jueves, 23 de febrero de 2012

Demencia Senil

UNO vive al día, pero quién iba a saber que 5 meses después Pablo arruinaría su propia fiesta de cumpleaños.


Empezó cuando celebraban sus 80 años de vida. A la hora del brindis, los discursos largos y aburridos que solía hacer en familia, se olvidaron a cambio de una arenga militar. La orden fue precisa: “Fuera, fulano y mengano”. Corrió a unos cuantos comensales sin importar que vinieran desde Monterrey sólo para verlo.
Al anochecer, dos hijas y la mamá lo llevaron a la clínica del ISSSTE. En el trayecto de casa al nosocomio él creía estar en combate. Pablo confundió el sonido de un helicóptero que volaba sobre la camioneta donde viajan, por un avión de guerra, entonces, gritó eufórico: “Ahí vienen, agáchense, nos van a cargar; dejen que baje del vehículo, abran la puerta”. Las manos del anciano hacían la forma de una pistola.
Sus neuronas habían hecho corto circuito. Tan agresivo y distante de este mundo. Un hombre de ocho décadas, en cuestión de segundos, rejuveneció.
Los acompañantes de Pablo lo bajaron de la camioneta a la fuerza. Una silla de ruedas fue de gran ayuda para trasladarlo hacia el interior de la clínica. Él, en su mundo imaginario, creyó haber sido atrapado por los contrarios. Dijo groserías, pero no tan graves como las que suelen decir los niños de las nuevas generaciones.
Dentro del nosocomio, una enfermera lo atendió e hizo muchas preguntas: ¿Cómo se llama?, ¿tiene hijos?, ¿cuántos?, ¿en qué trabajó cuando era joven y qué día es hoy? El señor creyó que la mujer le tomaba el pelo, aunque todo contestó de manera correcta. A una de las hijas se le ocurrió preguntar: ¿Cuál es la capital de España?; Madrid, argumentó.
El anciano seguía inquieto, sentado en la silla rodante. La única manera de tranquilizarlo era con un sedante. Dos vigilantes, una enfermera y la jefa de enfermeras en turno fueron las personas que forcejearon con él. La única forma de inyectarlo era amarrándolo. Aunque la vejez debilita, hay hombres que jamás se hacen frágiles.

Fue doloroso observar a las hijas y esposa llorar cuando él intentaba escapar. En la camilla estaban atados las manos y pies de Pablo. La droga que le inyectaron en la vena del brazo izquierdo inició su efecto a los pocos minutos. El cuarteto se alejó del paciente; después, regresó la enfermera, le sacó sangre del otro brazo para hacer el análisis clínico y se marchó.
Mientras, el sedante hacía el efecto, el médico arribó al cuarto de urgencias, revisó el expediente e hizo algunas cuestiones a los familiares respecto a las enfermedades del enfermo. El diagnóstico que dio fue: un trastorno mental por el choque de medicamentos. Ésa fue la primera versión de la enfermedad de Pablo, dosis encontradas que no debieron mezclarse; fármacos que el mismo médico internista recetó días antes por un insomnio.
El anciano permaneció en el nosocomio toda la noche para estar en observación. El frío del lugar no significaba nada de lo vendría.
Al día siguiente fue dado de alta. El médico internista le canceló el medicamento que, según él, le provocaba el trastorno y le dio pase para el geriatra.
La clínica del ISSSTE en Manzanillo no cuenta con un médico especialista en la vejez y terapia en las enfermedades de los ancianos. El único que hay está en la ciudad de Colima. Para poder viajar hacia allá, si ninguno de los familiares no tiene tiempo de llevarlo o el adulto mayor no está en condiciones de
poder ir solo o acompañado en autobús, existe la opción de solicitar un “traslado” a la institución médica para que una ambulancia pueda llevarlo.
A casi 2 años del aniversario de Pablo, ahora se encuentra estable de salud. En realidad, no eran los medicamentos los que le provocaron la locura pasajera. Él empezaba a sufrir los síntomas de demencia senil.
La demencia es una enfermedad caracterizada por la pérdida de capacidad de la mente para llevar una vida normal. Los síntomas más comunes se encuentran los trastornos de la conducta, pérdida de la memoria de corto tiempo, trastornos del lenguaje y alteraciones en el carácter, entre otros.
Algunos estudios arrojan que el principal factor de la demencia senil es hereditario, sin embargo, la comunidad científica nacional en conjunto con la internacional, ha planteado la deficiencia de la vitamina B en nuestro organismo.
Lo preocupante es que muchos de los familiares no están preparados para tratar a un enfermo que padece demencia senil. Habrá que investigar cuántos casos existen, cuál es su proceso evolutivo de la enfermedad en cada uno, si en la clínica del ISSSTE es necesario contar con un geriatra en el puerto o hay demasiada gente con menos de 60 años de edad. Quizá sean esporádicos este tipo de padecimientos o pudiera ser que es un secreto tener a un demente senil en casa.
Pablo, de alguna manera, es feliz. A él lo visitan los amigos de la infancia, los de parranda, con quienes recuerda a las mujeres que tuvo en su juventud; la nana, el compadre muerto, y distribuye su riqueza a los nietos, aunque a la esposa la levante a las 3 de la mañana para que le dé de almorzar.


Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
El 23 de febrero de 2012
Manzanillo, Colima, México

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