El tratamiento semanal de Esperanza era a las nueve de la mañana en el Centro de Cancerología de Colima. La mujer espero sobre una silla de plástico en el pasillo contiguo al cuarto de aplicación de quimioterapia. Los segundos se escurrieron entre las hojas de las plantas hasta llegar a una hora y media de espera. En el tiempo muerto, Esperanza entabló conversación con Milagros, una señora que apenas conoció a quien le habló con voz alegre, río y susurro el nombre del ginecólogo negligente que ayudó a padecer el cáncer metastásico- extendido- y comentó “Las amigas cancerosas en las reuniones rezamos: Padre Pipo que estás en los pinos, santificado sea tu nombre, vénganos a nosotros los dineros, que no nos falte o cancelen el programa de gastos catastróficos, danos hoy nuestra quimo como nuestra radio, no nos dejes caer en el ataúd y líbranos de la fosa común, no nos dejes recaer en el cáncer y líbranos de los malos médicos juntos con sus diagnósticos. Amén.

La mayoría de las personas que vamos al Centro de Cancerología, es debido a una negligencia médica. Si los anuncios de televisión dijeran visiten a su ginecólogo oncólogo la detección del cáncer sería de inmediato y no pasaríamos por los errores. Gracias a mi insistencia hubo cirugía, el tumor fue mal extirpado, no lo quitó de raíz ni unos centímetros más del tamaño real; por rutina las muestras se canalizaron al laboratorio y el diagnostico fue cáncer”, comentó.

Los médicos concluyeron la junta de los lunes a las diez y media sin pedir disculpas por la demora, pareciera que la vida de los pacientes la tienen en sus manos. De inmediato las enfermeras empezaron a nombrar a las personas que iban a recibir tratamiento.

El cuarto de aplicación es amplio, no muy grande, suficiente para caber un promedio de quince sillones individuales, un espacio pequeño a los lados, un tripoide que carga una bolsa con medicamento y una manguerita transparente en el que bajará hacia el catéter. La administración de los fármacos a través de el para la destrucción de las células cancerígenas, puede durar de tres a cinco horas dependiendo del tratamiento que requiera el paciente, sin olvidar que a las tres de la tarde paran la aplicación de las quimioterapias en el Centro.

Esperanza, Milagros y otras mujeres entraron al cuarto y tomaron asiento; una muchacha de ropa blanca, se acercó a colocarles la vena artificial dentro del catéter, sella el derredor con gasas y cinta adhesiva. Después se retira. Cada convaleciente debe cuidar el fluido del medicamento para evitar posibles derrames, a su vez tiene que ir en compañía de algún familiar, este permanece en la terraza y da sus vueltitas con el para esta al pendiente de lo que se le ofrezca. Tres horas después, Esperanza termina el tratamiento semanal, está lista para partir. En el pasillo su amiga Crucita la recibe con una sonrisa, le dice“¿ya?, ahora vamos a comer”. Las dos se marchan a empezar el día.

A las tres de la tarde salí del Centro de Cancerología. Ahora estoy aquí sobre el colchón de la cama con el cuerpo pesado, los hombros y la espalda tensa, quiero levantarme pronto para ir a la cocina a preparar comida; tengo cansancio, tal vez sea buena idea tomar café y leer un libro o cerrar los ojos para abrirlos mañana.





Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
08 de julio de 2010

jueves, 1 de julio de 2010

Cúcu


A mi Pepe


GARY dijo que nosotros teníamos un cucú de verdad que no necesitábamos más.


Pepe murió el domingo 27, a las cuatro treinta de la mañana. Mientras yo escribía en
la computadora, lo oí caer del columpio de la jaula. Le hablé a mi madre para que viniera a verlo. Ella lo sacó de ahí, estaba bocabajo, le habló con palabras cariñosas; él parpadeó lento por escasos dos minutos hasta dejarlo de hacer. El viernes 25 olvidé cerrar la puerta de la azotea. Un gato callejero entró, hirió al perico en el pecho y en su patita izquierda. Lo encontré convaleciente, en realidad pensé que lo mató en ese instante, pero logró dar unos pasos y todavía intentó defenderse de mí cuando lo tomé para revisarlo.

La abuela paterna al jubilarse hizo un viaje a Europa y Asia hace más de treinta años. En realidad no me di cuenta cuándo fue al extranjero, porque en aquel tiempo debí tener tres años de edad o quizá aún no nacía, me enteré porque en casa teníamos de adorno en el librero, una pareja de bailarines sevillanos, una muñeca rusa, adornos de porcelana y carpetas chinas. En su residencia había un reloj de cucú que seguro trajo de Alemania o Suiza. El reloj musical fue el centro de atención de toda la familia González. Mirar el lugar donde estaba, esperar la media hora para escuchar el cucú del pájaro y el tan tan del minutero, era algo que compartíamos con gusto. Después, los nietos crecimos y la abuela falleció hace once años. El reloj no supe quién se lo quedó.

El año pasado, en un viaje que la hermana hizo a Europa, me informó por correo electrónico que compró un obsequio para mis padres y le era imposible cargar el paquete de un país a otro, razón por la que decidió enviarlo por paquetería de Alemania hasta Manzanillo, México. El regalo llegó a la oficina postal antes de su regreso. Pregunté la cantidad a pagar de impuestos, me la dieron junto con el documento de notificación de arribo e indicación de los días libres de almacenaje. Volví a los pocos días con el dinero. Mexpost me entregó el pedimento y factura comercial. La caja de cartón estaba pesada y voluminosa. Caminé la calle México y paré un taxi. Al llegar a casa, esperé que mi madre estuviera presente al momento de abrir el bulto. La hermana advirtió lo que contenía la caja, pero mamá lo desconocía. Abrí los extremos de las grapas que tenían las tapas de cartón y rompí la cinta adhesiva que las unía; saqué la película plástica de burbujas, pedazos de hielo seco, y se asomó una casita, tres pesas de hierro y un péndulo de cerámica con un grabado de dos aves y cinco flores blancas.

El reloj de cucú es una casa de madera con tejaban de doble agua de dos plantas; en medio tiene una puertita cerrada la cual se abre y sale un pájaro cucú al marcar treinta minutos de tiempo; en cada lado hay un balcón que muestran cortinas blancas sin faltar las flores; un carrusel de bailarines da vueltas y trasmite un sonido como cajita musical; abajo, en cada extremo un pino; un perro San Bernardo con su ánfora en el cuello, una pareja de niños abrazados, una cubeta, plantas, piedras, una rueda que parece timón, y en el centro el reloj con números romanos.
El cucú recobró vida luego de estar sin funcionar gracias a que Gary, que nos visitó el Día del Padre, le dio cuerda y lo acomodó bien sobre la pared del comedor. Pepe, al estar malito, coloqué su jaula sobre la mesa donde comemos para vigilarlo mejor.

Fue conveniente descolgar el reloj del clavo para dejar descansar al perico; al momento de quitar la casita de madera, las manecillas pararon a las once y cinco de la noche; lo llevé a la recámara vacía con la esperanza de que pronto volvería a su lugar.

“Ya no tendremos más pericos”, le dije a mi madre al verla despedirse de Pepe. Me acerqué al moribundo, sus ojos negros pelones nos miraron con tristeza; los parpados amarillos verdosos quedaron a la mitad del iris, su corazón palpitó de prisa y el cuerpo comenzó a entumirse. “Está asustado”, dijo mamá, después el animal emitió un sonido agudo: “Mmmm”, y murió.

Al final, Pepe no murió en cautiverio sino en las manos de la mujer que derramó lágrimas de agradecimiento. Él entregó su vida con amor hasta perecer. Regresaré al cuarto a tomar el reloj de cucú y lo colgaré en la pared a la que pertenece. Cada media hora que salga el pájaro de su casita, pensaré que es mi eterno Pepe.


Elsa I. González Cárdenas
Publicado en Diario de Colima
01 de julio de 2010
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