jueves, 18 de agosto de 2011

El ser humano y sus relaciones con el medio ambiente


PONENCIA del 21 de mayo de 2011 en el Museo de la Medicina Maya, San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Gustavo Castro, representante de la Organización Civil “Otros Mundos”.


“No podemos olvidar la relación y vinculación que hay con la pobreza urbana y la pobreza que se da en las zonas rurales. He de confesar que la cifra casi me hace llorar porque es muy fuerte. Hemos estado constatando cómo la pobreza urbana va creciendo cada vez más y el desplazamiento de la población indígena y campesina hacia las zonas más pobres.

“Me parece que el tema de salud, medio ambiente, derechos humanos, interrelacionados realmente tienen una riqueza muy profunda en el sentido que salud es todo, no solamente es el servicio del hospital, sino salud significa trabajo, comida, salud mental, un entorno sano en el que podemos disfrutar todos de los derechos humanos más elementales.

“Y todo el tiempo nos estamos preguntando: ¿Por qué va creciendo esta pobreza? ¿Cómo es que va aumentando los millones de miseria? Estamos convencidos que la pobreza urbana es más difícil que la pobreza rural.

“En las zonas rurales, de cualquier manera es más fácil por lo menos que tengas un terreno, y si no quieres salir no sales. En la zona urbana necesariamente necesitas dinero, si no tienes dinero no tomas agua, si no tienes dinero no compras una manzana para comer, si no tienes dinero no puedes pagar una habitación, si no tienes dinero no pagas la luz. Esa pobreza y situación de hambre y miseria va aumentando, repercutiendo cada vez mayor en zonas de precariedad.

“Pocos nos preguntamos en las ciudades: ¿Qué es lo que está pasando en el campo y por qué sigue llegando gente expulsada de ahí? En nuestro estado, por ejemplo, Chiapas, la pregunta es: ¿Dónde piensan que van a vivir? Cuando un millón doscientos mil hectáreas que han sido concesionadas a la minería, ¿dónde van a meter a tanta gente expulsada de las zonas rurales?, principalmente a las empresas transnacionales canadienses.

“Y uno se dice: ‘No queremos después que haya más cinturones de miseria en las zonas urbanas’. No solamente implica el desplazamiento, sino contaminación y problemas con el medio ambiente. Fácilmente cualquier empresa minera que está extrayendo el oro en la zona de Motozintla, Siltepec, y en otras regiones, está llena de concesiones a explotación minera a cielo abierto, eso significa tumbar bosque, árboles, la capa vegetal para poder sacar el oro.

“Una empresa minera puede gastar un millón de litros de agua cada hora y eso es lo que una familia indígena puede consumir en 50 ó 60 años. Si a eso le súmanos la cantidad de cianuro que se gasta –puede ser entre 10 ó 15 toneladas–, y regresa a las cuencas.

“No en balde hay una resistencia en toda la región de Centroamérica, Sudamérica, contra la depredación ambiental que están generando las empresas mineras; además, el desplazamiento de la población, problemas de cáncer, falta de agua en las comunidades, y eso ya lo estamos viendo en el estado.

“Una región donde se está extrayendo la barita, un mineral con explosivo, abren las grietas de las montanas, los arroyos se cuelan ahí. La gente ya no tiene agua. El agua está contaminada. El ganado se muere. Todos los días hay una vaca muerta, pescados y niños con enfermedades en la piel. Ése es el problema de salud. ¿Cómo podemos nosotros suponer que los gobiernos van garantizando el derecho a la salud? Pues, efectivamente, procurando que la población no le sea rebatada la comida, el agua y su vivienda.

“Estamos observando las cantidades de población indígena y campesina migrando no sólo a Tapachula, Tuxtla Gutiérrez, San Cristóbal, sino a los Estados Unidos. Igual está pasando en los estados de Oaxaca y Guerrero.

“El último estudio que ha impresionado mucho es que un 30 por ciento del territorio mexicano está concesionado a la minería. Eso significa que alrededor de 25 mil concesiones con unas doscientas empresas extranjeras –la mayoría canadienses– están extrayendo por todos lados: oro, barita, plata, plomo, carbón, lo que sea. Esto está implicando afectaciones al medio ambiente irreversibles y obviamente un desplazamiento de población que lo estamos viendo en las ciudades, cómo vienen de las comunidades buscando una opción de vida.

“Si la gente protesta, reclama los derechos humanos, pide que le sean respetados el derecho a la tierra, la educación, el agua, la salud, entonces son criminales y observamos todas las leyes de seguridad nacional, las leyes antiterroristas, porque todo aquel que proteste por sus derechos humanos va a ser terrorista. Entonces hay que meterlos a la cárcel. Hay que evitar que la gente proteste y exija sus derechos humanos.

“No solamente me refiero al problema del medio ambiente que genera la minería, también están las represas. En todo el país hay cantidad de proyectos de represas para represar los ríos. Ése es otro gran problema que tenemos aquí en el estado. En Oaxaca, Jalisco y Centroamérica hemos represado del 60 por ciento de ríos del planeta. Cincuenta mil grandes represas en todo el mundo que han desplazado a 80 millones de personas y se han inundado casas, pueblos culturas enteras y deforestando en nombre del desarrollo.

“Al final de cuentas, quienes son los beneficiados del desarrollo. Otra vez lo que vemos, desplazamiento, deforestación, cambio climático, afectación al medio ambiente y problemas de salud.

“La gente no tiene para comer, tiene que ser desplazada la mayor pobreza, se va a las ciudades, busca tener nuevas posibilidades para obtener comida. Si a eso le agregamos como el Tratado de Libre Comercio ha permitido la introducción de cantidad de alimentos subsidiados de Estados Unidos, la gente no puede competir.

Cuando el gobierno de Estados Unidos subsidia hace algunos años 180 mil millones de dólares para la agroexportación, grandes transnacionales como Monsanto, Bayer, pudieron reducir sus costos un 40 por ciento a 60 por ciento gracias al subsidio. Abren las fronteras e inundan millones de toneladas de todo lo que ustedes quieran. Mil doscientos productos agropecuarios entran sin pagar un solo arancel, un centavo de impuesto, además con muchos subsidios. El indígena, el productor, no puede competir así. ¿A quién le van a comprar la papa, el tomate, el arroz, el frijol y el maíz? A la gran empresa que trae un subsidio enorme y viene con un precio muy bajo. Más pobreza, más desplazamiento a las ciudades y Estados Unidos.

“Cuando hablamos de derechos humanos también nos estamos cuestionando: ¿Cómo los gobiernos están garantizando el acceso, disponibilidad a la comida, a la tierra, vivienda al agua? ¿A quién estamos beneficiando? Eso nos estamos preguntando todo el tiempo: ¿Cómo podemos garantizar el acceso a los derechos humanos más elementales en la medida que va avanzando una pobreza galopante no sólo en el estado del país, sino en toda América Latina? Decimos: ya basta, algo tenemos que hacer. ¿Qué nos toca hacer a cada quien? ¿Qué nos toca aportar en esta realidad? El problema no es de la población que tiene menos acceso, sino es estructural.

“¿Cómo podemos convocarnos para hacer transformaciones no solamente estructurales, personales, familiares, comunitarias para hacer de este mundo un mundo donde quepamos todos y todas? Porque curiosamente se dice que hay una crisis del agua, pero hay agua para todo el mundo. “Otra cosa es que la tratemos mal y que la contaminemos, pero el agua dulce alcanza para 6 veces la población mundial.

“¿Por qué algunos no tienen agua? Es la década en la que más millones de toneladas de maíz y de semillas se han producido en el mundo. ¿Por qué es cuando más niños mueren de hambre? Comida alcanza para todos, agua, tierra alcanza para todos. ¿Qué es lo que está pasando, entonces? ¿Por qué hay esa desigualdad?”.

En esta reflexión de salud, derechos humanos y medio ambiente es para que podamos hacer una sola cosa: luchar para tener una sola esperanza, luchar para hacer que en nuestro mundo quepamos todos y todas para que seamos felices.



Elsa I. Gonzalez Cardenas
Publicado en El Diario De Colima
el 18 de agosto de 2011
Manzanillo, Colima

jueves, 11 de agosto de 2011

Carrera profesional

La P minúscula tenía el sueño de ser abogada. Cuando creció y se convirtió en joven pidió el apoyo de sus padres para estudiar la carrera de derecho en la capital. Su papá no quiso solventar los gastos y sugirió que mejor estudiara una carrera que hubiese en el puerto. Las únicas que existían en el año 1995 eran las licenciaturas en el área de ciencias sociales: Administración de Empresas, Contabilidad, Informática y Comercio Exterior.

Esta última era de nueva creación en ese ciclo escolar, por lo que ante la demanda de un ciento de jóvenes, hicieron abrir dos grupos. Uno de ellos recibió el apodo Tutifruti. Aún así la P soñaba en ser abogada, cargar en su mano izquierda un portafolio de piel, vestir medias, zapatillas, saco y falda para ir a abogar por los clientes. Creía que se convertiría en una buena defensora de los inocentes porque su enfoque sería criminalista. La P mayúscula, hermana mayor de la P minúscula al saber la negativa del padre hacia el deseo de la menor, ofreció su ayuda económica. Días posteriores las dos “P” fueron al banco a abrir una cuenta bancaria donde le depositaría dinero cada determinado tiempo.

En aquél entonces la universidad impartía cursos propedéuticos para nivelar o reforzar las enseñanzas del futuro alumno antes de ingresar a la carrera. Al término vendría la aplicación del examen de admisión: Ceneval (Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior, A.C.).

El día de la publicación de las listas de los resultados de los candidatos aceptados por la institución educativa, la P minúscula no quedó en listas. Ella consciente de ser una estudiante promedio y de no contar con un promedio excelente tuvo que regresar a Manzanillo, elegir la carrera que más le gustaba y estudiarla. Eligió administración de empresas. Al quinto semestre pidió el cambio a comercio exterior, se lo dieron por demostrar interés y asistir a un club de comercio exterior que el catedrático R impartía los sábados por la mañana. En aquella época el número de alumnos del salón Tutifruti se redujo a un grupo de cincuenta y tantos debido a que muchos chicos desertaron.

A la P minúscula le fascinó la carrera. Ahí tuvo la fortuna de conocer algunas herramientas que más tarde utilizó en el ámbito laboral. Hizo buenos amigos de los que ahora conserva y también conoció agrandes amores.
Ya adulta comprendió la inmadurez que cometió en restarle importancia en la carrera profesional a elegir, en optar por la comodidad del turno matutino y en descubrir un poco tarde su vocación.

Ayer la Universidad de Colima publicó la lista de los candidatos aceptados a nuevo ingreso de nivel medio y superior. No es de sorprenderse que padres de familia buscan ayuda para incorporar a sus hijos en las preparatorias y facultades de su preferencia por comodidad, sin diferenciar la importancia de elegir una carrera profesional por vocación. Más que un favor para los jóvenes hacen de ellos una dependencia en facilitar los caminos de la vida a los cuales transitarán.


Elsa I. Gonzalez Cardenas

Publicado en El Diario De Colima

El 11 de agosto de 2011

Manzanillo, Colima, Mexico

sábado, 6 de agosto de 2011

Los moyos y el churupete

En El Naranjo, en tiempo de lluvias, he visto familias enteras ir tras ellos. Unos estacionan sus vehículos en el carril derecho de la carretera sin importarles que sea de un solo sentido, y quienes suelen caminar, transitan en medio de los dos. La gente va con sus lanzas caseras hechas de palos y cuchillos amarrados en un extremo. Niños, mujeres y hombres bajan a los matorrales a buscarlos. Los moyos salen, atraviesan el asfalto para ir al otro lado del cerro. Algunos suelen correr rápido al sentir la presencia de intrusos; los valientes se enfrentan al atacante con sus tenazas y los más lentos son presa fácil.

Cientos de cadáveres uno sobre otro pasaban frente a mí en cubetas de plástico cargadas por los aniquiladores. Por desgracia, no todos perecen pronto. Los moribundos sufren, luchan contra lo imposible por escapar, pero no tienen éxito.




Por el camino que conduce a Vida del Mar, los cangrejos, moros o moyos luchan por sobrevivir ante el acecho del asesino. Desde el amanecer hasta después de que el cielo se pinta de azul, naranja o rosa, los crustáceos no paran de huir. Si las lanzas no atraviesan sus caparazones, el peso de las llantas de un automóvil los matan o son devorados por los animales nocturnos.

Miles de moyos de colores: rojo, morado, beige y gris viven entre el barro del cerro, la tierra, las plantas y los jardines de las casas de playa. Aparecen en las terrazas, paredes ásperas de una sala –cuando hay quietud–, muertos en el fondo de las albercas y restos de sus cuerpos en el césped.



Los visitantes y dueños de los inmuebles cercanos a Vida del Mar prefieren ir a jugar golf, disfrutar la vista de la playa que cazar moyos; en cambio, los porteños optan por matarlos para comer gratis el manjar del Pacífico, sin hacer ningún aporte a favor de su hábitat y reproducción.

Al principio pensé que él aluzaba el pasillo del hogar para cerciorarse que todo estaba en orden. A los pocos minutos una luz verde fosforescente caminaba en el piso. Entonces creí que se trataba de una luciérnaga. Sonreí feliz para verla cerca. No era una luciérnaga. Lo supe cuando el insecto luminoso de aspecto raro voló hacia la cabecera de la cama. Éste tenía patas negras, grandes y flacas como vara, cuerpo alargado al igual que los ojos, pero éstos brillaban. Pese a su rareza, el animal no dormiría conmigo, menos si desconocía de quién se trataba. Pues sólo tenía dos opciones: dejarlo ahí a corta distancia de las almohadas estorbosas o intentar sacarlo a uno de los dos balcones que dan a la terraza o al jardín lateral. Temerosa tomé la segunda alternativa. En ese momento la cuestión fue saber cómo atrapar sin dañar.

El animal luminoso y cuerpo de tres centímetros carecía de atractivo, pero sus ojos tipo avispón llamaron mi atención. Para no lastimarlo, cogí una hoja del periódico con recetas de cocina que rondaba desde hace semanas en la mesa del televisor, hice dobleces, dejé dos orificios al inicio y final de la página, tapé un agujero con la mano, por el otro debía lograr que el extraño insecto entrara. Cuando estuve frente a él, lo arrinconé en el cuadro de mosaico con imágenes de una boda mexicana, empujé sus patas sin lastimarlo, pronto cayó al papel, dirigí mis pasos a la puerta del balcón de la terraza y lo arrojé por debajo.

Al día siguiente indagué el nombre del insecto por internet. Lo único que pude encontrar después de tanta polémica en un foro para discernir, que no se trataba de una luciérnaga, fue una grabación de baja calidad cuyo protagonista era un insecto parecido a quien le llaman en las costas de Guerrero “churupete”.



La noche siguiente, el churupete se asomó por el ventanal de vidrio. Tuve la idea de tomarle una fotografía, pero no lo hice. Ahora, cada medianoche, antes de dormir, tengo la esperanza de que vuelva, por eso recorro las cortinas blancas de la habitación y espero su llegada.


NOTA
Los moyos y el churupete despertaron en mí la curiosidad de conocer y observar el comportamiento de la fauna silvestre que hay en El Naranjo.



Más adelante escribiré textos sobre la experiencia que vivo con los animales y subiré fotografías en el blog de esta columna para darlas a conocer. El único afán que persigo es concientizar a los lectores de preservar las especies, cuidar el ecosistema y que tengan conocimiento de lo maravilloso que es aprender de ellos.


Link
http://www.youtube.com/watch?v=9E_tnPUSjjU

Elsa I. González Cárdenas
Publicado el 04.08.2011
En El Diario De Colima
Manzanillo, Colima