lunes, 17 de marzo de 2014

Panza llena, corazón contento


MUCHAS mujeres preguntan en la recepción del gimnasio si el instructor podría darles una dieta. Éste, que ha estudiado un curso de nutrición, se cree apto para dárselas, comprometiéndose para la siguiente semana entregarla. Pasan los días, y el hombre que dio su palabra aún no les da respuesta ni papel escrito.

La chica de recepción tampoco es nutrióloga, no ha llevado ningún curso extenso que lo avale, sólo se ejercita y tomó uno pequeño, donde le enseñaron a comer bien. Ahí aprendió que las verduras son mejores comerlas crudas que cocidas, a excepción de la papa; optar por consumirlos de manera sólida en lugar de jugos, evitar la comida chatarra y hacer ejercicio. La mujer apenas recuerda la cantidad de calorías que contiene la tortilla, cree que 9, sin embargo, no deja de hacerle mala publicidad al refresco de cola, de 600 mililitros: 150 calorías y 12 cucharadas de azúcar, un chocolate de barra 200 kilocalorías, sin faltar los boletines informativos a los que está suscrita vía internet.

En el gimnasio hay un aparato que se llama elíptica, es una máquina diseñada exclusivamente para quemar grasa; el ejercicio es simulación de caminar, correr o esquiar. Éste posee un tablero donde indica el tiempo de duración, la distancia, las calorías y las pulsaciones del corazón por minuto. La mujer suele utilizar la elíptica como ejercicio cardiovascular, no para bajar de peso, sino por salud. Cuando lo hace, el tablero indica que en 20 minutos apenas bajó 100 calorías y recorrió una distancia de 8.5 kilómetros.

La recepcionista cree que puede dar su opinión al cliente cuando solicita una dieta y el instructor no se lo da; suele sugerir llevar una alimentación sana. Excluir los alimentos malsanos: harinas y azucares refinados, evitar el consumo de la carne roja y el atún; en sí, todo aquel producto procesado.

Algunos de los amigos, de los cuales ninguno asiste al gimnasio, le dicen que es imposible no consumir alimentos procesados, y se sorprenden o critican el último hábito que lleva a cabo: no comer carne roja.

Luego del terremoto en Japón, en 2011, el desastre de Fukushima está causando gran peligro. En el Sur de California, según las muestras de 2011, 2012 y 2013 se encontró atún radiactivo; se detectaron altos niveles de Cesio 137.

El Cesio 137 es un metal radiactivo de cesio que se produce principalmente por fisión nuclear, tiene un periodo de semidesintegración de 23 a 30 años.

Hoy en día, la pesca de atún en el territorio mexicano está prohibida. Lo sabe gracias a un capitán de barco camaronero, antes por un amigo ecologista, y por último confirmó el hecho con una norteamericana que argumentó estar prohibida la venta de atún en Estados Unidos de Norteamérica. Sin embargo, en el mercado local y medios de comunicación no informan a la población sobre el tema.

En Manzanillo continúa su venta al por menor, ya sea enlatado o en filete. Por supuesto, los deportistas consumen atún por sus propiedades nutritivas.

La carne del atún sano posee un 12 por ciento de grasa, lo que lo convierte en un pescado graso, pero se trata de una grasa rica en ácidos grasos Omega 3, que ayuda a disminuir los niveles de colesterol y de triglicéridos, y hacer la sangre más fluida, lo que disminuye el riesgo de aterosclerosis y de una trombosis. Hablamos de un atún sano. Por desgracia, en la actualidad se corre el riesgo de no serlo.

Los clientes se quedan un poco sorprendidos al escuchar la recomendación de no consumir el pescado, pero el instructor desconoce por completo la información. La mujer desde su escritorio recomienda comer sano y bien. Cuestión que muchas veces los nutriólogos ni los instructores deportivos dicen la verdad sobre el origen o ingredientes de los productos consumidos.

Una buena alimentación es una inversión a la salud a largo plazo. Panza llena, corazón contento.




Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
El 20 de febrero de 2014
Manzanillo, Colima, México

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