jueves, 8 de noviembre de 2012

Hilo de historias



G sale contenta al jardín de su casa para ver florear a los belenes. Cuando sus hijas van a visitarla o le llaman por teléfono, las presume. Las plantas son parte de su vida. A veces, recién abierto el botón, al día siguiente desaparecen las hojas carcomidas y dejan el tallo intacto. Al percatarse, furiosa busca el frasco con polvo blanco, pronunciando groserías. Lo encuentra, vierte un tanto al rededor de la planta, hace lo mismo con el helecho, flores del guanábano y el árbol de mango. Por la mañana, amanecen en una sola dirección cientos de hormigas muertas.



R es un extranjero que visita el puerto cada vez que puede, éste al ver un envase de leche vacío, limpio, estilándose, cuestionó a su esposa qué hacía ahí; la respuesta fue contundente: “Es de la hermana, va a reciclarlo”, a lo que contestó la G: “Pero si en México no reciclan; en Estados Unidos, sí”. 



A tuvo un buen motivo para sentirse orgullosa, se dio cuenta que su mentalidad hace la diferencia. C despierta en la madrugada, gracias al aullido agudo o grave de un gato salvaje que escucha afuera del balcón de la recámara. El animal se acerca a la casa, azota con fuerza su cuerpo contra la puerta de vidrio y metal, pasa el salón de juegos a través de una apertura del mosquitero que él mismo se encargó de hacer; se adentra a la cocina, echa un vistazo al bote de la basura, si le gusta el menú, lo deja caer en el piso, brinca los bancos de la barra, sube a la isla, encuentra cuatro aguacates, empaquetados en una malla plástica de color verde; muy paciente, abre la cáscara haciendo un pequeño orificio, quita la carne, succiona el hueso dejándolo limpio, termina y se va.



C no lo ha pescado en infraganti, piensa que podría ser un mapache, y busca la manera de deshacerse de él. Tal vez utilice veneno, mezclado con alimento. Desconoce la forma, pero el propósito lo tiene fijo: aniquilarlo. 


I ayuda a C a investigar qué tipo de animal es, para idear el asesinato. La primera está consciente que no es bueno tener inquilinos incómodos e inteligentes en casa, porque la noche anterior no había comida a la vista sólo en la alacena con puertas de madera, cerradas, para éste no fue inconveniente, las abrió, extrajo una barra de pan integral y se comió varias piezas. 


A fue educada para matar todo animal que pudiera ser dañino al ser humano: las ratas, moscas, cucarachas, alacranes, las víboras, etcétera. De niño, se desmayó luego de haber sido atacado por una avispa; gracias a esa experiencia, supo que es alérgico a su picadura. Lo que nunca entendió es por qué mata sólo por su condición física.



S era un vecino de cincuenta y tantos años, tenía una gata que se llenó de hijos. A la cría, después de un mes de su nacimiento, él los metía a un costal, iba a la playa a tirarlos al mar. Esa actividad no le generaba ningún remordimiento de conciencia. 



En las casas de descanso que vemos o al menos escuchamos hablar en zonas exclusivas del puerto, rodeadas de cerros, mar y una exquisita vegetación, bajan de la cima animales nocturnos, víboras, lagartos; nacen en la playa cangrejos, moyos; vuelan mariposas de muchos colores, escarabajos, insectos extraños para el citadino. Por desgracia, la mayoría de ellos son aniquilados con fumigantes. El fin es desaparecerlos a como dé lugar. Aún recuerdo en un estante de una tienda norteamericana en Puerto Vallarta, donde una botella amarilla tenía el rótulo: “Matababosas”. 



La mayoría de personas con solvencia económica desperdicia mucha comida, consume productos para cada cosa (toallas para la tos); les importa cuidar el orden, la limpieza, la belleza de su casa, pero no les interesa cuidar los recursos naturales. Las personas que hacen el aseo en las propiedades, mexicanos-manzanillenses, barren con agua de la manguera las terrazas. Algunas veces, los propietarios que viven en un fraccionamiento no tienen transporte para trasladar los deshechos diarios al relleno sanitario municipal, entonces optan por quemarlos.



¿Quién puede encargarse de proteger a los animales? ¿Dónde están los biólogos, las autoridades de protección animal, del ambiente? ¿Por qué el asombro de la existencia de una onza en el Cerro de La Cruz, si en las comunidades de la costa aún existen venados en peligro de extinción y en plena ciudad dan muerte a manglares y árboles? 


En conjunto, las letras comparten un mismo hogar: la tierra. Cuidémosla y amémosla. El hilo de estas historias termina contigo. 





Elsa I. Gonzalez Cardenas
Publicado en el Diario de Colima
El 09 de noviembre de 2012
Manzanillo, Colima, Mexico

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