jueves, 9 de agosto de 2012

Agencia de empleos

Obreros trabajando en el puente, Colima, Col.  por Javier Cardenas 



A lo largo de nuestras vidas, alguna vez hemos escuchado que un conocido, vecino, pariente o hasta uno mismo ha recurrido a una agencia de empleos para conseguir trabajo. 



La semana pasada, Rina fue a una de esas agencias, después de haber intercambiado correos electrónicos con una licenciada que le agendó una cita con el fin de realizar varios exámenes: los psicométricos, de conocimiento y habilidad matemática. 



El día que se presentó, arribó a la oficina 10 minutos antes de la hora acordada; una señorita la atendió con amabilidad, a quien más tarde identificó, era la licenciada. 



La mujer invitó a Rina a pasar, sentarse en un sillón de piel sintética en un rincón del cuarto que fungía de recepción, al mismo tiempo argumentó que acababan de mudarse de oficina; después le entregó un examen con respuestas de opciones múltiples y dio la instrucción de cómo contestarlo. La licenciada, con voz pausada, indicó que podía apoyarse en la mesa que tenía enfrente, tres veces más pequeña que el sofá.



Rina agradeció la atención, encorvó su columna hacia delante, tomó la pluma negra que le dio la chica e inició leyendo las cuestiones. En cuanto pasaban los minutos, solía reír por la forma en que suelen ser elaborados los test psicométricos. Hacen la misma pregunta de distintas maneras, dan la misma respuesta varias veces con el propósito –supongo– de saber si el examinado se contradice; también hay cuestionarios que te enfocan a que respondan a como dé lugar, sin que te convenzan del todo las afirmaciones.



No había duda que recién estrenaban el local, el golpeteo en la pared clavando no sé qué cosa, las pláticas de unas personas refugiadas en un espacio contiguo a la recepción con temas alusivos de arreglos y detalles de construcción hacían que Rina perdiera la concentración, pero lo más molesto para ella fue la mala postura que tenía.



Cuando Rina cuestionó si era posible que se sentara en el piso, ya que estaba incómoda por las inadecuadas herramientas para realizar dichas muestras de estudio, la licenciada se negó, vociferando que no era lo correcto. Fue absurdo pensar en lo correcto o incorrecto, porque para ella, después de hora y media agachada, prefería la comodidad y el bienestar por encima de una buena imagen.



Rina estaba a punto de desobedecerla, pero al ver su rostro con mal gesto, le dio cierto temor, creyó por unos segundos que se convertiría en bruja; desde ese momento percibió su mala vibra.



Ella recuerda el día en que acompañó a su amiga a la agencia de gobierno cuando recién llegó del extranjero, tras 4 años de estar ausente sin desempeñar su profesión. El panorama era deprimente. Una larga fila de jóvenes, hombres y mujeres de mediana edad con apenas preparatoria terminada, esperando su turno para ser atendidos por la única persona encargada en un cuarto oscuro sin suficiente ventilación, apenas un ventilador de piso intentaba soplar fuerte en dirección de la burócrata.



La empleada hacía su mejor esfuerzo, trataba de no demorar tanto en la indagación de un trabajo mediante un sistema computacional de acuerdo al perfil del solicitante. En la mayoría de los casos, les decía: “Contemplaré su solicitud, en ese momento no puedo ofrecerle nada”.



Sucede todo lo contrario en una empresa privada donde hay mejores condiciones, tanto de lugar como de atención, sin embargo, no excluye la actitud en algunos trabajadores que creen estar haciéndoles un favor a los desempleados.

En el puerto sólo existen dos agencias privadas de colocación o de empleos, Consultores Macías y Asociados, la primera que se estableció desde hace más de 13 años, cuyo empresario es un joven manzanillense, y Verum Res y por Internet, las más visitadas son occ mundial, computrabajo, bumeran, empleo.gob.mx –esta pertenece al gobierno– y zonajobs, entre otras.



La mejor difusión de vacantes laborales sigue siendo de boca en boca, mediante correo electrónico entre los conocidos y en las páginas de internet. Lo malo de todo es que los sueldos ofrecidos no son muy altos, y es poca la diferencia en lo ofrecido entre un profesionista a un técnico.



Rina modificó sus posturas durante 3 horas. La tensión que sentía en su espalda era insoportable. Mientras respondía el examen, la licenciada disfrutaba el confort de una silla.


Después de ese tiempo, se marchó deseosa y con las ganas inmensas de haberle dicho: “Debes de atender bien a todo el que llegue a pedir trabajo, porque gracias a ellos tienes empleo”.


Elsa I. Gonzalez Cardenas
Publicado en el Diario de Colima
El 9 de agosto de 2012
Manzanillo, Colima, Mexico 

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