domingo, 23 de marzo de 2014

Carta sobre taza extraviada 1/2


Buenas tardes, soy Elsa González, ciudadana común; resido en Manzanillo, Colima. A su vez, soy colaboradora de un periódico local. Me presento quién soy y una de las facetas que realizo por lo siguiente:

Suelo ir a la papelería en el centro del puerto a realizar algunas compras. La atención es muy buena y casi siempre encuentro lo que busco.

La última vez que la visité fue el día 12 de marzo, a las 9:46 horas, fecha y dato registrado en la factura A25, por el cual tuve atraso y distracción en lo que hacía, mientras esperaba la impresión de la misma. Iré directa al asunto. Perdí mi taza térmica, una de plástico, de color blanco. Para mí es importante recuperarla, pues mi línea es cuidar el medio ambiente, además dicho utensilio, aparte de ser muy útil para su servidora, es especial. En ningún viaje que he realizado antes la había perdido, y mire que me fui a Estados Unidos el año pasado.

La taza es especial para mí, por ser ecológica, práctica, pero sobre todo porque aquí en el puerto no la venden.

Por todo lo demás explicado, regresé al día siguiente a la tienda para solicitar la revisión de las cámaras de video del establecimiento donde usted labora. Me indicó el personal que sólo en la capital del estado podrían ver las imágenes en la cámara. Llamé por teléfono a la matriz. Una señorita proporcionó su nombre y correo electrónico. Por otra parte, estoy por hacer un artículo donde hablaré sobre la “honestidad”.

Es importante para
mí su ayuda para la revisión de las imágenes de las cámaras del día que visité la papelería. Tal vez llegué al local, 20 minutos antes de la hora mencionada. Su servidora recuerda que traía una mochila en la espalda y una bolsa plástica de agarradera, que el mismo vigilante regresó en el momento que estuve pagando en caja, sin embargo, dicho hombre jamás se percató de mi supuesto olvido. ¿Por qué pude olvidarla ahí? Por el simple hecho de portar líquido dentro de ella, leche, luego de haber ingerido avena. Supongo la dejé en el mostrador. Casi estoy 100 por ciento segura.

¿Podría apoyarme con dicha petición? En verdad, la honestidad, en estos tiempos, es una joya. Pendiente a sus comentarios.

PD. Anexo foto de la parte superior de la taza. Ahí había puesto un caracol ermitaño para tomarle foto.

La redacción anterior es una carta que escribí y envíe vía internet, el fin de semana pasado. Llamé por teléfono el martes, para cuestionar si lo habían recibido. El hombre quien atendió fue amable, pero al principio, como todo subordinado, argumentó que debía consultarlo con su jefe inmediato, el dueño del negocio. Antes vociferó algo así como que era muy difícil ver las imágenes, pues debían observar todo lo transcurrido en el día.

Por fortuna, donde trabajo, tengo circuito de cámaras, por lo que tengo conocimiento que la revisión no tiene mayor complicación, menos si son las primeras horas del día, porque el inicio de la grabación es corto. El hombre se limitó a decir que esperara la autorización y que con gusto atendería la solicitud. Así que esperé la respuesta del propietario. El día ya está agendado. Personal de la papelería de Colima llegará hoy, a mostrarme las imágenes en movimiento.

Tal vez escribir esto para muchos no valga la pena, y en efecto, podría ser verdad, aunque en realidad lo que deseo plasmar no es en sí la recuperación de la taza térmica que tanta falta me hace, más bien el sentido de honestidad, pero sobre todo, de atención al cliente. Sí, atención al cliente, utilizando las herramientas de trabajo para satisfacerlo y, a su vez, que se sienta tranquilo y seguro de estar con gente atenta.

No sólo sucede la pérdida de objetos en ese negocio, también donde estoy (gimnasio). No se imaginan la cantidad de cosas que dejan los clientes: zapatos, cinturón para levantar peso, guantes, toallas, audífonos, celulares, camisetas, suéter, crema reductora, plumas, entre otras cosas.

Lo lamentable es que, en su mayoría, los objetos olvidados no son recogidos por sus dueños, a excepción de calzado y teléfonos móviles. ¿Cuál será la causa de esto? La falta de cultura por regresar al establecimiento local para cuestionar el posible extravío de determinado objeto.

Entonces, ¿para qué están las cámaras de video? Para ser sinceros, algunos programas sólo están para grabar determinado tiempo. Una vez concluido, en automático se sobregraban las imágenes. Graban lo actual y borran las anteriores. Por lo tanto, ¿para qué sirve la vigilancia interna? Para dos cosas: dar seguridad a los clientes y supervisar el trabajo de los empleados.





Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
El 20 de marzo de 2014
Manzanillo, Colima, México

lunes, 17 de marzo de 2014

Hablemos de Ale

A los 15 años de edad, conocí a Ruth Alejandra López Santana, a quien suelo llamarle Ale o Flaca. Fue en la preparatoria del Bachillerato Técnico No. 8 de la Universidad de Colima. En aquel entonces, ella era delgada, alta, de tez clara, con pecas en el rostro, cabello lacio y personalidad seria –en la actualidad sigue conservándose así.

Le gustaba juntarse con las compañeras centradas, dedicadas al estudio. Nos hicimos amigas en el tiempo en que coincidimos en una casa de asistencia, en la ciudad de Colima; Ale deseaba estudiar periodismo y yo abogacía.

La Flaca proviene de una familia modesta, cuya madre sacó adelante a sus dos hijos –Ale y Richard–, consciente de ello y viendo los aprietos económicos por los que pasarían si estudiara en la capital, decide interrumpir el sueño de ser periodista. Deja el área de comunicaciones para dedicarse a lo que sabe hacer: contar números.

Regresa a Manzanillo, ingresa a la Facultad de Administración y Contabilidad y estudia contabilidad. Termina sus estudios, ejerce la carrera en una empresa de logística –antes TMM–, después algo pasa en su mente, y con determinación abre camino en el extranjero, en un ramo que no tiene nada que ver con lo estudiado, se hace au pair, es decir, niñera, a los 24 años.

Cuatro años estuvo de nana en San Francisco, California; Inglaterra, España y Bruselas, Bélgica. Durante su estancia perfeccionó su inglés, aprendió un poco de francés, conoció lugares, culturas, hizo amistades y comió gran variedad de platillos de otros países.

“La vida acá es muy cara. Las personas mayores todo el tiempo están estudiando, sin importarles la edad”, decía Ale en sus mensajes vía internet que me enviaba.

Retorna por segunda vez a Manzanillo, ilusionada de volver a ver a la familia, amigos y a su mar. Un amigo la emplea de administrativa, en unas villas. Cuando estudiaba la universidad fue mesera, en una de las primeras taquerías grandes del puerto, con Roberts. Siendo contadora pública, ejerció en una empresa japonesa, TOA, al mismo tiempo ingresa a la universidad a estudiar la Maestría en Administración.

Ella es una mujer de carácter fuerte, analítica, crítica, difícil de corromper, incluso me atrevo a decir, imposible; fiel y directa en decir las cosas, de pocos amigos, inteligente, decidida y perseverante. Su último empleo fue en una institución privada, extranjera, cuyo giro es manejo de mineral.

Ale en días pasados rindió protesta en el Salón de Cabildos para la función de tesorera municipal, quien se hará cargo de las Direcciones de Egresos, Ingresos, Catastro, Padrón y Licencias.

Ella es una mujer muy capaz. Quizá cometa errores al principio de su gestión, pero tendrá que apoyarse mucho en su equipo de trabajo. Tal vez sea el mismo personal que ahora labora o haya nuevos integrantes, eso no lo sabemos. Cada compañero que esté a su lado debe ser proactivo y honesto para ser un buen juego de mancuernas, si no seguro no estará en ese mismo departamento.

Santana argumentó que trabajará tal cual lo ha hecho en la iniciativa privada y está abierta a sugerencias y propuestas para mejorar la dependencia gubernamental. Espero, al igual las personas que la apreciamos, haga un excelente trabajo, no sólo por ella, sino por toda la sociedad porteña.

Confieso que es una de las dos personas más administrativas que conozco en mi vida. Ojalá nos sorprenda para bien y siga contando hasta el último peso para el progreso de Manzanillo.

No hablaré más de Ale, habrá quien lo haga mejor, además los números no son mi fuerte como para atreverme.



Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
El 13 de marzo de 2014
Manzanillo, Colima, México

Hacia el Valle de las Garzas


EL miércoles 5 de marzo abordé el camión para ir a la escuela donde intento dar clases. En el crucero de San Pedrito pude percibir el perfecto orden que tenían dos hombres, autoridades de tránsito y vialidad. Guapos, vestidos de azul con su camisa blanca y de semblante amable, dirigían el vaivén de los carros metálicos y transeúntes. Era extraño verlos ahí, porque en días anteriores estaban ausentes. Hice caso omiso de las instrucciones de uno de ellos; fijé con atención los ojos hacia el semáforo, luego a los automóviles. Pasé en cuanto la luz verde apareció. Agradecí en silencio su presencia, no por mí, más bien para los jóvenes de preparatoria que transitan diariamente desde las 6 de la mañana.

Todo crucero es peligroso, ahora principalmente ese se ha convertido en uno de los más riesgosos, debido a los trabajos de construcción del túnel ferroviario. Un carril funge de doble sentido, así que al atravesar la acera debes voltear a dos lados, quedarte al límite de la frontera y esperar el paso del conductor.

En la colonia Burócrata, las banquetas tienen aperturas por doquier. Gracias al trabajo que hace el hombre, encargado de la limpieza, la avenida Teniente Azueta está limpia, ya que desde muy temprano comienza a barrerlas, aunque hay arena que sale donde años atrás fue manglar, invitando al paseante a patinar sin avisar, así que no faltan las caídas al piso.

El antes Centro de Salud, en el jardín que sobrevive, abundan desechos de envolturas plásticas y papel celofán. Ahí era el comedor de los trabajadores de la obra. Se les podía ver acostados en el cemento, disfrutando la sombra del techo y el aire de los árboles.

Atravesé el crucero de San Pedrito, abordé un camión urbano que, por fortuna, venía semivacío. El horario de entrada de la mayoría de la comunidad estudiantil había sido 30 minutos antes. La sorpresa fue al llegar a Tapeixtles. Dos camionetas de la policía del estado recién llegaban. Más adelante en las afueras de la central camionera y sucedió lo mismo. Al principio creí que había pasado algo, pues no era común ver tanta seguridad en el puerto. Imaginé que atraparían a un narcotraficante, razón justificada para revisar automóviles. Después recordé la llegada del presidente de la República, Enrique Peña Nieto. No pude evitar decir en voz baja: “Antes no se hacía esto”.

Pese a la inseguridad que se vive en el país, Manzanillo podría decirse para el ciudadano común es tranquilo, con sus debidas precauciones, frecuentando lugares tranquilos y a buena hora, aunque por otro lado, hace tiempo un militar, proveniente de Acapulco, en confianza me contó que han aparecido muertos en las calles, pero que las autoridades no lo hacen público, mucho menos mandan comunicados a los periodistas. Siempre hay cosas ocultas que se guardan en cuatro paredes o en perfecto secreto.

Al arribar al Valle de las Garzas me encontré con otro crucero, el de la avenida Elías Zamora Verduzco. Justo cerca de una institución educativa, antes de las 8 de la mañana van y vienen los conductores de los coches, a prisa. La mayoría, carros de modelo reciente y pocos austeros, pero ninguno entre medio centenar, ceden el paso al peatón. Así que no es de extrañar leer más adelante en los periódicos: un joven murió atropellado.

Una hora después, antes de las 9 de la mañana, cientos de pasajeros abordan los camiones urbanos. Los conductores de la ruta que entra al Valle de las Garzas hacen paradas en las esquinas de las calles, donde no hay parabuses, pero los porteños las dibujan en el aire.

No hay autoridad de Tránsito y Vialidad a la vista. Bastan los semáforos para que cada cual realice su deber: manejar y caminar con precaución, mientras que el miércoles 5 de marzo de 2014 hay un desplegado de policías vigilando la llegada y estancia del presidente de México.




Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
El 6 de marzo de 2014
Manzanillo, Colima, México 

Iniciativa

JAZZ estaba frente al agente aduanal HH, 2 días después de haber sido contratada para el puesto de ejecutiva de tráfico en el área de importaciones, aunque su fuerte eran las exportaciones. Apenas contaba con 23 años de edad, un año de experiencia en el ramo de las exportaciones y otro en la captura de información portuaria, para ser enviada a un periódico norteamericano.

Las preguntas que AA le hacía eran básicas: ¿Cuántos años tienes?, ¿qué sabes hacer?, ¿por qué decidiste unirte al equipo laboral?, entre otras. Tal vez el empresario tenía tiempo de sobra para analizar a su empleada, porque se tomó la molestia de escucharla en medio de varias interrupciones de los subalternos. Jazz disimuló los nervios apretando los dedos de las manos, fijó los ojos negros, contestó las cuestiones sin titubear, incluso se interesó por saber quién era en ese tiempo el cliente más importante de la compañía Mattel.

En realidad, estaba siendo entrevistada por el dueño. Jazz lo sabía y aprovechó el momento para hacerle una propuesta que consideró conveniente para la empresa. Sugirió realizar maniobras de consolidación para carga LCL –Load Container Less– dentro de su bodega, en lugar del recinto fiscalizado; el hombre dejó de parpadear por segundos, miró a la recién llegada con agudeza y dijo: “Me gustas, eres inteligente”.

Ese fue el inicio de 4 años de trabajo juntos, donde Jazz jamás fue tocada por la grilla, envidias y reuniones inútiles; se dedicaba exclusivamente a lo suyo. De 8 de la mañana y quizás hasta las 10 de la noche, a pesar de que el contrato laboral marcaba 8 horas de jornada. Jazz no tomaba en cuenta si estaba cansada o la falta de pago de las horas extras, pues disfrutaba tanto ser una máquina de producción.

A los 2 años tuvo la responsabilidad de ser encargada del Departamento de Revalidaciones. Durante su crianza, su madre decía siempre: “Acomídete a hacer algo. Una persona que no lo hace, no entra a ninguna casa”. Eso funcionó en el exterior, sin embargo, sucede lo contrario con las nuevas generaciones.

Argumenta un norteamericano: “El problema en México es que los jóvenes de ahora, los recién salidos de las universidades, todos se sienten ejecutivos, quieren ganar mucho”.

Al paso de los años, Jazz aprendió lo que debía; después voló hacia otro horizonte, donde reinició otra vida laboral.

Luego de 8 años, ella se hace comerciante. A veces conversa con los clientes, uno de ellos es proveedor de agua embotellada que le surte a medio puerto; éste suele conversar con distintos jefes de empresas, en ocasiones pregunta por los recién empleados, y le responden que han dejado de asistir al negocio, sin avisar ni decir adiós.

Jazz lo ve en un compañero de trabajo, de 23 años, hombre, quien está contratado sólo por 4 horas a la semana. Él llega a tiempo, checa su hora de entrada, y a los 240 minutos, vuelve a checar la salida.

Es un chico de carácter pasivo, o mejor dicho, contenido, boxeador amateur; parte de sus actividades es acercarse a los clientes para ponerles rutinas de ejercicios. Lo hace, sin embargo, la ausencia de carisma, para algunas personas, es invisible.

Él no hace una introspección interior, de cómo da el servicio; si es satisfactorio para los demás, mas sí ve sus propios intereses; es decir, se pone en el papel de empleado cumplidor. No da un valor agregado, le pagan por cumplir y él lo hace.

Viéndolo del lado contrario, el empleador requiere gente proactiva, que tenga motivación, propuestas, sugerencias, acciones para hacer crecer el negocio a la par, no muebles en espera de una funda para adornar el tapiz.

Claro, no todo debe generalizarse. Habrá jóvenes hombres y mujeres que sí tienen ganas de dar un extra a sus servicios. Gente de esa hay mucha, pero está escasa en los jóvenes del estado de Colima. Es la enfermedad del burócrata, donde los síntomas deben ser padecidos; si no hay la medicina, no hay remedio.

Es una pena, pero es la realidad. Lo vemos en la familia con los hijos o sobrinos que creen merecer un premio, regalo, sin ni siquiera ganárselo; o los indigentes jóvenes, sanos, pidiendo monedas en las calles.

Jazz puede vivir con esto: ausencia de iniciativa, un mal que puede esquivarlo. Es de sabios tomar buenos hábitos; procurará tener mejor iniciativa.


Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima 
El 27 de febrero de 2014
Manzanillo, Colima, México 

Panza llena, corazón contento


MUCHAS mujeres preguntan en la recepción del gimnasio si el instructor podría darles una dieta. Éste, que ha estudiado un curso de nutrición, se cree apto para dárselas, comprometiéndose para la siguiente semana entregarla. Pasan los días, y el hombre que dio su palabra aún no les da respuesta ni papel escrito.

La chica de recepción tampoco es nutrióloga, no ha llevado ningún curso extenso que lo avale, sólo se ejercita y tomó uno pequeño, donde le enseñaron a comer bien. Ahí aprendió que las verduras son mejores comerlas crudas que cocidas, a excepción de la papa; optar por consumirlos de manera sólida en lugar de jugos, evitar la comida chatarra y hacer ejercicio. La mujer apenas recuerda la cantidad de calorías que contiene la tortilla, cree que 9, sin embargo, no deja de hacerle mala publicidad al refresco de cola, de 600 mililitros: 150 calorías y 12 cucharadas de azúcar, un chocolate de barra 200 kilocalorías, sin faltar los boletines informativos a los que está suscrita vía internet.

En el gimnasio hay un aparato que se llama elíptica, es una máquina diseñada exclusivamente para quemar grasa; el ejercicio es simulación de caminar, correr o esquiar. Éste posee un tablero donde indica el tiempo de duración, la distancia, las calorías y las pulsaciones del corazón por minuto. La mujer suele utilizar la elíptica como ejercicio cardiovascular, no para bajar de peso, sino por salud. Cuando lo hace, el tablero indica que en 20 minutos apenas bajó 100 calorías y recorrió una distancia de 8.5 kilómetros.

La recepcionista cree que puede dar su opinión al cliente cuando solicita una dieta y el instructor no se lo da; suele sugerir llevar una alimentación sana. Excluir los alimentos malsanos: harinas y azucares refinados, evitar el consumo de la carne roja y el atún; en sí, todo aquel producto procesado.

Algunos de los amigos, de los cuales ninguno asiste al gimnasio, le dicen que es imposible no consumir alimentos procesados, y se sorprenden o critican el último hábito que lleva a cabo: no comer carne roja.

Luego del terremoto en Japón, en 2011, el desastre de Fukushima está causando gran peligro. En el Sur de California, según las muestras de 2011, 2012 y 2013 se encontró atún radiactivo; se detectaron altos niveles de Cesio 137.

El Cesio 137 es un metal radiactivo de cesio que se produce principalmente por fisión nuclear, tiene un periodo de semidesintegración de 23 a 30 años.

Hoy en día, la pesca de atún en el territorio mexicano está prohibida. Lo sabe gracias a un capitán de barco camaronero, antes por un amigo ecologista, y por último confirmó el hecho con una norteamericana que argumentó estar prohibida la venta de atún en Estados Unidos de Norteamérica. Sin embargo, en el mercado local y medios de comunicación no informan a la población sobre el tema.

En Manzanillo continúa su venta al por menor, ya sea enlatado o en filete. Por supuesto, los deportistas consumen atún por sus propiedades nutritivas.

La carne del atún sano posee un 12 por ciento de grasa, lo que lo convierte en un pescado graso, pero se trata de una grasa rica en ácidos grasos Omega 3, que ayuda a disminuir los niveles de colesterol y de triglicéridos, y hacer la sangre más fluida, lo que disminuye el riesgo de aterosclerosis y de una trombosis. Hablamos de un atún sano. Por desgracia, en la actualidad se corre el riesgo de no serlo.

Los clientes se quedan un poco sorprendidos al escuchar la recomendación de no consumir el pescado, pero el instructor desconoce por completo la información. La mujer desde su escritorio recomienda comer sano y bien. Cuestión que muchas veces los nutriólogos ni los instructores deportivos dicen la verdad sobre el origen o ingredientes de los productos consumidos.

Una buena alimentación es una inversión a la salud a largo plazo. Panza llena, corazón contento.




Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
El 20 de febrero de 2014
Manzanillo, Colima, México

A caminar y falta de parabuses


UNA de las recomendaciones que dan los médicos a sus pacientes con problemas de sobrepeso, diabetes e hipertensión es hacer ejercicios cardiovasculares; éstos también conocidos como aeróbicos, son de baja o media intensidad, que dependen más de la capacidad de oxigenación que de la fuerza física, y nos ayudan a quemar calorías.

Muchas personas creen que caminar distancias del trabajo a casa o viceversa es bueno para la salud; en efecto, es una acción positiva para el cuerpo, sin embargo, no es suficiente para ser considerado “ejercicio”, debido a que las condiciones para realizarlo no son las óptimas.

¿A qué me refiero con “no son las óptimas”? Bueno, para iniciar, prepararse para asistir a un gimnasio, pista deportiva, salir a la calle a caminar o correr, la persona está mentalizada que hará una actividad física por un determinado tiempo, sin parar el proceso de movimiento; es decir, no habrá oportunidad de detenerse con fulanito, mengano a charlar al encontrarlo; quien se ejercita debe portar ropa y calzado deportivo. Nada qué ver con una caminata después de concluir la jornada laboral.

Caminar 30 minutos o más a diario es una acción buena para mantener al corazón y algunos músculos del cuerpo en excelente estado; es cuestión de adquirir el hábito para hacerlo, después se volverá una adicción sana.

Hoy por la mañana caminé 14 minutos de casa al área de trabajo; eran las 6:30. En el tramo del crucero de Valle Alto, frente a una gasolinería, permanece un pequeño tramo de banqueta y alumbrado, no público, más bien de la tienda colimense de autoservicios; después, el monte y la oscuridad se adueñaron 3 minutos de camino. Abrí bien los ojos. A pesar de ser zonas habitacionales, esos rumbos son populares. El detalle es que recordé con cierto pesar la falta de concreto en el espacio público; en ese mismo instante, escuché unas pisadas detrás de mí. Un hombre y una mujer corrían vestidos con ropa deportiva. Al principio, los admiré, luego les mandé las bendiciones para que ninguno de los dos se cayera. Cómo no caerse si había bajo tierra trozos de pavimento y no existía iluminación suficiente.

Contrario al panorama anterior, en la cancha con piso de tartán, en el Valle de las Garzas, Barrio 3, hombres y mujeres de todas las edades caminan y trotan a paso firme.

Cuando se es peatón durante toda la vida o por lo menos durante muchos años, por razones obvias deben de levantarse temprano para llegar a las citas y compromisos a la hora acordada. Una de las ventajas que conlleva a eso es que todo el tiempo estás en constante movimiento; también observas a detalle lo que hay a tu alrededor. Esta vez, para colmo de los colmos, diré que en Manzanillo carecemos de parada de camiones urbanos o parabuses.

Hay que aplaudir la labor social que hacen algunas empresas para beneficio con la sociedad, pues es una forma de retribuir a los clientes su preferencia. Esto viene a colación porque en El Tajo ya se cuenta, por fin, con un parador metálico. Así los ciudadanos podrán esperar el arribo de los camiones urbanos. En Miramar, en el extremo de la ciudad, el Ayuntamiento Municipal colocó otra parada de camiones; a diferencia del primero, está muy amplio.

Por desgracia, tendré que señalar y calificar con número reprobatorio a las autoridades del puerto –al menos a quien podría gestionar la realización de los paraderos y llevar a cabo la colocación de éstos–, por la falta de conciencia para servir a la población manzanillense, que día con día aborda más de dos camiones, sin tener dónde protegerse del sol o descansar mientras llega la ruta.

Podría mencionar muchos sitos ausentes de parabuses: Tapeixtles, La Joya I, Barrio 2, frente a la universidad privada, entre otras. Por cierto, para transitar del Barrio 3 al 4, los ciudadanos deben subir el puente del Valle, guiar sus pasos por el angosto piso, y todavía llevar a sus niños que van a la escuela. Dios no lo quiera, pero sospecho que podría suscitarse un accidente espantoso.

Ojalá las autoridades se pongan a caminar, para ejercitarse, ya que les hace falta, porque la mayoría tienen sobrepeso. Así como poner manos a la obra en la construcción o gestión de recolectar dinero con empresas portuarias para la creación de parabuses o paradas de camiones.



Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
El 13 de febrero de 2014
Manzanillo, Colima, México 

Responsabilidad


DEFINIREMOS la palabra responsabilidad, para tratar de hablar sobre el tema. Responsabilidad: obligación moral; reparar y satisfacer por sí o por otra persona; dicho de una persona: de posibles y digna de crédito.

Recuerdo mucho a papá, que solía llegar muy temprano a las citas, misa y el trabajo, incluso desde mi punto de vista, exageraba. Veinte minutos antes de la hora acordada, ya estaba en el lugar. Confieso que era molesto ser apurada siempre para arribar temprano a los sitios. Aunque debo aceptar lo agradable que fue verlo puntual, contar cada 6 meses, las monedas que sacaba de la panza de un cochino de yeso para irnos con toda la familia de vacaciones.

En mi primer trabajo, la hora de entrada era a las 8 de la mañana. Para ese entonces, abordaba el camión colectivo 40 minutos antes de la hora. Si se me hacía tarde, al acumular tres retardos, significaba una falta, es decir, no se pagaba, y a las tres faltas, rescisión del trabajo, sin responsabilidad de la empresa.

La hora de la salida marcaba cierto dígito en el reloj checador, aunque en realidad 8 horas de jornada laboral era ficticio, pues había ocasiones en que salía a las 11 de la noche. En cuestiones de horas extras, llegaron a pagarlas al principio y a regañadientes. Hablo de cuando tenía 22 años, recién egresada de la universidad. Después, cambié de trabajo y éste quedaba a dos cuadras de casa. Por supuesto que arribaba temprano; sin embargo, a la hora de salir, volvía a partir después de las 8 de la noche, a veces hasta las 10, sin goce de tiempo extra.

Mi padre conversaba conmigo y argumentaba que eso no estaba bien, mas yo le decía que las cosas estaban así, y había dos opciones: aceptar o decir adiós.

El área de comercio exterior es fabulosa. Claro, lo ideal es no permanecer años frente a un monitor de computadora por más de 10 horas al día, porque la vida se acaba sin haberla gozado. Si nos preguntamos, ¿por qué Manzanillo es el puerto más importante del Océano Pacífico?, ¿por qué tiene récord en el movimiento de contenedores a nivel nacional? La respuesta es simple: toda, o mejor dicho, casi toda la gente que trabaja en el ramo portuario, desde el operador de montacargas hasta el director de una organización, dan, a diario, el 100 por ciento de sus capacidades y habilidades en el puesto que desempeñan. A eso se le llama responsabilidad.

En el comercio internacional, todo error cometido por un empleado de empresa privada es descontado en la nómina quincenal, y no hablo de 500 pesos, sino de miles. Así de perfeccionista es la profesión. Como todo, existe una explicación. La actividad comercial en el ámbito internacional conlleva a una cadena de suministros, procesos operativos donde hay un trabajo conjunto. Si hubiese un error, fallan todos.

No es raro saber que la diabetes, anemia, gastritis y el asiduo estrés son el boom de las enfermedades en las agencias aduanales, líneas navieras, terminales de carga, transportistas, entre otras, gracias al sedentarismo y la mala alimentación. La responsabilidad del empleado es medible y se reflejada en la productividad de la empresa.

Si el empleado no cumple con entrar a la hora estipulada en el contrato laboral o asignado por el jefe inmediato superior, la organización pierde dinero. Esto muchas veces el trabajador no lo ve o no lo quiere reconocer. La impuntualidad le cuesta a las empresas. Los clientes no pueden esperar a que mengano se le ocurra llegar a tiempo. La impuntualidad es un reflejo de irresponsabilidad. Por desgracia, esa cualidad se padece más que nunca en Manzanillo.

La lista de irresponsabilidades se agranda cada vez más. Irresponsabilidad de cumplir con el pago de la pensión alimenticia de los hijos, pagar impuestos ante tesorería, predial, agua potable, renta de casa, atención a los padres ancianos e hijos, entre otros. Lo paradójico es que sí cumplimos con el pago del teléfono móvil, letras del automóvil, telecable, internet, por poner un ejemplo.

Por desgracia, los costeños gozamos de mala fama. Nos consideran flojos para trabajar y aun así, existe un buen índice de productividad a nivel portuario nacionalmente.

En la actualidad, los jóvenes deben ser educados y formados para ser hombres responsables en sus actos, sin embargo, es lamentable que los padres de familia no tengan tiempo para ellos.

Ojalá el Gobierno local realice cursos y campañas donde fomente la responsabilidad, de lo contrario, seguiremos siendo incumplidos en muchos aspectos.



Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
El 6 de febrero de 2014
Manzanillo, Colima, México

Puro circo: eventos culturales en la laguna del Valle de las Garzas

                                                     
HACE 2 semanas, me enteré por un amigo, a través de Facebook, que se llevaría a cabo un evento cultural en la explanada de la laguna del Valle de las Garzas.

El sábado 18 de enero, ofrecieron un concierto de piano y jazz, Fernando Ramses y Massimo Corpacci, junto con Mariana Bullia, a favor de la preservación de la laguna. Ese día no pude asistir, sin embargo, volvieron a convocar otra actividad para el siguiente fin de semana; esta vez habría actuación, canto y baile.

El primer fin de semana no pude asistir, el siguiente sí.

Era sábado 25 de enero cuando dirigí mis pasos a la explanada de la laguna del Valle. Al acercarme, metros antes escuché la bella melodía El breve espacio, del cantautor Pablo Milanés, interpretada por un artista local. En esos minutos, el andén con manglares se mecía y la escasa agua de laguna burbujeó, seduciendo a los peatones a apresurar su andar. En el camino, interrumpí la caminata para saludar a un amigo, con quien puedo tener una conversación transparente acerca de las obras que se realizan en Manzanillo.

Le cuestioné el por qué de la sequía de la laguna Valle de las Garzas, a lo que respondió: “Esto que ves es un gavión, un cilindro de grandes dimensiones, tejido de malla, relleno de piedras, usado para este tipo de obras hidráulicas. Su función principal es detener el lodo de la laguna para que no se vaya al puerto interior. En sí, es un filtro. Sólo pasa el líquido. Al existir esto, el lodo se queda en la laguna y va aumentando su nivel hasta secarla. Si se dejara pasar la tierra, ésta sería un problema para la zona portuaria”.

La respuesta fue muy simple, tan sencilla, que hasta un niño la podría dar: quitar el gavión; sin embargo, al hacerlo debieran de dragar las aguas del mar de manera continua, generaría grandes costos. También existe otra alternativa: dragar la laguna.

La Administración Portuaria Integral de Manzanillo( API), junto con el Gobierno Federal y la comunidad portuaria, es decir, los empresarios, sabían de antemano que esto sucedería, e incluso las asociaciones civiles involucradas –me atrevo a decir Aciman– conocían de antemano que esto pasaría, pero nadie dijo nada, al menos no en voz alta.

Los eventos culturales que se están llevando a cabo para la preservación de la laguna del Valle de las Garzas –antes estero– son viables, sólo para que la sociedad manzanillense despierte, actúe y se convierta en un ciudadano político.

Describo el concepto de político, de acuerdo a la Real Academia Española: actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, voto o cualquier otro modo.

Hasta el momento, no existe demanda sobre la parcial sequía de la laguna Valle de las Garzas, que se alimenta gracias a las aguas tratadas que son vertidas ahí. Desde hace mucho tiempo, no tiene entrada de agua salada, por esa razón los manglares están modificándose, se alimentan de agua dulce.

La API aún no toma responsabilidad alguna, menos la comunidad portuaria, aunque por fortuna, quieran o no, deberán hacerlo, por su bien y el colectivo. ¿Por qué? Al momento que caigan los fuertes aguaceros en Manzanillo, la laguna no tendrá espacio para almacenar el agua de lluvia. Es parecido a una alberca tapada. El líquido fluirá hacia la delegación del Valle de las Garzas y la zona norte del puerto interior, causándoles a ambas partes inundaciones, grandes pérdidas monetarias y quizá hasta vidas humanas.

El presidente municipal, Virgilio Mendoza, hace una declaración de que se proyecta un programa de rehabilitación de la laguna Valle de las Garzas, en el cual tiene asignado aproximadamente 3 millones de pesos para un plan de manejo y determinar exactamente qué es lo que requiere. A su vez, argumenta que es necesaria la participación del Gobierno Federal y de la ciudadanía.

Lo curioso es que no dice cuándo, ni convoca a la sociedad manzanillense a estar enterada del asunto, sólo realizan eventos culturales en colaboración del Gobierno del Estado, asociaciones civiles y agrupaciones independientes.

Por otro lado, es bastante paradójico que dentro de la explanada de la laguna permitan la venta de café en vasos desechables, hacerse pasar por “ecologista”, pasar al frente del auditorio, tomar un micrófono y no aprovecharlo para instruir sobre el cuidado del medio ambiente con acciones congruentes, o al día siguiente ver que los desechos descansaban en el piso.

La solución para cuidar a nuestra madre tierra es dejar de ser tan consumistas. Convirtámonos en consumidores responsables, debemos comprar productos que no generen tantos desechos que son arrojados a los ríos, mares, a la tierra y al aire. Entre menos importaciones haya, más bajo será el daño a la producción nacional, y se fomentará el consumo de productos nacionales y locales.

El puerto de Manzanillo no necesita medidas correctivas, sino preventivas, cuya solución está dentro de nosotros. Hagamos conciencia de ello.

Después de conversar con el amigo, me despedí. Fui a disfrutar los valiosos eventos culturales en medio del bullicio de la ciudad, mas no desapareció de mi mente la idea de que en esta ocasión son un circo para entretener y distraer a la gente de la realidad prevista años atrás.



Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
El 30 de enero de 2014
Manzanillo, Colima, México

Puntos buenos y malos de los funcionarios públicos


ANTES de concluir 2013, fui junto con unos amigos a dos bares del puerto. El primero que visitamos es el que más nos gusta, porque está frente al mar, hay música en vivo y el servicio es muy bueno.

Llegamos después de la una de la mañana, tomamos un sitio para permanecer en un buen lugar, frente a la banda musical, cuando de pronto llegó un aroma extraño y no era precisamente el olor a cigarrillo, más bien a hierba; recordé el aroma de la marihuana. Mi amiga, quien nos acompañaba en ese momento, argumentó que alguien estaba consumiendo cannabis.

Enseguida volteé a ver quién fumaba ese enervante; no pude ver. Entonces me dirigí con el mesero y el guardia de seguridad para pedirles de favor que inspeccionaran el lugar, pues hay sitios para drogarse, no en ese bar. Ambos hicieron caso omiso, incluso se molestaron por la petición, porque para ellos no existía tal cosa. Tuve que hablar con el dueño del establecimiento, el cual respondió positivamente a mi solicitud, al mismo tiempo que también agradeció la inquietud.

Más tarde, nos fuimos a otro bar, uno que es hotel y en la parte alta hay un piso donde se dan cita muchos jóvenes y adultos para bailar. El hotel consta de seis pisos. Para llegar al último, como quien dice al bar, sólo hay dos formas: por las escaleras angostas, que a lo mucho sólo cabe una persona, o por el ascensor con capacidad máxima para cuatro personas, donde tres de ellas son clientes y la otra es el elevadorista.

Soy muy mala para calcular la capacidad de personas que pudieran caber en el bar, sin embargo, si mis cálculos no me fallan, podría decir que 100 son suficientes para llenar el local. Un centenar de visitantes danzan, beben, conversan dentro, sin contar con medidas de seguridad en caso de que alguna contingencia pudiera suscitarse. Apenas pude observar el extintor pequeño en el área de la cantina, la señalización no estuvo al alcance de mi vista. Lo que es peor, no hay salida de emergencia.

Debo aceptar que nos falta mucha cultura de protección civil, sin embargo, la misma autoridad no nos induce ni invita a pláticas sobre ello, ya que después de un número determinado de personas en un espacio, existe la obligación de los organizadores o vendedores de servicios de dar la información sobre medidas preventivas.

Respecto al consumo de drogas en los bares, en realidad no me asusto, sólo que hay sitios adecuados para hacerlo.

Un punto bueno para el joven que está en la ventanilla de Atención a Clientes, para el pago del predial. El servicio que da es muy bueno, junto con la señora Elena, que sirve de apoyo para los porteños que deseamos saber cuánto debemos sufragar. El tiempo récord de atención fue de 3 minutos, por impresión de varias hojas de pago para este impuesto.

En el servicio de transporte urbano algo está sucediendo en estos últimos días. Los conductores de los vehículos están manejando bien, ya no se sienten tanto lo arrancones y frenazos. Aunque no todo es maravilla, pues sigue habiendo choferes sin vocación.

Lo que tiene una TACHA, con mayúscula, son las autoridades de Tránsito y Vialidad, que brillan por su ausencia, al igual que los parabús o paradas de camiones. Seguimos sin contar con bancas con techos donde indiquen “parada”. En el fraccionamiento Arboledas, desconozco si la esquina, donde venden pollos al pastor, es el indicador de alto, ascenso de pasajeros. Ni se diga en Tapeixtles, frente al bulevar Miguel de la Madrid, pues ya tiene años sin parabús. ¿De plano es muy caro improvisar uno, aunque sea de palapa? Digo, no soy la única persona en todo Manzanillo que anda a pie, sino cientos de ciudadanos que construyen el gran puerto de este municipio.

El punto más bueno para comenzar el año es que se reactiva la vía recreativa. Al parecer, será a principios de febrero; esa es una excelente noticia. Es grato saber que hay gente inteligente que retoma los proyectos factibles de la Administración pasada.

Así que a trabajar, no debemos desistir en los puntos malos, porque se tienen que mejorar. Nosotros, como ciudadanos, necesitamos hacer denuncias públicas para que las acciones se hagan, ya que somos los ojos del Gobierno.

Puntos buenos y malos es una crítica de mejora.





Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
El 23 de enero de 2014
Manzanillo, Colima, México

Visita al Rainbow Warrior III

ME enteré de la visita a México de Rainbow Warrior III, el barco de Greenpeace a nuestro país, gracias a la red social Facebook. Ésta anunciaba su llegada a los puertos mexicanos: Mazatlán, Puerto Vallarta, Acapulco, Cozumel, Quintana Roo y Veracruz. Así que decidí ir al puerto más cercano de Manzanillo, ese fue Puerto Vallarta.

Rainbow Warrior III o Guerrero del Arcoíris III, es uno de los tres veleros más grandes del mundo. Utilizado por la Organización No Gubernamental (ONG) como soporte para las manifestaciones de protesta organizadas por Greenpeace contra diferentes actividades realizadas por diversos países, contrarias a la protección del medio ambiente y de las especies marinas. El primer velero, Rainbow Warrior I, fue hundido por agentes de la Dirección General de la Seguridad Exterior francesa en 1985, para evitar la entrada a sus aguas territoriales.




El velero está destinado a defender a los océanos de la contaminación, tanto química como orgánica. Sustituye al dos, y sus principales puntos de acción son realizar funciones por las energías renovables; detener la deforestación, siguiendo la pista de traficantes ilegales; proteger a los mares, rastrear pesca pirata e ilegal, impulsar la creación de santuarios marinos; defender a los océanos del peligro de los químicos, persiguiendo las empresas responsables, y siguiendo la pista ilegal de químicos peligrosos; promover la agricultura sana, sin químicos, tanto herbicidas como pesticidas, proteger al mar de los desechos nucleares y apoyar las campañas contra energía nuclear.

La programación de actividades, de acuerdo a la página, eran: exposición fotográfica, recorrido en el buque y proyección de un documental.

Llegué a la Marina Vallarta a las 4 de la tarde. Me acerqué al área de preregistro para confirmarlo, ahí checaron mis datos; después me dirigí con una mujer para que volviera a tomar mis datos y anotarlos en una hoja que cargaba en un block.

La hilera de visitantes al buque apenas alcanzaba media centena. Los toldos de plástico blanco lograban cubrir perfectamente los rayos del sol, que para ese entonces la resolana alcanzaba a quemar la piel. Mujeres, hombres y niños, se encontraban ansiosos, esperando abordar.

Antes de subir al Guerrero del Arcoíris, los voluntarios de Greenpeace nos guiaron con sus compañeros en la explanada, para escuchar acerca de la energía solar. Los chicos mostraron que sí es posible utilizar un calentador de agua para bañarse o beber, en lugar de bóiler o cafetera, hasta una estufa solar. Después de unos minutos, abordamos.

El primer recorrido fue en la cubierta. Ahí se encontraba Billy Greene, una pequeña embarcación capaz de navegar muy rápido. Ella es quien al mar abre paso al velero, para que éste realice sus labores a favor del medio ambiente. Le seguimos en el control de mando –el cuarto donde ahí es dirigido el buque–, así que el timón y otras máquinas eran muy modernas. Más adelante, nos llevaron a la proa –parte delantera de la nave– para platicarnos acerca del origen del Rainbow Warrior III; y por último, descendimos a un área donde proyectaron un documental que trató sobre la contaminación tóxica en los ríos.

Greenpeace ha denunciado la descarga de tóxicos: mercurio, plomo, cromo, cadmio, tolueno y benceno. En México, más del 70 por ciento de ríos y lagos presentan cierto grado de contaminación. Estos elementos son usados en la fabricación de prendas textiles; esto quiere decir que estamos vistiendo con residuos tóxicos. Aunque no exista investigación a fondo sobre los efectos verdaderos de dicho daño, afectan directamente la salud, provocando enfermedades que alteran las funciones hormonales.

Después, ya no hubo más recorridos. Concluimos en esa sala con la visión de cuidar nuestro entorno, y sobre todo informar a la gente para que sepa lo que está pasando en el mundo en temas ambientales.

Al bajar del velero, pude percatarme la cantidad de visitantes que hacían fila para abordar, éstos desde niños y adultos mayores. Antes de las 7 de la noche, hora en que sería proyectado el documental, si estabas fuera de la marina, no te permitían el acceso, y eso pasó. Además de mí, mucha gente tuvo que retornar a casa un poco molesta o tal vez resignada, debido a la gran demanda que hubo por conocer al Rainbow Marrior III.



Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
El 16 de enero de 2014
Manzanillo, Colima, México

El amor no es apego


HOY me desperté tarde. A las 7 de la mañana sonó la alarma. No le hice caso. Seguí dormida, acostada bajo el edredón, estando en contacto conmigo misma. Sí, la cama no es un simple mueble acolchonado que sirve para descansar o hacer el amor. Para mí es un abrazo largo o una caricia suave, y más en este clima de frente frío.

Pasé una hora cubierta con el cobertor. Abrí los ojos, vi el reloj, imaginé que Agosto estaría desayunando en el restaurante para cerrar una venta. Desde ahí le envié suerte.

Al levantarme, hice la dinámica de siempre: estirar los brazos, las piernas las llevé al pecho, separé los muslos, giré el cuerpo de lado a lado, miré a través de la ventana la quietud del árbol de limón; puse el pie derecho sobre la cerámica gris vieja de casa, después el otro. Aunque llevó años con esta rutina, esta vez fue diferente, pues no sentí la ligereza ni la alegría que suelo tener al comenzar el día y menos tras haber hecho el amor horas antes.

No había justificación del descontento. Nadie debe permitir que interfieran en la tranquilidad de tu vida, ni en lo sentimental y mental. Claro, no es nada fácil lograr ese nivel de autoconocimiento, aunque intentarlo conduce a alcanzarlo.

Era un nuevo día para corregir los errores o mejorar la actitud, pero la discusión de la madrugada que tuve con Agosto, por desgracia me hizo tener apego a un sentimiento de tristeza.

Transcurrió el tiempo, y a mediodía él llamó por teléfono. Su tono de voz era pausado y comprensivo; argumentó que no le hiciéramos mucho caso al mal rato vivido, que mejor lo tomáramos como experiencia. Eso alentó a reponerme. A mediodía, caminé por la acera que conduce a mi trabajo. Detuve los pasos frente al puesto de cocos para comprar uno. Platiqué con la pareja vendedora, saludé a sus hijas que estrenaban un juego de té. Después de pagar, dije hasta pronto. Retorné el andar mirando la atmósfera. El cielo estaba azul, el sol radiante, podía sentirlo en mis brazos desnudos.

De la tarde hasta el anochecer, el día, o mejor dicho, yo cambié de actitud. La gente que atendí en el trabajo, saludó y platicó episodios de su vida con la confianza del amigo.

Analicé el caso de la discusión con Agosto para encontrarle consecuencia. La encontré, pero eso no importaba tanto como la reacción producida en mí por el simple ego lastimado. Recordé una relación amorosa pasada, donde solía reaccionar de manera caprichosa. Por fortuna, él actuó con madurez y, por supuesto, lo valoré más.

Ahora pienso en los rompimientos amorosos, en las malas enseñanzas que uno aprende con el tiempo, gracias a los novios. Nadie, o al menos poca gente, educa a los hijos en cuestiones de parejas. Sólo corrigen o prejuician a la chica o chico que sale con el hijo. Eso pareciera ser la función de la madre, porque las hermanas sólo dan un visto bueno de manera superflua, con el mero propósito de que no se metan en su vida; en cambio los hermanos creen ser los autorizados para aprobar o desaprobar el noviazgo.

El amor de pareja no es tan verdadero cuando ambos pierden su individualidad. Lo que prevalece en sí es el apego. Ese estúpido hábito adquirido desde la primera relación entre un hombre y mujer, o depender del ser amado o pensar que la afición es amor.

“A todos nos toca la época del pendejismo, a todos nos pasa”, dijo el amigo Julio, quien ahora vive feliz con su pareja y está consciente que no durará para siempre.

Es cierto que el primer amor nunca se olvida, si éste fue agradable, pero tampoco se olvidan los siguientes, porque es de suponer que las experiencias vividas conllevan a mejorar las futuras relaciones, al menos en teoría eso debiera ser.

Hace unos días, una sobrina de 18 años de edad confesó que los jóvenes de su edad no querían tener un noviazgo y lo deseado por los hombres es tener una relación sin compromiso, salir de vez en cuando, sólo para saciar las ganas de acostarse con alguien; argumentó que tuvo una propuesta de ese tipo. Ella no aceptó porque no busca lo mismo. Lo único que se me ocurrió decirle fue que el joven había sido muy sincero con ella y eso era algo que debía agradecer.

La sobrina conoce a la tía de pensamiento libre, sabe que está abierta a escuchar a la gente, que actúa de acuerdo a como cree puede ser feliz. De todos los pedazos de historia y vivencias propias, llego a la conclusión de que el amor no es el que profesa la Iglesia para toda la vida, ni las reglas de la sociedad. Éste cambia, crece, madura y muere a corto o largo plazo; lo demás es apego del ego.




Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
El 9 de enero de 2014
Manzanillo, Colima, México

No a la minería en Zacualpan (II)

SÁBADO 14 de diciembre de 2013.- Ollín abordó el autobús de Manzanillo a la ciudad de Colima. Hora y media más tarde, descendió y tomó un taxi para llegar a un lugar cercano a la escultura El Torito, en Villa de Álvarez; ahí pasaría el camión que la conduciría a la comunidad de Zacualpan. Fue la primera en arribar, sólo los puestos de lámina y los vendedores la acompañaban. En ese momento se sintió diferente, algo parecido cuando va a lugares marginados. Iba preparada a ver, pero no con los ojos, sino con el alma.

Durante la espera, observó la grandeza de las jóvenes parotas, cuyas ramas abarcan la mitad de la acera. Antes de las 6 de la tarde, el clima era agradable. No hacía frío ni calor. Sin darse cuenta, la gente se aglutinó en la banqueta. En seguida, apareció un transporte público viejo de fierros duros, con simetría chata, el mismo modelo de los camiones que antes transitaban en el puerto, hace más de 25 años. Todos se subieron por la puerta de atrás, ya que es una forma de controlar el pago del pasaje, supongo porque la bajada es por delante y el costo es de 14 pesos por persona.


Dentro del móvil colectivo observó a los pasajeros; se sintió turista. Ellos cargaban bolsas de mandado, de mano, mochilas; vestían ropa de trabajo, o al menos la de diario. Los hombres con sombreros, gorras, pantalones de mezclilla o de otro material, camisas y playeras polvorientas; algunos con huaraches, mostrando sus dedos cenizos; también había uno que otro con vestimenta casual. Las mujeres jóvenes lucían más pretensiosas; sus rostros alegraban el viaje. Las mayores, no más de 60 años, mostraban resignación y podía percibirse el amor.

Ollín experimentó con gratitud pertenecer al grupo. Para ella, no hubo más diferencia que la ropa puesta. En esos momentos le llegaron a la mente las cuestiones internas: ¿Qué estoy haciendo por los demás? ¿Por qué esa gente de escasos recursos económicos no tiene las mismas oportunidades que todos los colimenses? ¿Por qué la sociedad de Zacualpan nos da el ejemplo a los citadinos en amar y defender a su tierra, cuando a nosotros no nos importa destruir cerros para sacar mineral y vendérselos a los chinos, contaminar el aire y enfermar de cáncer en la garganta, gracias a la termoeléctrica de Manzanillo, o realizar torneos internacionales de pez vela cuando pocos de esa especie sobreviven?

Esa gente va y viene diario a Colima o a Villa de Álvarez a trabajar, vive con menos dinero y tal vez muchos, sin saberlo, poseen mejor calidad de vida que tantos en el mundo.

En el camino, observó el majestuoso paisaje. El volcán de Colima estaba frente a sus ojos, más allá de unas barrancas enormes, preciosas; parecían montañas de arena desquebrajadas. En el precipicio había un silencio seductor, una vegetación impresionante, gracias a que días atrás había llovido. Al acercarse a la comunidad, la entrada le hizo recordar al poblado de Pancho Villa, contiguo a Jalipa y después a Santa María, en San Luis Potosí. Por fortuna, el capitalismo se quedó atrás. Las casas de cemento con techos de tejas armonizaron el ambiente. En la plaza, el móvil urbano paró y el conductor avisó que su última salida sería a las 7 de la noche, por si se les ofrecía regresar.

Ollín descendió. Arribó al jardín, frente a la iglesia, donde había música, piñatas, proyector de imágenes, voluntarios, activistas, muchísimos niños, personas de todas las edades y una armonía inigualable.

La mujer dejó de sentirse turista, ya era parte de ellos. Fue a saludar a Gabo con un abrazo, le dijo que Zacualpan era bello. Ambos voltearon a ver el mirador. Él la animó a subir, antes de que el sol se ocultara. No lo dijo dos veces, fue en seguida. Contó 188 escalones hasta llegar a la cima. Desde ahí, Ollín recordó su pequeñez, disfrutó con placer la belleza de la Madre Tierra. Todo el derredor estaba vestido de verde. Grandes cerros o tal vez montañas sigilosas cuidaban a los habitantes; en medio, el pueblo nacía.

A los pocos minutos, un hombre tocó el caracol. El canto de éste hizo brillar a la luna llena. La paz era inmensa. Mientras en la ciudad la gente se encontraba frente al televisor viendo alguna telenovela, allá las personas defendían su tierra de los empresarios chinos que desean explotar la mina, destruir lo que nos pertenece: la Madre Tierra.

Al descender del mirador, Ollín saboreó los ricos guisos que con amabilidad los lugareños ofrecieron sin costo: mole con pollo, arroz, tortillas de maíz negro, pozole de camarón y agua de carambolo. Los voluntarios cantaron y tocaron canciones de nuestros ancestros. Hubo piñatas, hojas para colorear, música contemporánea, pero sobró todo, mucha convivencia y armonía.

Antes de las 8 de la noche, Ollín volvió a ser otra. Regresó al puerto con gratitud hacia la sociedad de Zacualpan, las asociaciones civiles, activistas y voluntarios que luchan y dicen: “No a la minería”.

Una Navidad sin minería en Zacualpan fue el mejor regalo que Colima ha tenido, aunque los colimenses no desean darse cuenta.


Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
El 2 de enero de 2014
Manzanillo, Colima, México