jueves, 27 de octubre de 2011

Mal tiempo (Segunda parte)

Los animales nocturnos cantan más que otras noches; el chirrido de los grillos, a 2 días después del enclaustro, aturde.El miércoles 13 de octubre, ella, sobre la cama, cena pasta fría con camarones, el mismo platillo de la comida. Al mediodía, al cocer el marisco pensó en ellos, los desconocidos, quienes tienen sus casas bajo el lodo y el agua. Imaginó los albergues con familias damnificadas. Sintió un ligero remordimiento al pensarlos sin alimento, pero los camarones ya tenían casi una semana en el congelador, debía consumirlos.El martes 12 por la mañana, luego del paso del huracán Jova, la comunicación telefónica se reanudó después de la señal de radio; las calles del puerto estaban inundadas; el puente que une a Santiago con el boulevard costero tenía fractura en un carril; los automovilistas que deseaban ir hacia aquel rumbo tenían que subir por la autopista. El tránsito era lento. Las clases en las escuelas fueron suspendidas. La mayoría de la gente no laboró. En el Barrio 4 y 5 del Valle, los hogares parecían garzas, con más de un metro y medio de tierra y agua.La ciudad careció de alcantarillas, las pocas que había eran rellenos sanitarios. En el campo de golf de Club Santiago los patos se enfilaron para tomar un baño en el lago que en ese entonces ya no era tan artificial. Los arroyos y ríos reclamaron su camino para ir al mar. En las estaciones de radio los locutores informaron a los radioescuchas el estado en que se encontraba Manzanillo. Los guardianes del puerto trabajaron para restablecer la comunicación vial, cuantificar daños y ofrecer apoyo. Las autoridades, civiles y representantes de instituciones educativas o asociaciones civiles se unieron para un mismo fin: ayudar.Los cibernautas cuestionaron cómo les había ido con el meteoro. Las imágenes y videos fueron subidas a las redes sociales; el amarillismo y las palabras de aliento estuvieron presentes.Ella, ese día aguardó en casa, pero él era quien le llamaba por teléfono para decirle cómo estaba la ciudad.El miércoles 13 por la mañana el cielo se vistió de azul, el sol estaba radiante, y los pájaros y las mariposas salieron a buscar el néctar en los jazmines. Ella dejó la comunidad de El Naranjo para ir al aeropuerto Playa de Oro. Durante el camino observó trozos de cerro en el asfalto, hilos de arroyos que reconocieron su cauce, las plataneras y otros sembradíos bajo el agua, dos tráileres y un camión de la Cruz Roja venían de Jalisco a la capital mundial del pez vela y vio una tortuga pequeña cruzar con éxito la carretera. Cuando tomó la desviación para adentrarse al puerto aéreo vio que no había acceso, pues la antena de hierro que anticipa al conductor del hangar se convirtió en faro. El escenario que dejó un huracán categoría dos fue triste.Ella regresó a casa un poco sorprendida. Hacía 17 años que un ciclón no causaba tantos estragos en su tierra. Apenas recordó al amigo con los brazos caídos cuando los llevó al camión recolector de la basura. Era un árbol de tamarindo. Lamentó la mala planeación urbana del puerto mexicano más importante del océano Pacífico, la indiferencia de los afiliados a Infonavit en no investigar los asentamientos de sus casas antes de adquirirlas; cadena de intereses particulares –entre el gobierno y las constructoras– sobre los permisos brindados para creación de fraccionamientos habitacionales en zonas irregulares, falta de prevención en la sociedad ante las contingencias ambientales, y agradeció en silencio a los cerros por haber protegido muchos hogares de los fuertes vientos, y a los árboles por retener el agua con sus raíces.


El mal tiempo, como lo ocurrido con el huracán Jova, es un aviso para recordar lo indefensos que somos ante la madre tierra, un reflejo del crecimiento desordenado de la sociedad, y la esperanza de volver a empezar una nueva vida.Por la noche, los grillos no dejan de chirriar. Los mapaches salen de los mangles. El oleaje del mar se escucha tranquilo. Ella termina de cenar su pasta. Antes de ir a la cama, toma un libro de texto con la portada de signos de puntuación y oraciones, piensa en lo que puede hacer mañana, pero hoy tiene un dolor fuerte, ante la angustia del desconocido.



Elsa I.González Cárdenas

Publicado en El Diario De Colima

27 de octubre de 2011

Manzanillo, Colima, México

Mal tiempo (Primera parte)

Mientras Sujeto bromea por el mal tiempo en las costas del Pacífico con la expresión: “Estuvo decente la lluvia del lunes, si no hubieran corrido los atletas con la antorcha bajo un paraguas en la ciudad de Colima”, Verbo está a la expectativa de cualquier contingencia; Predicado reza para que no haya daños mayores, y Texto sale de la casa, va a la librería a buscar un separador de hojas. Deja la puerta abierta.

Los Signos de Puntuación aprovechan el momento para entrar. Creen que habrá fiesta porque todo el Alfabeto está dentro en la terraza.
A Sujeto le gusta ser el centro de atención en las reuniones; Verbo es un joven hiperactivo, siempre está dispuesto a cada acción; Predicado es un hombre religioso, le gusta estar en paz, y Texto, el mayor de todos, es hospitalario, conciliador e intelectual. Los cuatro son buenos amigos. Viven en casa de Texto.

Los Signos de Puntuación al arribar a la terraza vieron a Alfabeto triste. Sujeto intentaba hacer bromas para alegrar, pero fue imposible. Texto, al regresar de la librería ofrece una disculpa: “Amigos, lamento no haberles avisado con anticipación. Hoy martes, 11 de octubre, no habrá fiesta debido a que se acerca el huracán Jova de categoría 4 a las costas de Colima y Jalisco. Quizá la mayoría dirá que no pasará nada. Esperemos que así sea. Lo mejor es guardar precauciones. Ya habrán días mejores para celebrar”.

Los Signos de Puntuación ignoraban el estado del tiempo, al igual que Alfabeto. De nada le sirvió a “A” comprar zapatillas nuevas para hacer juego con su vestido rojo, como tampoco a la “U” portar el collar ámbar ruso, ni a los Signos de Interrogación hornear un pastel de zanahorias. Los Signos de Admiración al unísono vociferaron: “Ah, es por eso que desde el lunes los colibrís, las gaviotas, los cangrejos ermitaños, las mariposas y lagartijas no salen al jardín”. Los animales son los primeros que avisan del peligro.
Eran las 6 de la tarde cuando el cielo estaba nebuloso. Atrás del primer risco, en la zona de arrecifes, frente a casa de Texto, empezaron a formarse olas altas en donde casi nunca las hay.

Predicado argumentó: “Quienes quieran quedarse mientras pasa el huracán, ésta es su casa”. M, A y R junto con otras letras le tomaron la palabra. Los Signos de

Puntuación se marcharon por respeto al mar.
Más tarde, Texto, precavido resguardó su hogar para aguantar la fuerza del viento –en ese entonces ya era categoría dos–, colocó toallas debajo de las puertas para impedir la entrada de agua hacia el interior; alistó veladoras, cerillos, encendedores, linternas, lámparas de baterías; amarró con lazos las macetas de barro donde yacen plantas de ornato en los muros, puso colchonetas en el piso de la sala por si el cuarto de techo de palapa llegase a volar, revisó la alacena que suele estar llena, contó el agua embotellada, pastas, atunes enlatados, arroz y frijol. Luego, esperó.

A las 10 de la noche el mar era otro. El oleaje irreconocible. Las palmeras parecían abanicos manejados por niños. El jaloneo de un techo de acrílico –de la cochera del vecino– parecían gritos de lamento. Afuera, detrás los ventanales de madera el viento forcejeaba contra él mismo. Los minutos transcurrían lentos en la oscuridad.
Sujeto estaba inquieto. Debía disimular ante Verbo para evitarle preocupación.
Dentro de la casa, en plena tormenta, todos guardaron silencio. A media noche los inquilinos conciliaron el sueño. El Predicado no dormía, sabe los daños que puede causar un ciclón. Sujeto y Verbo hicieron una oración. Enviaron bendiciones a los marinos en altamar.

A medianoche se perdió la señal telefónica, la de radio y no hubo electricidad. Apenas venía lo fuerte. Imaginaron lo peor.
El viento se quedó sin voz a las 4 de la madrugada. A esa hora no había nada que hacer. El cielo aún portaba traje negro, la luna casi llena estaba ausente. Debían esperar la salida del sol.

Al amanecer, el día trató de ser el mismo antes del mal tiempo. En casa de Texto era notorio ver en el jardín ramas caídas de los árboles, pétalos de flores sobre el pasto, el agua de la alberca verde, el mar con agua dulce, el cielo sin tono azul. Sujeto, Verbo, Predicado, Texto y Alfabeto estaban a salvo, pero quién sabe allá arriba, donde el pueblo nace, lejos de El Naranjo.



Elsa I.González Cárdenas
Publicado en El Diario de Colima
El 20 de octubre de 2011
Mazanillo, Colima

A son de mar (nombre prestado por La Amorosa)



Elsaí empezó con su nostalgia desde el viernes 7 de octubre y la difundió a las 11:29 horas en el facebook: “El par de pescadores llegan en una lancha de motor, atraca frente a mi ventana y después de varias horas, se van sin decir adiós”.

Pareciera que anticipa su crónica intimista con ese mar que no puede dejar de mirar en su Manzanillo y retrata para nosotros cada jueves.


Elsaí, “la Amorosa Elsaí”, como la nombro, tampoco concibe dejar de mirar la luna, como si fuera su té de azahares que la prepara a navegar otros mundos; por ello, el nublado sábado 8, no podía dormir y continuaba despierta más allá de la una: “La E tiene ganas de soñar pero no logra dormir. Mejor mirará el mar hasta el amanecer”.


Cuando leí su mensaje, la silueta de mi amiga se estacionaba tras mi ventana como mundo sobredimensionado, imaginándola cual niña que no ha dejado de crecer para seguir asombrándose.


No me percaté que, para esos momentos, había dejado de ser Elsaí y se nombraba a sí como “La E” quizá porque se había vuelto niña entre el suspiro y el temor al huracán que se aproximaba. Fue así, como “La E prefiere comer bien que vestir bien, viajar que comprar un auto, la libertad que un mal matrimonio, amar que limitarse, disfrutar la subida a un cerro que volar en avioneta y disfrutar la simpleza de la vida hasta que muera” y sí, ese sábado amaneció la lluvia y permaneció nublado todo el día Manzanillo, por ello el balance de sumas y restas.


Por la noche se vuelca de nuevo la tristeza de los cielos y el domingo el sol, temerario, se yergue algunas horas. Sin embargo, para ella “es curioso percibir la calma en el puerto cuando se aproxima un huracán”.


Cuando te haces uno con el mar y tienes la dicha de mirarlo por la ventana, sabes descubrir sus voces y La amorosa nos traduce a media voz: “el mar está muy inquieto, aparte de que casi es luna llena”, ese mismo día cerca de la media noche.


Elsaí se resiste a lo que le dice el mar; esta vez no le gusta mucho lo que entiende y en ánimo de sustraerse, el lunes por la mañana se dice: “el mar está en calma. Hay un día hermoso. Buen tiempo para instruir a la sobrina de cómo plantar un frijol”, pues necesita sembrar en ella la esperanza.


“Un poco de aire en la espera inquieta por Jova”, reconoce mi amiga por la tarde, sin que haya pasado desapercibido en todo el día que los animales que suele ver a diario, estuvieron ausentes.


Para aminorar su tristeza, se cuenta una historia de amor esa noche y la vive con el poema de Ramón Sanpedro, “M a r a d e n t r o” para ella:


Un beso enciende la vida
con un relámpago y un trueno

y en una metamorfosis

mi cuerpo no es ya mi cuerpo,

es como penetrar al centro del universo.


Y parece amanecer con ese amor sin límites bajo sus pies: “no he dejado de mirar el mar” buscando de nuevo su mensaje, el que le transmite él. En esa búsqueda vuelve a conectarse y nos alerta que a partir de las siete de la noche, “a partir de esta hora, el mar es otro”.


¿Cómo evadirse al encanto de la narración de Elsaí? ¿Cómo no empezar a temblar si ella lo conoce tanto?


La orilla del huracán se metió a Manzanillo la madrugada del 12, este martes, y ella, extasiada en su amorío que teme no ser correspondido, nos describe cómo fue: “las palmeras eran abanicos manejados por niños, el viento se quedó sin voz y el mar fue un adolescente hasta el amanecer”.


A partir de ese mensaje ya no ha puesto más. Incomunicada permanece, como muchos otros en varios municipios, y yo aquí, a la espera de su voz para corroborar que sigue asomándose a través de su ventana a donde le canta el mar.



Evelia Montaño
12 de octubre de 2011




Colima, Colima

jueves, 6 de octubre de 2011

Presentaciones de libros

Desde mayo del año pasado, la Asociación Civil Escapistas, cuya organización sin fines de lucro tiene el propósito de difundir, gestionar y producir las expresiones artísticas en el puerto, en especial la literatura, se da a la tarea, gracias al nexo que tiene con el Fondo Editorial Tierra Adentro, perteneciente al Consejo Nacional de Cultura y las Artes (Conaculta), de la realización de presentaciones de libros.

Los gastos de transporte foráneo –avión o autobús– es cubierto por la editorial; el hospedaje, comida y traslados locales Escapistas los cubre. En 2010 contaban con beca FECA (Fondo Estatal de Cultura y las Artes) en el área de patrimonio y difusión cultural, y parte de los recursos se invirtieron en las presentaciones de libros y en el V Festival de Poesía Manzanillo 2010.
En 2010 se iniciaron las presentaciones de libros en Casa Malagua, Instituto de Cultura Municipal, y Hotel Colonial.

Para inaugurar las numerosas actividades que se harían en meses subsecuentes, se invitó al escritor colimense Julio César Zamora a presentar su obra Errante Corazón Urbano. Después le siguieron los autores de la editorial Tierra Adentro, como el escritor jalisciense Mariño González, autor del libro Futbol, una novela punk, ésta “logra una formación antihéroes que poco a poco se descubren como pequeños duendes en contra de las pasiones del balompié.

Le siguió el regiomontano, ensayista y escritor, Érick Vázquez, con la obra La naturaleza de la memoria, trabajo que plantea preguntas sobre la angustia, la soledad, el desamparo que causa el tiempo y, más que todo, el amor y la belleza a través de un juego epistolar. También el escritor residente de Puebla, Alejandro Badillo, con la serie de cuentos de narrativa fantástica Ella sigue dormida; estos cuentos logran una peculiar reproducción de los sueños, el miedo, la paradoja y otras sensaciones que la soledad crea en el ser humano. Más adelante, el escritor oaxaqueño Askari Mateos con Cuarenta grados, cuentos que ocurren en ambos lados de la frontera entre México y Estados Unidos. La narrativa de Askari Mateos recrea la huída y el regreso de personajes disímiles en sus circunstancias, pero todos con el mismo sueño: el viaje al “norte”.

Y la escritora y actriz guerrerense, Iris Cuevas, con una serie de cuentos, Ojos que no ven, corazón desierto, textos que percibe la atmósfera de violencia que marca un contexto histórico de México.

En 2011, Escapistas A.C. no tiene beca para el apoyo a sus actividades. Por lo que los gastos están siendo solventados por ellos, pero también han recibido apoyo de empresarios para el hospedaje de los artistas y del Instituto Municipal de la Cultura, sólo el espacio para la realización de los eventos.

Este año contaron con la presencia del gran poeta Baudelio Caramillo, Premio Aguascalientes 1994, con su poemario En memoria del reino. El joven poeta Eduardo de Gortari, con La radio en el pecho, es un libro de poemas que nace del impulso de contar historias alrededor de canciones, hits o nomenclaturas personales que van trazando una búsqueda distinta; Karen Villeda, con Tesauro, en su afán de escritura, presenta una irónica visión de roles con sus constantes alusiones a lo masculino-femenino; y Eduardo Saravia, con su obra titulada Historia natural de la sombra, es un poemario que indaga en las posibilidades narrativas del poema.

Quizá a finales de octubre o en noviembre es muy probable que se logre presentar el libro Asterisco, del tlaxcalteco, ganador de Premio Nacional de Cuento Joven Comala 2010, Yassir Zárate Méndez.

En las presentaciones de libros el auditorio suele ser escaso y en algunas veces concurrido. Alejandro Badillo comentó: “Es muy común que en ese tipo de eventos haya poca gente, incluso en la Universidad Iberoamericana –donde él es catedrático– han ido escritores de la talla de David Toscano a hacer lecturas de sus obras, pero la respuesta de los estudiantes y de la sociedad es silenciosa”.

Un grupo de siete o diez personas pueden ser un mundo de gente, suficiente cuando existe el verdadero interés en leer literatura. La última presentación del libro de poemas, La sombra de la naturaleza, de Eduardo Saravia, fue triste, sin embargo valió la pena cuando tres adolescentes, vecinos del Centro Cultural Salagua, se percataron que los versos no son esas típicas palabras con rimas que vienen en sus libros de español.

Asombrados al entender el poema “La cama”, se fueron contentos a sus casas con un libro regalado y autografiado por el poeta. “La cama” es una historia de una cama especial para enfermos, donde los amigos o conocidos la piden prestada a la hija de la dueña y por alguna razón siempre mueren ahí –la mamá fue la primera en perecer–.
Las presentaciones de libros son un esfuerzo colectivo, tanto de los gestores, organizadores y, sobre todo, de los contribuyentes que pagan sus impuestos para lograr este tipo de eventos. Valdría la pena sacarle provecho.


Elsa I. Gonzalez Cardenas
Publicado en El Diario de Colima
El 06 de octubre de 2011
Manzanillo,Colima, Mexico