jueves, 12 de abril de 2012

Instruir

Hace  cerca de 2 años supe del proyecto de un documental que estaban realizando, el cual hablaría sobre la educación en México, de esto me enteré gracias al maestro Levy, quien en esos momentos impartía un curso de apreciación de cine documental.
"El cuento y las chamulas", por Elsaí Glez.

Él nos comentó que el director y guionista, Juan Carlos Rulfo, repartió a los estudiantes de educación básica cámaras de video en las escuelas con el fin de grabar a sus profesores impartiendo clases y cuestiones educativas que consideraran importantes para la cinta.
Sergio Contreras en la Vía Recreativa Mazanillo, por Elsaí Glez.
Después de esperar un largo tiempo, apareció en la cartelera –del único cinema que hay en el puerto– el documental titulado De Panzazo, cuyos directores son Carlos Loret de Mola y el hijo de Juan Rulfo.
El largometraje critica al sistema educativo que tenemos en el país, al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), y habla sobre la responsabilidad que existe en la formación entre los padres de familia, alumnos y normalistas.
No haré crítica alguna sobre el documental, pues ya lo han hecho los especialistas en el tema, las autoridades educativas y profesores que se sintieron ofendidos.El largometraje no sólo cita de los malos instructores, también rescata a los verdaderos maestros que tienen la vocación de enseñar y a los alumnos que desean aprender lo mejor de ellos.
En días pasados, Sofía me comentaba con mucha alegría que es común para sus hijos escuchar a su padre, rodeado de amigos, tocar algún instrumento musical en el estudio. Está muy contenta al saber que a los infantes les gusta la música y lo más importante es que tienen acceso a ella. Consciente, mencionó sobre la educación extra que le da a sus vástagos, pues sabe que algunos profesores no instruyen lo suficiente en las aulas de clase. Conoce la responsabilidad que tiene como madre de familia al estar al pendiente del conocimiento que adquieren y del cumplimiento por parte de ellos en sus tareas.
Javier, un profesor normalista, emigró de Celaya, Guanajuato, a Colima, para concluir sus 30 años de servicio, argumentó que donde vivía había días en que no laboraban porque hacían juntas sindicales o mítines para pedir algo y hasta los estudiantes se comportan diferente. Sorprendido, afirmó que los chicos de la secundaria La Estancia le tienen respeto al profesor, situación que en la otra ciudad no existe.
Él, al igual que varios amigos normalistas, critican al sistema educativo, y cuando les cuestiono el por qué no hacen nada para cambiar eso, sólo responden: “No podemos hacer nada, sólo nos corresponde hacer nuestro trabajo”.
El año pasado estuve presente en una junta de una institución educativa a nivel superior, como parte del equipo de trabajo, donde el director fundador nos transmitía mensajes sobre las mejoras educativas que estaba teniendo la escuela, además, el directivo dijo estar abierto a escuchar a los catedráticos para tener una  retroalimentación con el fin de crecer.
Los compañeros tienen licenciaturas y maestrías. Cuando vi el momento oportuno, levanté la mano y expuse la falta de interés que carecen muchos alumnos en aprender dentro de un sistema semiescolarizado, intenté ser explícita y aporté ideas para mejorar; la respuesta que tuve era parecida a la da un político en tiempos de campaña electoral. Lo peor fue que ninguno de los más de 20 compañeros apoyó mi inquietud, tampoco hubo inconformidad respecto a los estudiantes.

Voluntariado con Nataté en Chiapas.


Regresé a casa decepcionada, dudé si había hecho bien en hablar, pero para mí es imposible no hacerlo. Le platiqué a Javier lo ocurrido y él volvió a decir: “Olvídate de eso, dedícate a instruir, que aprendan los alumnos que quieran, no puedes cambiar la mentalidad. Por desgracia, es un problema que se va arrastrando desde los primeros años de vida, la mala educación”.
Ahora, suelo decirles a los alumnos: “No deben limitarse a escuchar a los catedráticos porque quizá digamos mentiras o mal enseñamos, cerciórense si la información proporcionada es verdadera; no lleguen a sus pupitres sólo escuchar al instructor, sino dialoguen sobre los temas, estudien por su cuenta y aprendan de todo hasta que mueran”.
El mejor premio de la maestro es escuchar la voz de un alumno al que le diste clases gritar tu nombre y saludarte con una sonrisa, o ver al hijo o sobrino aplicar tu instrucción para bien.

Elsa I.González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
Manzanillo, Colima, México
12 de abril de 2012

Este texto pudo haber tenido algunas modificaciones.



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