jueves, 31 de marzo de 2011

La valentía de los solteros

A Momish Leaño Alcaraz



Esperanza tuvo una cita con tres amigas. Dos están casadas, una de ellas presume ser feliz, y la otra apenas menciona el nombre del marido; la tercera vive en unión libre y padece resignación de llevar la cruz con el concubino, hay hijos de por medio. Esperanza es la única soltera. Mientras las amigas platicaban de cosas sin importancia, las observó en silencio: los rostros de las mujeres dejaron de brillar hace más de 5 años, sus cuerpos sufrieron cambios drásticos por el pasivismo, el tema de la plática se extendía en el costo de un permanente de cabello y la presunción de convivir al día siguiente con la esposa del presidente de la República Mexicana en un evento exclusivo de la Armada.


La mujer de apariencia feliz preguntó: -Esperanza, ¿qué vas a hacer con tu vida, no piensas casarte? -Haré lo que no hacen las casadas –respondió sin titubear–. Al instante, la amiga más noble, afirmó: -Sí, tú disfruta, luego vienen los niños y no podrás hacerlo. Le siguió la inteligente: -Déjala en paz. No empieces. Lo interesante fue saber que la amiga no sólo le preocupaba la soltería de Esperanza, sino además la percibía delgada por el hecho de estar menos gorda que ella. -Estás flaca, mira cómo se te ve la cara, los huesos –argumentó la preguntona–. -No, qué va, estoy más gruesa. Los solteros saben de memoria los comentarios prejuiciosos que hacen los casados sobre la soltería, pero qué saben éstos de lo que piensan los solitarios acerca de ellos. El paradigma de creer que los varones y féminas están solteros porque no encuentran con quién comprometerse poco a poco queda en la historia. El no querer tener el compromiso de atender al esposo, a los hijos, la casa, el trabajo, no es un símbolo de irresponsabilidad, al contrario, pudiera resultar de inteligencia o comodidad. Las ventajas de estar en soledad son inmensas: las personas aprenden a convivir consigo mismas, no requieren compañía permanente para salir a la calle; saben gozar su casa los fines de semana, valoran el tiempo que pasan con los amigos, educan a los sobrinos con ideologías modernas, los enseñan a ver el mundo con una visión distinta a los paradigmas que marca la sociedad; escuchan y aconsejan, cuidan o al menos están al pendiente de los padres ancianos, se convierten en jueces vitalicios de sus vidas para no cometer tantos errores, aportan más en el área laboral, están dispuestos a vivir sin tabúes. Es irónico que en pleno siglo XXI los chicos aún reciban presión psicológica dentro o fuera de casa para casarse. Como si no hacerlo te convirtiera en un ser humano incompleto. Las críticas de los casados para con los solteros se vuelven un fastidio: “Ya es tiempo de sentar cabeza, estás en edad de procrear, ¿piensas quedarte para vestir santos?”; aunque la mayoría de los matrimonios oculta la verdadera razón por la que se comprometieron: intereses personales, remendar un daño o presión social. Necesitar a alguien que te atienda hasta envejecer, elegir el adorno perfecto para las reuniones de trabajo, buscar a alguien de buen apellido, cumplir con las expectativas de tener dinero, ser complaciente, encontrar a alguien que te dé buen sexo; creer que ella o él son excelentes candidatos para ser madre o padre de tus hijos, no es suficiente para los solitarios. Muchos solteros son personas independientes que van y vienen por la vida, disfrutándola como les venga en gana. Huyen del matrimonio porque sus parejas no se comprometen igual que ellos en la relación amorosa, prefieren enamorarse a cada instante y amanecer con distintos cuerpos. El soltero es un icono de libertad, la envidia de los matrimonios infelices, la justificación de las infidelidades, el blanco de mercado perfecto para el sector turístico, textil y automotriz. Tanto los casados como los solteros deberían compartir sus experiencias para entretejer el hilo de la vida. Esperanza es la única valiente de las cuatro amigas que se atrevió a aceptar su homosexualidad. Sueña que a los 35 años tendrá estabilidad económica para buscar un hijo, ¿cómo? Con un amigo, inseminación artificial, adopción, etcétera. El medio no importa, sólo sabe que lo educará con amor, pese a cualquier inconveniente, pero sobre todo con honestidad.



Elsa I. González Cárdenas

Publicado en el Diario de Colima

el 31 de marzo de 2011

Manzanillo, Colima, México

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