jueves, 20 de enero de 2011

Autocrítica del autor


Querido lector, me confieso culpable de no escribir bien y robarle su valioso tiempo en la lectura de esta colaboración. Le agradezco la paciencia en dejar germinar A son de mar. Esta columna cumple un año en la prensa.



El primer artículo que escribí no fue publicado. En el texto critiqué a dos servidores públicos, uno de Colima y otro de Manzanillo, debió estar mal redactado, y aunque tuve algunos consejos del editor para rehacerlo, no lo hice. Desafortunadamente no estudié periodismo, tampoco tuve la intención. Lo poco o nada que sé de la escritura se lo debo a los compañeros e instructores de los talleres literarios, a los libros y a los medios informativos.


Elegí bautizar la columna con el nombre A son de mar por la ambigüedad de los conceptos. Son podría ser la musicalidad del sonido del mar y de acuerdo al diccionario náutico es “preparar el barco para salir a la mar trincando las anclas, botes y demás pertrechos susceptibles de poder moverse o preparar el barco para enfrentar mal tiempo”.

Considero que una crítica tiene validez si existe fundamento para hacerla y por supuesto si el crítico tiene cierto dominio en el tema. El columnista como cualquier ciudadano tiene la facultad de expresar su opinión sobre las acciones de los terceros sin calificar a la persona, también tiene la obligación moral de proponer posibles soluciones. En A son de mar durante 12 meses intenté expresar la vida cotidiana en el puerto con crítica social, pues estoy convencida que la gestión ciudadana es la clave para aspirar a ser una mejor sociedad.


En esta colaboración sonaré muy egocéntrica, no hay personajes, imágenes ni música de fondo, hablaré en primera persona para no escapar de la autocrítica, así agradeceré su tiempo y compensaré los señalamientos que hice.

Estudié Comercio Exterior en la Universidad de Colima. Nunca fui una estudiante estrella. Mis notas apenas alcanzaban los nueves de calificación y a veces los cincos. Procuré no copiar cuando descubrí que hacerlo es hacerse tonto uno mismo. De universitaria desconfiaba del conocimiento de algunos catedráticos. Tuve más instructores malos que buenos, pero con ellos bastó para conocer las herramientas de la profesión. En mi formación trabajé de empleada con ciertos privilegios, conocí de cerca a los empresarios que aplaudieron mi desempeño, pero después lo descalificaron por discrepar con ellos. Tomé la filosofía de defender mi dignidad como trabajadora, si la pierdo no vale la pena seguir.


Gracias a la experiencia tuve la fortuna de saber que existe la independencia laboral, la cual ejerzo. No gano mucho dinero cuando desisto en la búsqueda de nuevos clientes, pero tengo de sobra tiempo para mí. El año pasado probé ejercer en la enseñanza educativa, fui instructora en un instituto semiescolarizado, por supuesto que recordé las críticas que les hice a mis profesores.

En el plano personal he sido infiel, más no conmigo misma; tengo ideas anticapitalistas aunque no tengo la opción de no ser parte del sistema; carezco de diplomacia para decir las cosas, peco de sincera; soy perezosa en labores de casa, no sé cocinar platillos complicados, hago mi propia pasta dentífrica desde que el amigo ecologista me atormentó diciendo que el flúor apacigua cerebros y es dañino para la salud. Suelo lucir desalineada por comodidad o para pasar desapercibida, aunque mi amigo Agosto diga que es para llamar la atención por el hecho de usar chalinas y huaraches; evidencio las fallas ajenas –es algo en lo que tengo que trabajar para no hacerlo–; ante el desconocido, observo su comportamiento y modo de expresarse, luego ideo un juicio de su verdadero yo, después llego a la conclusión de que hasta la persona más pedante tiene algo hermoso por compartir. Mi resistencia a vivir fuera de imágenes falsas me hace elitista con las amistades, aunado a los gustos por el arte y naturaleza, en el fondo soy una simple costeña.

Prometo aprender a escribir y compartir mejores colaboraciones. Ahora sólo les diré que Manzanillo es un municipio con gente muy cálida y talentosa. Por alguna razón sigue sin explotar sus potencialidades diversas en áreas donde puede brillar.

Querido lector, confío que el único acierto que puedo tener es mantener vivo A son de mar, por lo que requiero su ayuda para recibir sus críticas, comentarios y sugerencias con el deseo de entintar la historia en papel.

¡Muchas gracias por su tiempo!


www.columna-asondemar.blogspot.com
politicayamor@hotmail.com

Elsa I.González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
el 20 de enero de 2011
Manzanillo, Colima

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