lunes, 30 de agosto de 2010

Símbolos

Lupita les inculcó a sus hijos desde niños a cuidar a la naturaleza. El varón de cinco hermanas plantó una semilla de tamarindo en el patio trasero de la casa. La semilla echó raíces, crecieron las ramas enormes y el tallo se convirtió en tronco de diez metros de altura. Las hijas, menores de diez años subían a la azotea para alcanzar los brazos del árbol y jugar a la casita. Está de sobra decir, la mayor parte del año el agua fresca que tomaba la familia era de tamarindo y entre comidas los niños saboreaban la pulpa del fruto con azúcar o sal.
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El pasado 23 de agosto en Ámsterdam, Holanda se desplomó el castaño de indias que animó a la adolescente Ana Frank 25 meses que vivió oculta de los nazis durante la segunda guerra mundial debido a fuertes lluvias y vientos. En el momento de la muerte del castaño alguien gritó “i Se cae! ,i El árbol se cae!', y después lo oímos caer", dijo la vocera MaatjeMostart.
El árbol tenía 150 años y pesaba 27 toneladas. Sufría de polilla y hongos los cuales causaron que más de la mitad del tronco estuviera podrido.
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En este instante en que intento escribir para A son de Mar estoy en Casa Encantada. Un espacio donde puedo ver la línea divisoria entre el mar y el horizonte. Si miro a mi derecha a poca distancia hay un risco, guardián de arrecifes, en su cúpula la vegetación lo cubre y alrededor la espuma blanca de las olas caen. Disfruto mucho estar aquí. Martín suele llamarme por teléfono dos veces al día para distraerse de las formalidades y carga de trabajo, pero cuando le digo “estoy en Casa Encantada”, marca tres veces. A él le gusta saber cuál el escenario que vivo porque dice que lo transporto al sitio. El lunes por la noche le comenté por el auricular que la luna llena estaba detrás de mí y apenas aluzaba, después bajé a la terraza para que escuchara el vaivén de las olas y el canto de los grillos. Quizá ese momento pudo sonar romántico, pero en realidad no era mi intención, deseaba hablar con su alma y no con la persona-máscara.
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El Temazcal o baño de vapor representa el vientre de la Madre Tierra para la tradición náhuatl, su propósito es la confrontación con nuestras partes obscuras para que el espíritu pueda renacer más libre de cómo entró. Quienes entran al vientre, salen renovados libres de pesadez y ruidos internos. Algunas veces he entrado a temazcales. En el centro de la casa hay está el ombligo de la madre tierra-hoyo- donde son colocadas las piedras volcánicas calientes, el guía o temazcalero echa un poco de agua con hierbas, luego todos los hijos de la naturaleza comienzan a cantar. El cuerpo se baña con lodo y del propio sudor. Hay cuarto puertas en el temazcal por lo que existen cuatro intermedios para quienes no puedan aguantar las altas temperaturas. A veces el alma tiene muchas cosas reprimidas, corajes, inseguridades, miedos o preocupaciones, esto recae en el cuerpo y es cuando empieza a doler la cabeza tremendamente, pero no pasa nada, es cuestión de sacar todo lo malo y renovarse de energía.
Los temazcales lo practicaban nuestros ancestros, pero a la llegada de los españoles fueron prohibidos. Por fortuna aún existen guías que corren temazcales en México.
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El secreto de la felicidad no se encuentra en los libros, ni en el amor de pareja mucho menos en el peso de los bolsillos, reside en la naturaleza del ser. El árbol de Lupita es el amigo de la familia que acompañó y alimentó a sus hijos por mucho años; el árbol de Ana Frank es un símbolo de libertad tras la persecución de los nazis cuando ella vivía los peores momentos de su vida; el mar de Casa Encantada pudiera ser la consciencia de quien se baña en sus aguas o quien se acerca para sentir un contacto consigo mismo; y el temazcal es el abrazo de la madre naturaleza que siempre está ahí cuidando a sus hijos, dándoles amor al amanecer hasta anochecer y por la madrugada la fauna vigila el sueño de los hermanos.
Así siento el calor dela naturaleza, le digo a Martín. Él aunque no me explique del todo poco a poco desnuda su cuerpo y deja que el alma gobierne su andar.


Elsa I.González Cárdenas
Manzanillo, Colima, México
Publicado en el Diario de Colima
el 26 de agosto de 2010

sábado, 21 de agosto de 2010

Ayuda a las autoridades

Comienzan los rondines de seguridad pública por las mañanas en el bulevar la policía federal, con el rostro cubierto, observa los ángulos de la ciudad; el Ejército Mexicano, de rostros jóvenes, sigiloso, atiende los movimientos de los civiles, y la Policía Municipal, transita en las viejas camionetas lo más rápido que pueden. El camión urbano que pasa frente a los automóviles sigue la ruta normal. Algunos peatones voltean a verlos, los viejos ponen cara de tristeza, los maduros de sorpresa y los niños alucinan ser héroes.

Del año 1966 a 1973, mi padre veía las series de televisión de nombre: Misión imposible, inspirada por el fenómeno fílmico James Bond, Agente 007, y una expresión social frente a la amenaza atómica de las dos superpotencias (Estados Unidos y la URSS) en constante carrera armamentista retransmitida en los ochenta; El Cazador (Hunter, en inglés) de 1984 a 1991, serie policíaca donde el detective sargento Rick Hunter y su compañera sargento, Dee Dee Mc Call, son investigadores de homicidios en el departamento de policía de Los Ángeles; y de 1985 al 1993, MacGyver, el agente secreto que utiliza su inteligencia e ingenio para salvar a los buenos de los malos.

A los escasos siete años de edad, ver por televisión series tan emocionantes donde la valentía, la astucia y el equipo de armas sofisticadas que usaban, me hicieron contemplar la idea de que cuando fuera grande sería detective, aunque claro, las hermanas se reían de mi sueño y hasta la fecha cada que lo recuerdan. De grande, esa inquietud de investigar sucesos o personas, se hizo más fuerte hasta llevarlo a cabo con trivialidades como indagar cuántas llamadas telefónicas hizo fulanito a manganito, buscar ciertos datos por internet, hacer de contactos para tener acceso a información confidencial, armar historias de acuerdo a las características de personalidad de alguien, seguir la lógica, las pistas y detalles que pudieran ayudar a resolver un caso. Después paré, sabía que no era sano para mí curiosear, porque nunca tuve la valentía ni las ganas suficientes para ser un detective ni agente de policía.

En la actualidad, etiquetamos a las autoridades que salvaguardan la seguridad de los ciudadanos, creemos que la corrupción nace de ellos porque en muchas ocasiones las noticias lo fundamentan. Es triste reconocer que no sólo el “sistema” es el actor principal de la corrupción, también uno es parte al mantener el silencio y la indiferencia ante sucesos delictivos que pudiéramos evitar o ayudar a resolver incógnitas, pero ¿para qué hablar si pondría en riesgo a la familia y la propia vida? La mayoría de los mexicanos “tienen miedo” y no es un miedo reciente por la violencia que vive el país, es un miedo de poca valentía de buscar la paz y la tranquilidad individual y colectiva. No les interesa que el vecino que vive en una de las zonas residenciales más caras de la ciudad de Colima produzca dinero rápidamente, y sí justificar “para poder comprar una casa se investiga minuciosamente los antecedentes del futuro comprador” e irónicamente hace menos de dos meses los uniformados interrumpen el fraccionamiento en busca de los dueños de la lujosa casa sin encontrar absolutamente nada. “Nosotros no sabíamos, parecía una pareja normal, decente”, siendo que años atrás alguien dijo que en esa casa vivía un narco”. Quienes dedican el tiempo completo de sus vidas a trabajar, saben lo que cuesta ganar el dinero, y más en México, donde el valor adquisitivo es bajo.

Somos parte de un sistema aunque no nos guste. Tenemos la responsabilidad de ayudar a establecer la “armonía” en la familia, colonia, ciudad y país. No debemos permitir dejar al azar la paz a las autoridades, bien sabemos que no pueden ni podrán solos.

Poco de lo que recuerdo haber escuchado de la señora Wallace en una conferencia que organizó la Coparmex a principios de año en Manzanillo fue “yo era una mujer común y corriente, ama de casa, con miedos, pero mi vida cambió repentinamente cuando secuestraron a mi hijo. Reaccioné, tuve que buscarlo. No sabía de lo que era capaz hasta vivir este dolor. He sido amenazada de muerte varias veces, he tenido una pistola en la cabeza, pero sigo aquí por alguna razón”.

Ojalá que nazcan muchas como Isabel Wallace de Miranda sin tener que pasar por una tragedia. La mujer que dedica su vida en hacer justicia para encarcelar a los responsables del secuestro y la muerte de su hijo Hugo Wallace y a cambiar las leyes para no favorecer a los victimarios.

Ahora, cuando veo pasar al Ejército Mexicano, a la PFP, y a la policía municipal desde lejos, los bendigo y agradezco la noble labor de hacer lo posible para proteger a la gente, aunque pocos confíen en ellos y nadie lo agradezca.



Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
19 de agosto de 2010

jueves, 12 de agosto de 2010

La tía en Colima

EL sábado pasado le comenté a la hermana, misma que me dejaría a su hija adolescente bajo mi cuidado por tres días en Colima, el plan de ir al teatro Hidalgo a ver una obra para sordomudos de nombre Uga. Su reacción fue decir: “No la lleves, no entenderá”; le contesté: “Pues que vea la obra y se dará cuenta de qué se trata”, ella volvió a argumentar: “No le impongas nada, en dado caso pregunta si quiere ir”. De cualquier forma llevaría a mi sobrina, además tenía la sospecha que no conocía ningún teatro.
Por la tarde la llevé al Museo Universitario de Artes populares “Ma. Teresa Pomar”. Las vitrinas que guardan las artesanías las vio en menos de cinco minutos. Con enfado se sentó en los equipales a jugar el videojuego de mano que cargaba. Por supuesto renegué la falta de educación no inculcada por los padres. Terminé de ver las piezas de la parte baja del edificio. Llamé a la sobrina para subir a la segunda planta. En el pasillo el mural llamó nuestra atención. Aproveché el colorido para tomarle una fotografía con la adolescente en pose. La sección de juguetería, textiles y artículos tejidos con fibras naturales como el ixtle y acapán nos sorprendieron. Por último, bajamos al costado de la entrada, el espacio de fotografía a blanco y negro y los títeres hicieron recordar mi niñez.
La noche de la función arribamos al teatro Hidalgo. En efecto, era la primera vez que esta muchachita asistía a uno. Cautelosa observó el lugar, luego pronunció: “Está nice”. Minutos después anunciaron la tercera llamada y la obra inició. Puesta en escena, el equipo actoral desempeñó un excelente papel, el guión fue muy bueno y los efectos de luces junto con el vestuario también. Los espectadores, entre ellos sordomudos y otros hablantes, aprendieron a decir algunas palabras con señas. Todos nos fuimos del lugar felices.
Las cosas que no se dicen es ver de nuevo la falta de cultura por parte de los colimenses en asistir al teatro gratis. En la función de la obra Uga, la capacidad de asistentes apenas llegó a la media y el museo de artes contemporáneas estaba desértico. El único ruido que podía escuchar eran las goteras de lluvia sobre el piso.
El domingo estuvimos en el Parque Regional Metropolitano “Griselda Álvarez”. Nos recibió con imágenes verdes y la flora hermosa; el simio enjaulado de ojos tristes se rascaba la cabeza; la plaza de los suspiros esperó a los enamorados; los leones no durmieron por el ruido de los espectadores; los centenares de tortugas de agua y de tierra esperaron su alimento; las serpientes reposaron en casas artificiales y la tranquilidad hicieron olvidar que estás dentro de la ciudad. Lo único que considero que falta es colocar botes de basura con indicadores de clasificación de desperdicios para tener conciencia ecológica y proteger el parque.
El lunes, sin darme cuenta estaba frente a la Hemeroteca. Entré para conocerla. Al menos saber cuál es la forma de investigar sobre un tema. El guardia de seguridad suspendió la lectura de un libro que traía en las manos. Dio la instrucción de apuntar mi nombre en el libro de visitas: “La hemeroteca está al fondo a la derecha”, comentó. Entré, a los pocos segundos regresé, luego de leer una placa informativa donde indicaba el área de archivo histórico. “¿Dónde está el Archivo Histórico?”, cuestioné. El señor repetía con voz molesta, como si yo fuera analfabeta: “Usted me dijo primero hemeroteca. El Archivo Histórico está en el centro”. En dos ocasiones afirmé que la pregunta se debía a la información expresa en la placa informativa recién leída. Él seguía en su postura incómoda. Amablemente le agradecí para callarlo. Entré, de nuevo detuve el paso frente a la plaquita, saqué la libreta de apuntes de mi bolso y anoté datos. El vigilante vio. Caminé, abrí la puerta de la hemeroteca, dos señoritas estaban ahí. Me indicaron que sólo desde el año 2000 en adelante cuentan con información digitalizada, los años anteriores se busca físicamente en los periódicos prestados por ellos.
La estancia fue muy breve, no llevaba el año específico para la investigación ni tampoco quería dedicar muchas horas del día en hacerlo. Salí de la sección, me dirigí a la entrada, y el guardia de seguridad cambió su tono de voz por uno amable. Justificó la mala recepción. Acepté el discurso con gratitud.
El mismo lunes por la tarde, retorné a Manzanillo con posibilidad de volver a finales del mes.

Elsa I.González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
12 de agosto de 2010

lunes, 9 de agosto de 2010

Bailoterapia

El ejercicio en las mujeres es primordial para olvidarse de las ocupaciones cotidianas, quitar el estrés, tener un cuerpo firme y sobre todo para mantener una vida sana.

Acudí la semana pasada a la Unidad Deportiva 5 de Mayo, con la intención de preguntar sobre las clases de box que imparten en ese lugar. Pude observar una arena de box donde un hombre sesentero peleaba con un chico de aproximadamente 30 años. La condición y la actitud del hombre de mayor edad eran envidiables. Luego de obtener los horarios de clase, salí del espacio. Al pasar por la cancha de básquetbol que conlleva a la salida, llamó mi atención la aglomeración de mujeres en espera del cambio de melodía para comenzar a bailar al ritmo de la música. Algunas jovencitas y señoras portaban sobre la cintura fajillas árabes, vestían sport y con tenis. La clase de bailoterapia iniciaría a las 6 y concluiría a las 7 de la noche.

En la pista de baile se encontraban una bocina con ecualizador, también una señora que fungía como disc jockey, y algunas botellas de agua. Dos filas de 14 mujeres se vieron de frente, entre ellas, dos afeminados entusiastas. La instructora en medio de la cancha inició el baile al son de la música de Olga Tañón, seguida de Shakira, Cristina Aguilera con la letra “Hey sister, go sister, soul sister, flow sister”; o Juan Gabriel con su “Hay, hay, hay mamá por Dios, por Dios que borracho vengo, que me siga la tambora”; o a Donna Summer, “Last dance, last dance for love, yes it´s my last chance for romance tonight”.

En realidad, quien imparte la bailoterapia carece de talento, sus movimientos no son nada suaves, no tiene coreografía para las canciones, los seguidores tienen que verla bailar para imitar los pasos. Tampoco instruye a hacer calentamientos previos, ni estiran las partes de su cuerpo al inicio ni al final de la actividad física, y dista mucho de ser aeróbico; sin embargo, esto no parece importarle a nadie de los asistentes ni al Instituto Municipal del Deporte, ya que el objetivo primordial se cumple: “disfrutar y ejercitar el cuerpo”, aunque ignoren que no cuentan con un buen acondicionamiento.

La bailotarapia “es una terapia que se distingue por la ejecución de un conjunto de movimientos ordenados al compás de un ritmo musical con características especiales”. Se inició en Europa. Constituye un estímulo mental y recreativo para quienes lo practican. El trabajo se hace con la música que son como los ritmos caribeños, merengue, salsa y reggaton, aunque también música disco, tecno y hasta romántica. A la clase regularmente asisten gran cantidad de personas, son eventos multitudinarios. Es una disciplina nueva que carece de esquemas o niveles, por lo que en una clase pueden coincidir alumnos nuevos o avanzados.

La idea de contar con clases de bailoterapia en el municipio es excelente. Su costo es de 10 pesos por clase y por persona. Si bien los ciudadanos tienen a su alcance esta alternativa, es necesario educarlos para que sepan cuál es la verdadera importancia de la bailoterapia. El baile ayuda en lo emocional a mejorar nuestras relaciones personales, permite superar problemas como la timidez o la soledad, reduce el estrés, potencia, la autoestima, fortalece la confianza y además entretiene. En lo físico brinda beneficios a nivel cardiovascular, pues estimula la circulación sanguínea, mejora la imagen física, corrige malas posturas, fortalece los músculos y potencia la coordinación.

A las 7 de la noche con unos minutos más terminó la clase. Mujeres sudorosas y con rostros colorados se marcharon felices a sus casas, y una de ellas extendió la invitación para asistir al día siguiente. Le agradecí sonriente y me fui.


Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
el 05 de agosto de 2010