miércoles, 25 de junio de 2014

Formación




Daly, a la edad de 18 años cuestionaba a su madre cómo era posible que fulanita de tal se atreviera a hablarle como si nada, sabiendo que le caía mal. La señora le respondía: “En la vida hay que ser hipócritas”. La respuesta no le agradaba para nada, tampoco la entendía del todo.

Berenice, la chiapaneca, mujer morena, de nariz grande y con raquítica belleza exterior, solía mirar a las compañeras a detalle, al mismo tiempo le agradaba fingir ante los demás y presumir lo que no tenía. Todo lo contrario a la otra chica.

En el transcurso de los años, Daly fue haciéndose y deshaciéndose de amistades. Lo fácil fue lo segundo, y lo difícil, diferenciar a los amigos verdaderos de los falsos.

¡Tal parece que hoy en día la hipocresía está de oferta hasta en las tiendas de la esquina! Es una pandemia a nivel nacional, pero ¿por qué el hábito de mentir es adquirido sin prejuicio alguno?

La palabra hipócrita viene del griego hypokrites, que significa actor. Está compuesta del prefijo “hypo” (debajo de, y “krynein”, donde se desprenden las palabras criticar y crisis), significa “alguien que critica por debajo”.

La hipocresía es una manera de mentir, sólo que aquí se miente de manera permanente y deliberada. El hipócrita rebaja su condición humana porque deja su esencia a cambio de intereses superfluos.

Es verdad que algunas personas han cometido actos de hipocresía, sin embargo, esto pesa cuando se hace un estilo de vida; el hipócrita padece inseguridad y está acomplejado porque teme a mostrarse tal cual es.

En la infancia, los regaños de los padres dirigidos a sus hijos al suscitarse las peleas físicas o verbales entre hermanos, existe la pregunta obligada por parte de ellos: ¿Quién empezó a reñir? Cualquiera podría contestar: “Fue él”, y es común no castigarle al niño que tiene mejores argumentos, pero no siempre el que sabe manejarlos es el que dice la verdad.

La madre o el padre deben detectar si en realidad se está mintiendo o no, y con qué fin, pues si no se corrige, cuando se llega a la edad madura podría convertirse en un verdadero problema.

Sucede a menudo en la vida real. A veces pareciera ser el requisito primordial para conseguir un determinado trabajo laboral o se aspira alcanzar un puesto político. Por fortuna, no todo es eterno. La gente que se encuentra alrededor, tarde o temprano detecta esta máscara.

En la actualidad, es importante que los padres de familia platiquen con sus hijos para inculcarles los principios y valores del ser humano, con la intención de actuar en un futuro de acuerdo a ciertas reglas para convertirse en una mejor persona.

Si en la familia no se practica la aceptación de la persona con sus defectos y virtudes, es muy probable que al individuo a su corta edad le cueste trabajo comprender la respuesta a su mal actuar, trayendo como consecuencia llamadas de atención, regaños o castigos para corregir la conducta.

No es raro encontrar hombres y mujeres escondidos bajo máscaras oscuras, tratando de ocultar su personalidad, muy distinta a la que muestran a la sociedad. Muchas veces la razón es conseguir un interés personal porque consideran que su verdadero yo no conseguiría lo mismo que el falso. El único afectado en esto, a la larga es el actor, no el espectador.

Pareciera que la hipocresía es un hábito aceptado por muchos. Lo tenemos incluido y comercializado hasta en los medios publicitarios por televisión en el momento de ver imágenes no verdaderas con el simple hecho de vender, sin importar qué tanto se es real.

Decía un vendedor de spot de radio: “Mi jefe dice que es un fresa, pero debe ser naco, ya que a los radioescuchas les gustan el tipo de canciones sin contenido, las que transmitimos en la estación; ni modo, eso es lo que se vende. Al público, lo que pida, de ellos comemos”.

Sería conveniente hacerse las preguntas: ¿Qué tipo de persona se quiere ser?, ¿es capaz de aceptar sus ángeles y demonios o quiere inventar una personalidad que no tiene?



Elsa I.González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
El 12 de junio de 2014
Manzanillo, Colima, México 

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