jueves, 19 de abril de 2012

Desde lo alto

Una de las actividades que disfruto mucho es subir al Cerro de la Cruz, ubicado en la parte céntrica del puerto, a unos 180 metros sobre el nivel del mar. Para ascender a él existen varios caminos: por la iglesia de Guadalupe, la Calle Nueva o Cuauhtémoc.

Cuando lo visito, en la terracería estrecha, paso mi mano sobre las rocas enormes que salen a encontrarme, siento la textura de su cuerpo; en seguida viene el silencio en una inmovilidad imaginaria; escucho los latidos de mi corazón que hacen coro con el viento; las hierbas y la maleza se vuelven cómplices en la travesía; piso fuerte, la tierra es noble, no cae; el mar juega a ocultar sus brazos entre los árboles, lo descubro en la cima bajo la cruz.

Fotos por: Fanqui y Elsa Glez.

Contaminando


Playa de Ventanas



Almendro (boca-arriba, no abajo)

De colores

Chicas haciendo ejercicio

Desde lo alto se percibe una inmensa quietud; a lo lejos, en los tobillos de la colina, las chimeneas de la termoeléctrica envenenan el aire y de manera lenta al pueblo; la regasificadora hace tic tac, una bomba de tiempo; las aceras de la ciudad son trazos improvisados de colores diversos; el puerto interior, orgulloso, presume las grúas y la zona turística irradia felicidad por tanto mar.


Héctor y yo fuimos el lunes pasado al Cerro de la Cruz. Bajamos por Ventanas, luego nos dirigimos hasta la explanada del Pez Vela a comprar una nieve de garrafa. Durante el ascenso vimos con rostros gloriosos subir y bajar a niños, jóvenes y adultos. Unos cuantos iban acompañados de sus perros. En la primera fase, por donde están las antenas de una televisora, un chico se detuvo de pronto para cuestionar si habíamos visto a Terry, su mascota; le respondimos que escuchamos algo a unos cuantos metros de distancia. El muchacho corrió a buscarlo, no lo encontró. Regresó rápido porque otra persona le comentó que estaba en la cumbre. Minutos más tarde, al arribar a la Cruz, Terry babeaba sediento. El dueño, al vernos, dijo: “En ocasiones se escapa para venir aquí, le gusta; en otras desciende a la playa”.

Esta vez encontré en la vía recipientes de plástico y empaques de frituras vacías, quizá sumaban decenas. ¡Qué irónico! Quienes frecuentan ese lugar presumen ser deportistas, gente sana que cuida su cuerpo o personas que hacen una manda. Tonto es saber que poco les importa cuidar a la naturaleza. Lo agradable fue observar a un almendro de más de un metro de altura, cargando una botella con agua boca abajo. Una manera curiosa de autoriego.

En dirección a la playa de Ventanas, la vereda es ancha. Se puede caminar o correr sin problema, pues la grava amortigua el golpe en los pies. Hay partes donde el cerro está desquebrajado, aun así no es peligroso porque el piso es plano. Los pedazos de roca caídos brillan por el mineral oculto.

La playa de Ventanas tarda un poco en contemplarse, pues es necesario caminar por varios minutos. Al aparecer, el espectador se sorprende por la fuerza del oleaje. Durante la travesía no deja de oler a mar mientras la brisa baña los cuerpos del caminante.

Desde el Cerro de la Cruz, playa de Ventanas hasta la explanada del Pez Vela hicimos 2 horas de camino, sin descontar los pasos interrumpidos para tomar fotografías del paisaje; sí nos hace falta condición para acortar el tiempo, pero el goce es inmenso, créanlo, es maravilloso apreciar tanta vegetación en medio de una costa que crece por su comercio exterior y agoniza en recursos naturales.

Si al menos pudiera cambiar el escenario del lunes pasado cuando vi a tres figuras políticas haciendo campaña en el Mercado 5 de Mayo, pues habría sido mejor verlos liberando toxinas en el Cerro de la Cruz; pero no, están demasiado ocupados como para desperdiciar minutos de su vida en simplezas. A ellos no les importa saber que la Cruz está por caerse, si en la noche luce bonita con luz blanca y roja; colocar al menos dos botes de basura e instruir que pasarán por ellos una vez a la semana; concientizar a la población para preservar la flora; hay muchas cosas que pudieran hacerse a favor del plumón marino.

En unos minutos más iremos de nuevo a la Cruz. Haremos el mismo recorrido, sólo que esta vez llevaré mochila sobre la espalda, dentro dos bolsas jumbo biodegradables para recolectar desechos de otros.



Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
19 de abril de 2012
Manzanillo, Colima,México

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