jueves, 28 de febrero de 2013

martes, 26 de febrero de 2013

Olas de La Boquita (video)



Olas de La Boquita, es una grabación corta de la playa en Manzanillo, Colima.
En realidad las olas son pequenas, lo que las engrandece es la posición de la cámara como fueron captadas las imágenes.

Disfruten su mar.



E. Gonzalez
25 de febrero de 2013
Manzanillo, México

jueves, 21 de febrero de 2013

Carta al presidente municipal



Ayuntamiento de Manzanllo
Grabado sobre linoleo
Enrique Martinez 






SEÑOR presidente municipal, Virgilio Mendoza Amezcua, soy su servidora quien firma el texto, aunque en teoría debería ser al revés, usted es mi servidor y el de la sociedad manzanillense. 
Le escribo en calidad de urgencia por dos simples razones: una, porque me preocupa y amo a Manzanillo; dos, quiero saber en qué puedo ayudarlo. También tengo varias interrogantes para usted. Es de suma importancia despejarlas para desaparecer las dudas: ¿Cree que sea posible transparentar su plan de trabajo, detallar cómo lo va a llevar a cabo o si ya está realizándolo? Tal vez pensará que no leo el periódico, donde los reporteros publican su fotografía y dan crónica de sus acciones. No puedo mentirle, sólo leo las notas que considero importantes, así que a veces lo sigo y otras no. 
Considero primordial un acercamiento consciente entre usted y su equipo laboral para que trabajen con resultados notorios a corto plazo. Por supuesto, estoy consciente de que muchos de ellos desempeñan sus funciones con la vocación de verdaderos servidores públicos, e incluso dejan pasar la hora de la comida con tal de servir a los porteños. En dicha reunión deberían hacer un proyecto sobre el disfrute de estar en armonía en la ciudad.
Le cuento que en la colonia Burócrata, desde el año pasado continúan en el camellón los castillos enormes de alambre recostados en el piso, hoyos de tierra asomando las raíces de los árboles muertos, y barreras plásticas de color naranja impidiendo el paso a los peatones. No vaya a pensar que lo responsabilizo de la acción, sin embargo, pido tomar cartas en el asunto sin esperar la decisión final de la construcción del túnel ferroviario en la zona de San Pedrito, cuyo distribuidor vial está contemplado hacerse en dicha área.  Por otro lado, no sólo ahí, sino en todo Manzanillo, los conductores de vehículos particulares, de empresas privadas hasta de extranjeros, estacionan sus vehículos en franjas amarillas, esquinas y curvas; padres de familia pasean al hijo pequeño en la moto sin siquiera ponerse el casco, y un sinfín de cosas pequeñas que se convierten en grandezas. 
Sabe, desde hace días, lo que más me sorprendió fue ver algunos camiones urbanos circular por las calles sin placas, y cuando las portan, apenas se alcanzan a ver; sobre los gafetes de los choferes, de acuerdo al reglamento de Tránsito y Vialidad, debe de estar a la vista del usuario del transporte urbano; en realidad no es así. 

Cada mañana, antes de levantarme de la cama, sonrío, doy gracias a Dios de estar viva, pido para que durante el día me proporcione paciencia, pues no se imagina cuántas ocasiones la pierdo al salir a la calle, al observar a tanta gente actuando de manera contraria a como se debería vivir en sociedad: en un relativo orden y armonía. 

Por ejemplo, si manejas por el boulevard, percibes la nula seguridad que existe para el peatón al cruzar la acera de la Torre Puerto al tramo de Fondeport, los policías de Tránsito y Vialidad, en muchas ocasiones no les llaman la atención a los malos conductores de los colectivos, que gozan de completa impunidad, y los supervisores jamás abordan los móviles para cuestionar sobre el servicio recibido a los pasajeros.
No es la poca disponibilidad de querer vivir en orden dentro de la sociedad lo que preocupa, sino la indiferencia de convivir en paz y en armonía. Nos estamos convirtiendo en una plaga que crece rápido, donde ya no importa recuperar el respeto del prójimo. Los niños están percibiendo con descaro comportamientos nada amigables de los padres, ante las personas que no están dentro su mismo círculo de clase social. Quizá eso no importa para muchos, pero es un modo de diagnosticar el futuro que les espera a las nuevas generaciones: falta de consciencia y participación ciudadana. Si esto fuese sólo un comportamiento usual en los porteños, créame que jamás le enviaría esta carta; pero seamos sinceros, nos estamos descomponiendo como sociedad, por eso es importante actuar desde la raíz del problema. 
Señor presidente municipal, solicito de favor haga bien su trabajo. Salga un día a la calle sin prisas, ni gabinete, ni guardaespaldas; recuerde viejos tiempos cuando aún no era servidor público o reelegido en su cargo, sea un porteño común, así podrá darse cuenta lo mucho que hemos cambiado, pero para mal. 
De favor, le pido que desaparezca por completo la impunidad para todo aquel que no quiera obedecer las reglas de urbanidad, y esto no sólo va para nosotros los ciudadanos, también para su equipo de trabajo que debe salvaguardar el orden del puerto. Si considera que puede con la encomienda, lo felicito, si no, que el pueblo lo juzgue a través del tiempo por ser un mal político. 
Reitero lo dicho al principio del texto, dígame en qué puedo ayudarlo. Muchas gracias, señor presidente. 

Elsa I.Gonzalez Cardenas
Publicado en el Diario de Colima
El 21 de febrero de 2013
Manzanillo, Colima, Mexico 

viernes, 15 de febrero de 2013

Secuestro virtual 2/2


“Prende la luz, conecta el cargador nuevo al teléfono, saca el chip del viejo y rómpelo”, ordena uno de los interlocutores. Dijeron que iban a respetar, se portarían bien conmigo, sólo investigarían quién había hecho la denuncia telefónica. 

A las 19:00 horas de ese viernes, ellos se comunicaron con mi hijo, después me ponen en comunicación con él. La conferencia telefónica era malísima, a veces se cortaba la llamada. Le instruí qué hacer: “Haz lo que te pidan”. El tono de voz bajó, al mismo tiempo que anunció que ese viernes no dormiría porque estarían llamando toda la noche, y así fue.



Para mi mala suerte, la batería del aparato se agotó, tuve unos nervios tremendos, casi entro en pánico cuando de repente se escucharon unos golpeteos en la puerta de la habitación. Cuestioné quién era, una voz femenina argumento: “Le llama por teléfono su primo”, era él, uno de los secuestradores virtuales. Respondí a su llamado. Me hizo saber que habría cambio de turno, otro compañero cubriría su ausencia. Esa noche me la pasé con el auricular pegado a la oreja. Para evitar que durmiera, el relevo charló conmigo. Hablamos del lugar donde nací, de cosas intrascendentes. Aunque quería dormir, no podía, debía estar alerta. Así estuve  hasta el sábado. La bocina del teléfono ya me quemaba. Les dije a los hombres que la renta del cuarto vencía a las doce del día; ellos indicaron que pagara y encargara comida, pero ni hambre te da. De cualquier manera, pedí fruta. Por la noche, argumentaron los interlocutores que ya iba a descansar. El domingo, los tipos se empezaron a desesperar. La negociación con mi hijo no estaba resultando como lo esperaban; para recuperar mi libertad pedían 250 mil pesos, cantidad que ambos, ni juntando el dinero, la tenemos. 



Las amenazas hacia mi hijo de hacerme daño fueron aumentando al saber que todavía no conseguía el dinero. Cada ocasión le inquirían si ya había logrado juntarlo. En ese momento ya no eran 250 mil, sino 150 mil pesos: “Si no consigues ese dinero a las 8 de la mañana, vamos a meter a tu madre en un tambo con ácido”.



Ya me imagino la angustia que sufrió mi hijo. Qué horror. Pero no fue tonto, se movió entre sus amistades y contactos, también pudo investigar en internet en qué consiste el secuestro virtual, hasta aparece un número de teléfono celular de larga distancia, de Altamira, Tamaulipas. Por eso decidió hacer una denuncia ante el Ministerio Público. Por fortuna, recibió apoyo de la autoridad. Pudieron tranquilizarlo y orientarlo sobre ese tipo de casos. Ahora lo lamento. ¿Por qué hice caso a esa primera llamada?, ¿por qué reaccione como tonta? No quiero hacerme más preguntas sin resolver. 



El domingo por la noche, los delincuentes virtuales dejaron de marcar mi número de teléfono. El lunes por la mañana siguió así. Por fortuna, una luz iluminó la razón y olvidé el miedo, encendí el aparato viejo y le llamé a mi hijo dándole las referencias donde me encontraba. A los pocos minutos, arribó la policía para rescatarme, librarme de un secuestro que nunca fue físico, sino virtual, pero el pánico y trauma que causó en la familia y en mí fue horrible.


Por favor, pasen la voz para que no les suceda lo mismo.





Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
El 14 de febrero de 2013
Manzanillo, Colima, Mex.

viernes, 8 de febrero de 2013

Secuestro virtual (1/2)

Un viernes por la tarde, sonó el teléfono de casa. Micaela contestó. Le dijeron quién era, algo así como la PGR (Procuraduría General de la República); preguntaron por mí. Quise responder, pero ya habían colgado. Por segunda ocasión, el timbre del teléfono avisó la llamada entrante, Micaela responde. Unos segundos más tarde contesta las preguntas de su interlocutor con plena confianza. Su expresión era de miedo. Pregunta quién es; ella argumentó con voz temerosa: “Los Zetas, los Zetas”. 



Le quité la bocina a Micaela. Escuché al interlocutor que aseguró que alguien había hecho una denuncia telefónica de ese número. Segundos después hablaba con otra voz masculina. Ellos cuestionaron cuántas personas estaban en casa. Di la información. Me ordenaron salir, interrogaron con cuánto dinero contaba en ese momento, comenté que mil pesos; no creyeron. Sus palabras retumbaron en mi alma: “Hija de tal por cual, si vamos a tu casa y descubrimos que tienes más, te vamos a masacrar”. Tenía 2 mil pesos. “Agarra el dinero que tengas porque afuera están mis hombres”. Amenazaron con hacerle daño a mi familia. En seguida, un listado de groserías salió a través del auricular. 

Cuestionaron cuántos números de teléfonos celulares había en casa y mi número de teléfono celular; se los di. Salí como lo ordenaron, siguiendo al pie de la letra las instrucciones. Los interlocutores estaban en comunicación conmigo, debía dirigirme hacia ellos con un “mi amor”. Les iba diciendo en dónde iba: “Por la gasolinera, boulevard…; al argumentar que pasando por una tienda de autoservicios, instruyeron regresar, entrar ahí, comprar un teléfono celular y depositarles 500 pesos a un número de cuenta que mencionaron”. 



Tome un taxi. Fui hasta Tecomán. El taxista preguntó si nos iríamos por la caseta o por la libre. Ordenaron por la caseta. Cuando los interlocutores inquirieron cuánto tiempo se hacía de tránsito de Manzanillo hasta Tecomán, lo averigüé con el conductor. Indicaron que llegara a la Catedral. Nunca pensé que ellos pudieran no ser de aquí. El chofer desconocía dónde se encontraba la Catedral, entonces dejé el vehículo para abordar otro. El costo del viaje fue de 400 más los 108 pesos de la caseta, 508 pesos y el celular de 270, adicionando los 500 depositados; restaban 722 pesos. 



El primer taxi que tomé era del sitio de Santiago, pero el servidor de transporte nunca dio aviso de haber sido su pasaje cuando estuve desaparecida. El segundo del municipio de Tecomán. La comunicación el interlocutor la cortaba en ratos, pero nunca dejamos de hablar. La siguiente indicación fue arribar al Hotel Catalina. Lo hice sin involucrar al taxista irrespetuoso, que indagó si me urgía llegar, al momento que le pregunté si estábamos lejos del lugar. 


Pedí una habitación a otro nombre. Al no mostrar mi identificación, tuve un poco de problemas por no tenerla, sin embargo, pude pernoctar. La empleada me asignó un número de cuarto. En cuanto entré, instruyeron encender el televisor. 

(Continuará)



Elsa I. Gonzalez Cardenas
Publicado en el Diario de Colima
El 07 de febrero de 2013
Este texto pudo haber sufrido algunas modificaciones 
Manzanillo, Colima