sábado, 21 de agosto de 2010

Ayuda a las autoridades

Comienzan los rondines de seguridad pública por las mañanas en el bulevar la policía federal, con el rostro cubierto, observa los ángulos de la ciudad; el Ejército Mexicano, de rostros jóvenes, sigiloso, atiende los movimientos de los civiles, y la Policía Municipal, transita en las viejas camionetas lo más rápido que pueden. El camión urbano que pasa frente a los automóviles sigue la ruta normal. Algunos peatones voltean a verlos, los viejos ponen cara de tristeza, los maduros de sorpresa y los niños alucinan ser héroes.

Del año 1966 a 1973, mi padre veía las series de televisión de nombre: Misión imposible, inspirada por el fenómeno fílmico James Bond, Agente 007, y una expresión social frente a la amenaza atómica de las dos superpotencias (Estados Unidos y la URSS) en constante carrera armamentista retransmitida en los ochenta; El Cazador (Hunter, en inglés) de 1984 a 1991, serie policíaca donde el detective sargento Rick Hunter y su compañera sargento, Dee Dee Mc Call, son investigadores de homicidios en el departamento de policía de Los Ángeles; y de 1985 al 1993, MacGyver, el agente secreto que utiliza su inteligencia e ingenio para salvar a los buenos de los malos.

A los escasos siete años de edad, ver por televisión series tan emocionantes donde la valentía, la astucia y el equipo de armas sofisticadas que usaban, me hicieron contemplar la idea de que cuando fuera grande sería detective, aunque claro, las hermanas se reían de mi sueño y hasta la fecha cada que lo recuerdan. De grande, esa inquietud de investigar sucesos o personas, se hizo más fuerte hasta llevarlo a cabo con trivialidades como indagar cuántas llamadas telefónicas hizo fulanito a manganito, buscar ciertos datos por internet, hacer de contactos para tener acceso a información confidencial, armar historias de acuerdo a las características de personalidad de alguien, seguir la lógica, las pistas y detalles que pudieran ayudar a resolver un caso. Después paré, sabía que no era sano para mí curiosear, porque nunca tuve la valentía ni las ganas suficientes para ser un detective ni agente de policía.

En la actualidad, etiquetamos a las autoridades que salvaguardan la seguridad de los ciudadanos, creemos que la corrupción nace de ellos porque en muchas ocasiones las noticias lo fundamentan. Es triste reconocer que no sólo el “sistema” es el actor principal de la corrupción, también uno es parte al mantener el silencio y la indiferencia ante sucesos delictivos que pudiéramos evitar o ayudar a resolver incógnitas, pero ¿para qué hablar si pondría en riesgo a la familia y la propia vida? La mayoría de los mexicanos “tienen miedo” y no es un miedo reciente por la violencia que vive el país, es un miedo de poca valentía de buscar la paz y la tranquilidad individual y colectiva. No les interesa que el vecino que vive en una de las zonas residenciales más caras de la ciudad de Colima produzca dinero rápidamente, y sí justificar “para poder comprar una casa se investiga minuciosamente los antecedentes del futuro comprador” e irónicamente hace menos de dos meses los uniformados interrumpen el fraccionamiento en busca de los dueños de la lujosa casa sin encontrar absolutamente nada. “Nosotros no sabíamos, parecía una pareja normal, decente”, siendo que años atrás alguien dijo que en esa casa vivía un narco”. Quienes dedican el tiempo completo de sus vidas a trabajar, saben lo que cuesta ganar el dinero, y más en México, donde el valor adquisitivo es bajo.

Somos parte de un sistema aunque no nos guste. Tenemos la responsabilidad de ayudar a establecer la “armonía” en la familia, colonia, ciudad y país. No debemos permitir dejar al azar la paz a las autoridades, bien sabemos que no pueden ni podrán solos.

Poco de lo que recuerdo haber escuchado de la señora Wallace en una conferencia que organizó la Coparmex a principios de año en Manzanillo fue “yo era una mujer común y corriente, ama de casa, con miedos, pero mi vida cambió repentinamente cuando secuestraron a mi hijo. Reaccioné, tuve que buscarlo. No sabía de lo que era capaz hasta vivir este dolor. He sido amenazada de muerte varias veces, he tenido una pistola en la cabeza, pero sigo aquí por alguna razón”.

Ojalá que nazcan muchas como Isabel Wallace de Miranda sin tener que pasar por una tragedia. La mujer que dedica su vida en hacer justicia para encarcelar a los responsables del secuestro y la muerte de su hijo Hugo Wallace y a cambiar las leyes para no favorecer a los victimarios.

Ahora, cuando veo pasar al Ejército Mexicano, a la PFP, y a la policía municipal desde lejos, los bendigo y agradezco la noble labor de hacer lo posible para proteger a la gente, aunque pocos confíen en ellos y nadie lo agradezca.



Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
19 de agosto de 2010

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