sábado, 5 de julio de 2014

Primera lección

Dedicado a Martha Leticia Martell Cárdenas, 
por abuso de confianza y robo.




Aborda el camión urbano o el taxi para ir al lugar donde se encuentran los Chicos In. Carga su libro de Federico Cambells –cree ocuparlo esa tarde cuando esté frente a ellos–; su libreta está empastada con la portada de Frida Kalo. Llega al edificio. Mira el reloj, es tarde. Los profesores deben llegar temprano, antes que los alumnos, piensa. En recepción, saluda, entrega sus pertenencias, se quita los aretes con el gusto de ser libre, los lentes y un billete de 50 pesos dentro de un monedero de Machupichu. Le dice su nombre completo al hombre que lo atiende, la edad, proporcionar la credencial de elector. Él, lento pero amable, pregunta si viene de alguna institución o dependencia. Lupita contesta: “Soy voluntaria”. El hombre anota los datos. Después, ella pasa a través de una puerta de herrería. Camina, baja 17 escalones, transita por un pasillo largo y ancho donde intenta contar los pasos; no puede, se distrae al pensar que se adentra a un mundo distinto al que vive. Piensa en los Chicos In, en los demás varones que no entraron por gusto o no pudieron ser parte del taller. Cuenta 60 y tantos, pierde el número. Voltea a ver las cámaras, sabe que la están observando. Su rostro se transforma, deja de ser rígido para ser flexible. Empieza a sentir alegría al imaginar a los talleristas esperando su arribo. Ríe. Deja el andén. Toca una puerta de metal. Un guardia abre. Lupita da su pase de entrada, accede, camina pocos metros, detiene la vista en una pared que desea convertirla en mural, en frente hay una cancha deportiva. Retorna el andar. Pasará la última puerta. Timbra. Otro guardia da las buenas tardes con una sonrisa. Ella responde feliz de haber llegado. Entra al salón, pide una disculpa por la demora. Los Chicos In se paran del suelo o las sillas, vuelven a ser niños, gritan, saludando con desentono. Unos se le arriman para hablarle sobre la tarea de la sesión anterior. Los tranquiliza con voz seria: “Chicos, a ver, quien desee ir al baño, a la tienda a comprar palomitas o refresco, háganlo de una vez, por favor”. Se escuchan algunas risas, otros callan desconcertados.

Lupita desconoce si lo hace bien o no. Se limita a mejorar la escritura, a escribir cuentos, leer literatura y trata de persuadirlos para que lean cualquier tema que les guste.

A veces, los Chicos In quieren ganarle la discusión de determinado punto, pero ella no se deja, siempre sale con otro conocimiento nuevo para ellos. Hay dos chicos que no saben leer ni escribir. Uno de ellos cuestiona cómo va a hacer la tarea. Lupita contesta: “Haz un cuento con dibujos, como en el cine, el story board”, e inicia a contarles qué es eso; todos ponen atención.

Los Chicos tienen alrededor de 20 y tantos años a 40 y tantos, aunque hay uno muy serio de 5 décadas; dos le han encargado libros específicos. Al término de la clase, se acercan a ella para preguntar si ya lo tiene. Lupita, apenada, argumenta: “Lo voy a conseguir”.

Antes de marcharse, se despide del guardia, del Chico In que solicita apoyo para aprender a escribir y escucha una voz: “Guardia, otra vez trajeron la comida bien medida”. Ella se hace la disimulada, sale del salón satisfecha y apenada.

Lunes por la mañana, la mujer encuentra anomalías administrativas en las notas de remisión de un gimnasio donde trabaja. Lety es la responsable. No hace del todo bien su trabajo, falsea información en las notas, ya sea en las fechas y cantidades pagadas por los clientes, y ve un infinidad de errores. Lo peor, se pone a pedirles dinero a los clientes sin regresarlos, también vende productos ajenos dentro del establecimiento, aunado a que le encantan los chismes.

Lety chismea con un entrenador de rutinas de ejercicios. Se pone a mandar mensajes por el famoso WhatsApp. Lupita los descubre en la jugada. Le pide copia del mismo para leerlo al día siguiente, ya que esté más tranquila. Ambos aceptan su culpa. Ella no tiene vergüenza, quiere seguir apoyando en el gimnasio, aunque no le paguen. Él ofrece disculpas de mil formas, tiene pena, sabe que hizo mal. Lupita ríe y dice: “No estoy enojada, ya enseñaron su yo verdadero, el monstruo, ni modo. Sé cómo debo de actuar, sin embargo, les diré una cosa, gracias a los Chicos In que me han dado una lección: aprender a perdonar sus acciones, borró mi cuenta nueva”.

Lety y él se sorprenden, tal vez piensen que Lupita es tonta, pero no, ella aprendió bien la a primera lección de los Chicos In: perdonar.




Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
El 19 de junio de 2014
Manzanillo, Colima, México


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