jueves, 12 de enero de 2012

El negocio de la comida (segunda parte)


HABÍA clientes “abonados” –particulares que pagaban la comida en días de quincena– y trabajadores de empresas privadas, éstos, en su mayoría, los más demandantes de un mejor servicio. A mí me tocaba escuchar los comentarios de Laura sobre los gustos de los comensales: “A la gente ofrécele carne todos los días y todos los días come carne”.Ella dejó el negocio de comidas a mediados de diciembre del año pasado. Las razones fueron varias: por atender a sus hijos, el padecimiento de dolor de rodilla y el cansancio.A los clientes nunca se les dijo que ya no se les ofrecería más el servicio de comida, tampoco fueron cerradas las puertas de la cochera porque la madre de Laura se ocuparía de él y la hija menor la apoyaría a corto plazo. Desde el primer día, la hija menor sintió los estragos del cansancio en sus pies. Desde las 7 u 8 de la mañana hasta las 6 de la tarde permanece parada. Esta actividad requiere la atención completa hacia los clientes que van llegando al local, y aunque no arriben muchos, el tiempo debe ser aprovechado al máximo. Cuando llegan las personas a comer, lo primero que debe hacerse es serviles una jarra con agua y hielo, vasos, acercarles salsa, limón y un tortillero; se les toma la orden que viene siendo una sopa aguada y platillo fuerte junto con una guarnición, todo eso por el costo de casi un salario mínimo. Las ventajas competitivas que tiene el comedor son el lugar, la comida y la limpieza. Hay espacio de sobra entre las mesas y un pasillo por donde se puede caminar con toda libertad, además el área de preparación de alimentos está a la vista donde más de una persona suele asomarse y levantar las tapaderas de las ollas para ver el guisado.Ir al mercado a hacer las compras, asear el comedor –la cochera– junto con la cocina y el patio trasero de la casa –también forma parte del negocio–, preparar el agua fresca, la salsa, atender las mesas, lavar trastos y secarlos han mantenido a la hija menor en una completa reflexión, es una labor muy intensa.El trabajo físico no se compara para nada con el trabajo intelectual. Aunque el trabajo de oficina requiere mayor responsabilidad por tratarse de movimientos de capital financiero, humano u otros, el primero termina por vencer el cuerpo antes de la media noche. Lo divertido que la hija le ve al negocio de la cocina es que se puede conocer a través de ésta la personalidad de los clientes: “Somos lo que comemos”.Como datos curiosos, pocos de los comensales se lavan las manos antes de comer; a la mayoría les encanta ingerir bisteces, ya sean de cerdo, pollo o res; salsas naturales bien picosas y pedir chile extra de árbol y habanero de botella; la crema y el queso en cualquier platillo; las enchiladas con el adobo casero en lugar de las enmoladas; sopa de pasta en vez de crema de elote o verduras; beber agua de limón que de papaya, piña o sandía. Pocos prefieren consumir verduras como platillo fuerte y les gusta sintonizar en la televisión: el programa que da los chismes de los artistas de Televisa y el futbol. Lo malo de esto es la inconsciencia ecológica que se tiene al utilizar recipientes y cubiertos desechables en la comida para llevar.Los clientes son directores, jefes, empleados de nivel medio o bajo en sus trabajos. Los primeros alcanzan medio siglo de vida y el resto tienen entre 20 y 40 años de edad. Algunas de las señoritas que a veces van al comedor lucen sus cuerpos con uniformes ceñidos, cabello y rostro muy bien arreglados; usan zapatillas altas, pero conversan cosas banales y dejan restos de comida en los manteles. Lo cómico es ver a los jefes cuando ellas salen de ahí porque las desnudan con la imaginación sin disimulo. El sexo masculino predomina en los comensales; los chicos tramitadores son pacientes y comen despacio, gozando la televisión. Es posible que la madre de Laura y la hija menor sean lentas en el servicio por la inexperiencia y las siete décadas vividas de la primera. Quizá los clientes deseen que la microempresaria regrese, pero no lo hará. Lo que desconocen es que El Buen Sazón está abierto al público por ellos, para seguir ofreciéndoles el servicio, éste bastante duro que tal vez desaparecerá.
Elsa I. Gonzalez Cardenas
Publicado en el Diario de Colima
El 12 de enero de 2012
Manzanillo, Colima, Mexico

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