lunes, 17 de marzo de 2014

Iniciativa

JAZZ estaba frente al agente aduanal HH, 2 días después de haber sido contratada para el puesto de ejecutiva de tráfico en el área de importaciones, aunque su fuerte eran las exportaciones. Apenas contaba con 23 años de edad, un año de experiencia en el ramo de las exportaciones y otro en la captura de información portuaria, para ser enviada a un periódico norteamericano.

Las preguntas que AA le hacía eran básicas: ¿Cuántos años tienes?, ¿qué sabes hacer?, ¿por qué decidiste unirte al equipo laboral?, entre otras. Tal vez el empresario tenía tiempo de sobra para analizar a su empleada, porque se tomó la molestia de escucharla en medio de varias interrupciones de los subalternos. Jazz disimuló los nervios apretando los dedos de las manos, fijó los ojos negros, contestó las cuestiones sin titubear, incluso se interesó por saber quién era en ese tiempo el cliente más importante de la compañía Mattel.

En realidad, estaba siendo entrevistada por el dueño. Jazz lo sabía y aprovechó el momento para hacerle una propuesta que consideró conveniente para la empresa. Sugirió realizar maniobras de consolidación para carga LCL –Load Container Less– dentro de su bodega, en lugar del recinto fiscalizado; el hombre dejó de parpadear por segundos, miró a la recién llegada con agudeza y dijo: “Me gustas, eres inteligente”.

Ese fue el inicio de 4 años de trabajo juntos, donde Jazz jamás fue tocada por la grilla, envidias y reuniones inútiles; se dedicaba exclusivamente a lo suyo. De 8 de la mañana y quizás hasta las 10 de la noche, a pesar de que el contrato laboral marcaba 8 horas de jornada. Jazz no tomaba en cuenta si estaba cansada o la falta de pago de las horas extras, pues disfrutaba tanto ser una máquina de producción.

A los 2 años tuvo la responsabilidad de ser encargada del Departamento de Revalidaciones. Durante su crianza, su madre decía siempre: “Acomídete a hacer algo. Una persona que no lo hace, no entra a ninguna casa”. Eso funcionó en el exterior, sin embargo, sucede lo contrario con las nuevas generaciones.

Argumenta un norteamericano: “El problema en México es que los jóvenes de ahora, los recién salidos de las universidades, todos se sienten ejecutivos, quieren ganar mucho”.

Al paso de los años, Jazz aprendió lo que debía; después voló hacia otro horizonte, donde reinició otra vida laboral.

Luego de 8 años, ella se hace comerciante. A veces conversa con los clientes, uno de ellos es proveedor de agua embotellada que le surte a medio puerto; éste suele conversar con distintos jefes de empresas, en ocasiones pregunta por los recién empleados, y le responden que han dejado de asistir al negocio, sin avisar ni decir adiós.

Jazz lo ve en un compañero de trabajo, de 23 años, hombre, quien está contratado sólo por 4 horas a la semana. Él llega a tiempo, checa su hora de entrada, y a los 240 minutos, vuelve a checar la salida.

Es un chico de carácter pasivo, o mejor dicho, contenido, boxeador amateur; parte de sus actividades es acercarse a los clientes para ponerles rutinas de ejercicios. Lo hace, sin embargo, la ausencia de carisma, para algunas personas, es invisible.

Él no hace una introspección interior, de cómo da el servicio; si es satisfactorio para los demás, mas sí ve sus propios intereses; es decir, se pone en el papel de empleado cumplidor. No da un valor agregado, le pagan por cumplir y él lo hace.

Viéndolo del lado contrario, el empleador requiere gente proactiva, que tenga motivación, propuestas, sugerencias, acciones para hacer crecer el negocio a la par, no muebles en espera de una funda para adornar el tapiz.

Claro, no todo debe generalizarse. Habrá jóvenes hombres y mujeres que sí tienen ganas de dar un extra a sus servicios. Gente de esa hay mucha, pero está escasa en los jóvenes del estado de Colima. Es la enfermedad del burócrata, donde los síntomas deben ser padecidos; si no hay la medicina, no hay remedio.

Es una pena, pero es la realidad. Lo vemos en la familia con los hijos o sobrinos que creen merecer un premio, regalo, sin ni siquiera ganárselo; o los indigentes jóvenes, sanos, pidiendo monedas en las calles.

Jazz puede vivir con esto: ausencia de iniciativa, un mal que puede esquivarlo. Es de sabios tomar buenos hábitos; procurará tener mejor iniciativa.


Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima 
El 27 de febrero de 2014
Manzanillo, Colima, México 

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