viernes, 30 de abril de 2010

Festejo del libro

Diez treinta de la mañana, jueves veintidos de abril. Afuera de la biblioteca “Ernesto Camacho Quiñones”, de la Universidad de Colima, se escucha la música de un grupo de jóvenes que interpretan canciones en inglés. Adentro, seis estudiantes preparatorianos, dos universitarios, esperan el silencio para dar inicio a la lectura de la novela El retrato de Dorian Gray, de Óscar Wilde, como parte del “Tercer Maratón de Lectura”.
El vocalista, un chico regordete de cabellera despreocupada, con atuendo cómodo, apenas se le escucha su voz. La multitud observa a la banda, permanece inmóvil, callada en el intento de adivinar qué canción interpreta, y aunque no le atinen o la desconozcan, permanecen de pie sin la más mínima intención de reanudar actividades escolares.
La maestra Silvia Cano, creadora del proyecto “Maratón de lectura” de la Universidad de Colima, campus San Pedrito, sale de la biblioteca a pedirles de favor al grupo musical que bajen los decibeles, pues es imposible iniciar la lectura. Los participantes del maratón sonríen discretamete a la llamada de atención que no causa efecto alguno.
DIDÁCTICA
Tres minutos de lectura. Al término le sigue otro lector. Así continúan durante sesenta minutos. Pasada la hora, otro grupo de jóvenes se acerca a la biblioteca a seguir la lectura. De diez de la mañana hasta las diez de la noche se leería la obra, previamente elegida por los alumnos de manera democrática.
En casa, cada lector elaboraría un ensayo de la novela, citando en pie de página la fuente y agregarían cómo visualizaron el evento. La acreditación sería de 6 horas de actividades culturales.
Para festejar el “Día internacional de libro y el derecho del autor”, el jueves veintidós de abril, la Asociación Civil Escapistas fue invitada a hacer una lectura literaria en el bachillerato No. 9 de la máxima Casa de Estudios, como parte del programa “Tercer Maratón de Lectura”. El libro leído fue Manual para escapistas, una antología de cuentos y poemas de su autoría.
El auditorio, sesenta alumnos inquietos veían a los lectores con cierto respeto. Las palabras suaves y subidas de tono de los poemas y cuentos causaron risas, ternura y aciertos cuando un chico gritó desde su lugar:“Eso ya lo viví”.
Gracias a la buena voluntad y compromiso de la maestra Silvia Cano, de fomentar el hábito por la lectura, se llevó a cabo este maratón en un rinconcito de Manzanillo. Un proyecto que los mismos catedráticos le tenían poca fe, incluso es notorio que no existen programas de esta índole dentro de la misma institución a excepción de la Facultad de Ingeniería Mécanica y Eléctrica (FIME) en Coquimatlán, que tiene un cartel sobre una pared donde convoca a asistir a un taller de lectura.
En varias partes del país hicieron maratones de lectura, en 79 municipios de Jalisco, así como otras cinco sedes: Distrito Federal, Puebla, Querétaro, Morelia y Aguascalientes, se leyó la novela Los relámpagos de agosto, de Jorge Ibargüengoitia.
En la revista virtual de Letras libres, Guillermo Sheridan menciona: “Las estadísticas avasallan. Demuestran con alevosía y ventaja, sin mostrar forma alguna de clemencia ni resquicio para el anhelado error metodológico, que al mexicano (el 99.99 por ciento) no le gusta leer”.
El tema no es quién lee o qué lees, porque muchos jóvenes toman la moda de comprar el libro Eclipse de Stephenie Meyer, mientras guardan en el cajón Amor en tiempos de cólera, de Gabriel García Márquez, y los adultos argumentan que sí leen, claro, libros relacionados con su profesión. La razón de leer no es vivir muchas vidas, sino sensibilizar, despertar esa inquietud que se tiene de niño y de grande se pierde: “aprender”. Pedir los ojos prestados del autor para ver cómo él vio la vida en un texto; conocer ciudades, países que jamás imaginaron que existían; respirar aromas diferentes, comer platillos exóticos, vivir épocas pasadas; acercarse a los personajes, identificarse, incluso decir: “no me gusta el final, lo cambio”; dejar de vivir en un mundo tan terrenal para habitar dentro de una historia. Leer es un romance que debe darse poco a poco hasta encontrar el libro perfecto. Hay libros que marcan para toda vida, cambian caminos, consuelan o sencillamente son odiados. El libro es un amigo, siempre están ahí para que un nuevo lector lo rescate del abandono.

A la diez cincuenta y cuatro de la mañana, los jóvenes lectores reanudan la lectura. A las once con veinte minutos terminó la primera sesión. Así transcurrió el tiempo, hasta las diez de la noche el maratón cesó con buena aceptación.


Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
El 29 de abril de 2010

Nota: Este texto tuvo una palabra modificada.

jueves, 22 de abril de 2010

Escapistas y Casa Malagua


Regreso al rato, voy a Casa Malagua. –se despide la mujer de su madre.
- Ay hija, yo no sé qué tanto haces ahí si no te pagan.

La mujer poco a poco se aleja y regresa el tiempo para recordar las palabras que le decía años atrás cuando iba al Museo de Antropología e Historia de la Universidad de Colima a un taller literario: “para qué te sirve eso”.
Asociación Civil Escapistas, es una organización no lucrativa encaminados a difundir, realizar, gestionar actividades y eventos culturales en Manzanillo, Colima. Nació de un grupo de amigos entusiastas que tenían las ganas de compartir el gusto por la literatura y las artes, hace aproximadamente siete años.

El acta constitutiva guarda las firmas de: catedráticos, un pintor, una psicóloga, poetas, escritores, aduaneros, administrativos y comerciantes. Un promedio de treinta personas, de los cuales una decena están activos.

En 2003 rentaron una casa de dos cuartos en la calle Colhuas, para abrir las puertas al público en general. Se llamó “Casa Malagua, casa de citas”. Hubo un taller literario, un cineclub y una sala de lecturas para niños. También presentaciones de libros, exposición de grabados y pinturas.
El gobierno del estado de Colima y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), los benefició con un estímulo económico del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes (FECA) emisión 2004, en el área de “difusión del patrimonio cultural”, con el proyecto “Casa Malagua”, y recientemente en 2010, misma categoría.

La limpieza, los arreglos de la casa, las invitaciones, la logística y el hospedaje de los artistas que presentaron su obra en el puerto, corría por cuenta de los Escapistas y aportaciones en especie de la gente, pues la beca, aunque era bienvenida, no cubría el total de los gastos.

Los Escapistas trabajaron continuamente por varios años sin importarles las críticas, obstáculos y malas caras surgidas en el camino. Tenían seguidores asiduos en los eventos que presentaban, uno de ellos expresó la buena intención de heredar su casa a la asociación después de morir. Luego, los ánimos de los amigos bajaron. El proyecto se dejó, pero siempre, de alguna forma, los integrantes trabajaron tras bambalinas en eventos organizados por el Instituto de Cultura.
Así surgió Escapistas A.C., un grupo de amigos que no dejó el gusto por las letras y las artes en un lugar donde sólo se le conoce por su comercio exterior y turismo. Muchos dicen “aquí no hay cultura”, y comparan a Manzanillo con la capital u otras grandes ciudades, sin nunca acercarse a una lectura de libro, museo, teatro, algún cuenta cuentos o concierto de piano.

El pasado viernes, 16 de abril, Casa Malagua reabrió sus puertas en la calle Allende No. 10, colonia centro, con la presentación del libro Errante Corazón Urbano, del joven escritor, Julio César Zamora Velasco, nacido en Colima.

FRAGMENTOS DE TEXTO DE UNA PRESENTADORA
Errante Corazón Urbano, dice el autor que lo escribió para cerrar un ciclo en su vida, pero en realidad creo que se engaña a sí mismo, pues está tatuado por muchos personajes. Eso puede verse en sus textos. Se convierte en niño, sentado en una bardita del jardín Núñez, dormido al acabarse la Feria de Colima, cuando los hermanos mayores lo olvidan; el joven de paz que prefiere jugar a las luchas, hablar de grandes futbolistas y citar al hombre increíble (Kalimán) que buscar bronca; en hombre que se enamora en cada esquina en cualquier día de la semana en Jalostotitlán, porque la noche en la plaza huele a rosas; y en hombre de la montaña, porque le gusta el amanecer por descubrir el alba, ¡el hechizo de los colores! Conoce y escucha el arte de la noche. “Sabe que el mérito no consiste en seducir a una mujer, sino en encontrar el amor en la amada”.

Así de seductor es Errante Corazón Urbano. Un libro emotivo de cuentos, crónicas y ensayos, que dejan entrever el alma de un escritor joven pero con muchos fantasmas que merodean su vida, quizá ellos lo protegen de la muerte y nos lo quieran dejar por muchos siglos más”.

Queda claro que hay muchos escapistas anónimos dispuestos a hacer olas en este mar, sólo necesitan una estrella que los guíe en la oscuridad de la noche, y Casa Malagua es una buena opción para despertar la sensibilidad artística.

El hombre bien intencionado antes de morir, en el hospital redactó una carta donde expresó la voluntad de heredar su casa a la asociación, pero los Escapistas no hicieron nada al respecto, y la mujer que se dirige Casa Malagua, sabe que no todo en la vida debe hacerse por dinero, si la satisfacción más grande es hacer lo que te gusta.



Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
el 22 de de abril de 2010
Manzanillo, Colima

viernes, 16 de abril de 2010

El Faro de Campos




Para finalizar la Semana de Pascua. La tarde del sábado, Ámbar fue a conocer el Faro de Campos. Antes de llegar a la secundaria federal No. 2, y después de los lotes baldíos se dobla a la derecha dos veces, y unas huellas de cemento guían a la colina.



El andén empezó a cobrar vida: el cerro desnudo mostró su arcilla; los arbustos verde cenizo, la tierra liviana, un cielo azul claro que compartió espacio con el humo contaminante de las chimeneas de la termoeléctrica; el único carril para transitar en vehículo apenas dejó unos metros de vereda sin pavimento, como en las casas de interés social donde los dueños mandan cubrir los patios traseros para evitar crecer la maleza o anidar alacranes.


El Faro de Campos es un mirador con altura de 220 metros sobre el nivel del mar, de aspecto sencillo, no impone como los faros pintados al óleo de algún artista desconocido, tampoco el imaginario de la novela Amor en tiempos de Cólera. La pintura descuidada de la barda anuncia “El Faro de Campos”, con el logotipo de la empresa que lo administra, y una cerca limítrofe advierte “Prohibido el paso, sólo personal autorizado”; a poca distancia de la entrada, restos de carbón en el suelo que algunos visitantes dejan, luego de festejar su arribo a la punta. La vista es fabulosa, el mar bajo las faldas de piedra, riscos salpicados de agua, y un árbol de tronco tallado con letras amorosas dan una bienvenida civilizada.


Ámbar no comparte la idea de llevar un cartón de cervezas, comida para asar, ni autos con música a altos decibeles. Prefiere subir a pie, sudar por el esfuerzo que le causa ejercitarse, cargar una mochila sobre la espalda, proveedora de agua y fruta; los ojos bien abiertos para captar el paisaje y los oídos sensibles para escuchar los extraños sonidos de la fauna silvestre.


En el sismo del 13 de junio de 1932, El Faro de Campos cayó. Después fue reconstruido, y en 1939 reinaugurado. El diseño original dista mucho del actual, que sólo es funcional, por lo que carece de una rica arquitectura artística. No hay acceso ni museo dentro, aunque conserva piezas antiguas.


Uno de los faros más antiguos de la historia fue el Faro de Alejandría, en Egipto, en el año 238-246 a.C., considerado como una de las maravillas del mundo, tenía unos 134 metros. El edificio, sobre una plataforma de base cuadrada, de forma octogonal y construido con bloques de mármol ensamblados con plomo fundido y uno de los faros más famosos gracias a Julio Verne, por hacer referencia en su novela, Faro San Juan del Salvamento, en la Isla de los Estados, Argentina.


Anteriormente, los guardafaros vivían en los faros para darles mantenimiento y ocuparse de la limpieza, ahora están digitalizados, operados y observados a distancia. Sin embargo, es considerable pensar en darle un poco de estética visual al Faro de Campos, por ser Manzanillo un puerto importante.


La historia se guarda para los privilegiados que dedican su tiempo a investigar sobre el tema. Poco interés existe de saber lo que hay detrás de una estructura desangelada.


Los destellos de luz en la lente del faro por la noche, girar a los trescientos sesenta grados, permite a los buques ver la proximidad de una costa. Así como también es admirada la iluminación desde otro punto de la ciudad, por los enamorados que les gusta disfrutar el mar.


Ámbar tomó fotografías del atardecer para llevárselas a sus alumnos en Celaya, Guanajuato. Se marchó con la intención de regresar las próximas vacaciones de verano y esperanzada en que algún día el perro que habita en el faro, mueva la cola cuando alguien haga realidad el proyecto de museo y la historia de su hogar sea revelada a todo público a puerta abierta, antes de morir.




Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
16 de abril de 2010

jueves, 8 de abril de 2010

Fotografía de Semana Santa

El profesor Javier, en vacaciones acostumbra visitar a su familia en Manzanillo. Dos valijas de nylon en mano, cámara profesional sobre el hombro y las ganas de oler el mar, fueron su equipaje en Semana Santa.

Instalado en casa, cambia su pantalón por un short, que exhibe las piernas albinas para irse a caminar de San Pedrito, al centro, con la cámara fotográfica.
Pareciera que en cada venida al mar, quisiera llevarse pedacitos de escenario. Fotografía siempre los mismos lugares: el canal de San Pedrito, el muelle de la playa, el paisaje del malecón, las piezas originales del barco “Escorpión”, las esculturas “El Pescador”, “La Pescadora”, “El Marinero”, “La Cazadora de Estrellas”, “El Pez Vela”, el kiosko y la plazuela.
Dice que las imágenes capturadas son distintas cada día.
La playa de San Pedrito es muy concurrida por los porteños y turistas. Su popularidad podría deberse a la tranquilidad de sus aguas, la cercanía en que se ubica con la zona centro, los pocos metros de extensión y la libertad de echarse un chapuzón sin bañador.
En la Semana Santa hicieron presencia las casas de campaña tendidas sobre la arena; cuatro baños móviles en la entrada de la playa sin aviso de existir; una fila larga de personas esperaba desocupada la regadera para enjuagarse o quizá tener el único baño del día; las mujeres cocinaron en los anafres, arroz dorado o camarón empanizado, mientras el resto de la familia conversaba de no sé qué tema; la venta de raspados, tejuinos, fruta, cebiche, sodas, cerveza y hasta ropa de segunda, pintaron el andén con un folclor popular, al ritmo de “la arena estaba de bote en bote, la gente loca de la emoción, en el ring luchaban los cuatro rudos, ídolos de la afición, El Santo, El Cavernario, Blue Demon y el Bulldog”.
A mediodía, el malecón de San Pedrito hasta el Paseo El Espíritu Santo, cuando el sol colorea las pieles, el olor a orín fétido acompañó al turista y al local en su recorrido; en el zócalo, un tianguis con techo de lonas mostró artículos para venta, y en la Sexta Región Naval, el buque P104, a las dos de la tarde permitió la entrada a los visitantes.
Por la noche, adentrados en el corazón de la ciudad, una feria improvisada con juegos mecánicos hizo funcionar el carrusel; las fuentes danzarinas fueron uno de los atractivos, bailaron en sintonía del Huapango de Moncayo y en la explanada del Pez Vela, el ayuntamiento municipal ofreció eventos culturales. Había un gentío que ni un fantasma podría colarse en los tumultos.
Fuera del ulular de las sirenas que se oían de vez en cuando durante el día, la seguridad fue buena, y no tanto por la existencia de los cuerpos policiacos, que no se vieron en el centro por sino por el buen comportamiento de los turistas y la población en general.
Da orgullo haber visto las caras sonrientes de los turistas que pasearon a sus hijos por este puerto. También da vergüenza que la Secretaría de Turismo haya invertido dinero en la organización de un Carnaval para promocionar a Manzanillo a nivel nacional, con la ignorancia de que todo el malecón es un baño público. No es una idea descabellada tener urinarios en la ciudad. En Amsterdam, Holanda, desde hace muchos años los transeúntes desaguan sin afectar el ambiente. Incluso aquí en los años noventa, había unos feos y servibles inodoros públicos.
El profesor Javier, al terminar su rollo fotográfico de treinta y cinco milímetros, dirige sus pasos a la Farmacia Guadalajara. Deja los negativos para que los revelen. Se va ansioso, cuenta las horas para regresar a recoger las fotos y presumirlas a la familia como si fuera la primera vez que captura la imagen con la lente.




Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
El 08 de abril de 2010

jueves, 1 de abril de 2010

La Carpa

LA publicidad en la radio y las buenas recomendaciones de los conocidos, animaron a Ruth, Lilia y María José a ir a la carpa de nombre “Teatro Ofelia”, en el año 2008, en Manzanillo, Colima.

María José conoció de cerca el teatro. Una de sus hermanas actuó en la obra “Los Desarraigados”, del escritor mexicano Humberto Robles Arenas, presentada en las fiestas de mayo, hace dieciocho años. También conocía el teatro Juárez en Guanajuato, el teatro Degollado en Guadalajara y el Teatro Hidalgo en la ciudad de Colima. Ruth, aunque vivió en Bruselas, Bélgica, no tuvo la oportunidad de visitar alguno, y para Lilia, su único arte eran las telenovelas.
En la carpa, las tres mujeres tomaron asiento. Se apagaron las luminarias y la función comenzó. Los sketch para el gusto de ella y de Ruth, fueron demasiado grotescos. El doble sentido llegó a la vulgaridad. Antes del intermedio, decidieron marcharse.
Dos años después, se instaló una nueva carpa en Manzanillo. María José volvió a ir en compañía de Héctor Van, un amigo defeño.
La función se anunció a las ocho con cuarenta y cinco de la noche. Quince minutos antes de las nueve, empezó el son de chiflidos de la gente.
El primer sketch trató de un hotel de cinco estrellas, donde los personajes parodiaron una telenovela. Le siguió un intermedio a la hora con diez minutos. Levantado el telón, una dama cantó con playback Como una flor de Selena; un mago bigotudo que hizo recordar a Beto El Boticario en “La Carabina de Ambrosio”, en los años ochentas; un hombre interpretó letras de Juan Gabriel, el público rió y aplaudió por largos segundos, y por último, una fémina interpretó canciones de Paquita la del barrio.
A las once y media de la noche, terminó la función.
María José estaba sorprendida de ver con qué gusto los niños y padres de familia reían a carcajadas al escuchar palabras altisonantes en voz de los artistas; las señas obscenas que hacían al actuar; los gritos de alegría cuando imitaron a Juan Gabriel, y la quietud, mientras ella reía de las canciones de Paquita la del barrio.
La reina de las carpas, Celia Tejeda, comenta en una entrevista por Marín del Real, que comenzó a trabajar en el año 1912, cuando las carpas nacieron, para mantenerse en gloria y majestad unas tres décadas en el gusto del pueblo, por eso, algunos explican al teatro de revistas como una consecuencia de la Revolución.
En la carpa, el auditorio contesta llamadas telefónicas, mensajes de celular, come fritangas, bebe gaseosas, acuesta al hijo en una silla desocupada y puede ir desalineado.
La magia de las carpas consiste en el acercamiento del público con los artistas; el accesible
costo de los boletos; el lenguaje común que se habla en las calles; las parodias de telenovelas mexicanas; la crítica de lugares, marcas, y personajes locales; la sencillez del los actores y la igualdad de las clases sociales.
María José entendió que la carpa es una expresión cultural que nace del pueblo. Satisfecha se fue con la esperanza de visitar otras carpas, y Héctor Van volvió a la función del día siguiente.


Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
01 de abril de 2010