jueves, 16 de febrero de 2012

Viajar

Al escribano del puerto,
por sus 30 años de servicio.

KARINA, la adolescente, pronuncia: “He viajado con mis padres por carretera. Me gusta, aunque sólo paremos en casetas de autopistas o algunas veces en restaurantes. Yo veo muchas cosas, pero no como tú, quizá tu forma tan romántica de observar al mundo te hace especial”. La adolescente de ojos negros pregunta con timidez: “¿Qué se siente viajar en avión?”.
Óscar le comenta que no es la gran cosa a menos que uno sea el piloto o copiloto. Si es un vuelo comercial, lo emocionante son las turbulencias, los despegues de la naves o aterrizajes, porque es cuando el pájaro de metal se mece de manera brusca. Ah, pero el cielo, el cielo es otra cosa. Las tonalidades son blancas, azules, rosas, naranjas y cafés, pero el paisaje en las zonas desérticas son tristes a comparación de las boscosas, y no se diga en el verano, porque los rayos parecen que te alcanzan. Desde arriba, el cielo se convierte en mar y la aeronave en una golondrina.
Al oír eso, ella imagina el argumento, suspira y cuestiona: “¿Qué se siente viajar por mar?”.
Él ríe y confiesa que sólo ha navegado por el mar en embarcaciones pequeñas, sin embargo, tiene el sueño de embarcarse en un crucero a El Caribe. Lo único que le puede decir con toda claridad es que una vez que te haces a la mar, te conviertes en un ser distinto, porque ves a toda especie marina alejarse del hombre para sobrevivir; el cuerpo se rebautiza con la sal, el aire abraza siempre, se percibe una paz interior al sincronizarte con la madre tierra, mientras, los peces de colores, a lo lejos regalan su nado. El olor a mar embruja.
A Karina las respuestas no le bastan para dejar de interrogar: “¿Qué se siente viajar por tren?”.
Óscar hace una pausa, parpadea y vocifera nostálgico, al mismo tiempo le explica que a él le encantaba hacer esos viajes largos por tren de Manzanillo a Guadalajara, 8 horas de camino. En cada estación había comunidades donde la gente, con unos baldes de metal, se subía a los vagones, y dentro de esos baldes había comida que ofrecían: tortas, tacos, refrescos en envases de vidrio, o sobre las caderas en canastas de mimbre, cajetas quemadas, alegrías y dulces de leche.
Durante el traslado, la hilera de carros oxidados podría ser vista por los viajeros a través de las ventanillas, también a la locomotora que arrojaba vapor, al mismo tiempo que pitaba. Las vías retumbaban al pasar sobre ellas, los cerros inmensos, árboles, arroyos, ríos, puentes junto con los túneles oscuros justificaban la espera de llegar al destino final.
Él intenta explicarle a la chica que todo viaje tiene un valor especial. Viajar es tener la libertad de desplazarte de un lugar a otro sin ataduras. Dejar por un momento las comodidades y emprender una nueva aventura. Conocer otras costumbres, historias y rostros. Es darte cuenta que a pesar de que existen millones de personas, siempre se encuentra a la indicada para cumplir algún fin en tu vida.
Viajar es cultural, el gusto por hacerlo debe ser inculcado en las familias. Alejarte del hogar a distancias cortas disminuye el capital financiero, sin embargo, es una inversión para la formación personal.
Los he visto en la costa cada Semana Santa. Decenas de personas arriban a las playas de Miramar dentro de los tráileres, casas de campaña frente al mar o a los jóvenes jaliscienses y michoacanos que llegan en carros particulares que por las noches los convierten en cama; al indígena caminar descalzo por largos kilómetros para vender jitomates o textiles; a los voluntarios internacionales de las Organizaciones No Gubernamentales conociendo varios países para enamorarse de México.
El viaje no sólo puede darse físico, sino también mental, pues basta charlar con los viajeros para que cuenten sus anécdotas, leer un libro e imaginar los lugares descritos o de la manera más sencilla; elegir ver una buena película, donde las locaciones sean en los exteriores de un set.
Karina, la adolescente de ojos grandes, pretende crecer para poder viajar a otros países, a las ciudades grandes. La modalidad no importa, el desapego y el sueño es lo que vale.

Elsa I.González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
09 de febrero de 2012
Manzanillo, Colima, México

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