jueves, 28 de julio de 2011

Boat-bote



EL viernes 24 de julio, cerca de las 8 de la noche, estaba jugando Débora, su hija Marie y su hermana Verónica, tía de la última, en la terraza de la casa, cuando vieron navegar varias millas mar adentro a un buque.



La tía tomó de los brazos a la niña, la cargó, señaló a la nave y dijo: “Mira, nena, ahí está el barco. El barco navega en el mar. Los aviones vuelan en el cielo”. La niña, pensativa, fijó su mirada por largos segundos hacia el horizonte, donde la nave sobre aguas saladas se acercaba al puerto. Después le preguntó a la hermana si el crucero que estaba frente a ellas era el mexicano. Ésta dijo que sí.



A los pocos minutos llega el padre de la infante, platica con las mujeres y cuestiona si a la cuñada le gustaría viajar en ese crucero. Ella responde que sí desea viajar, pero en otro crucero que no sea el Ocean Star Pacific y quiere ir al Caribe.



Débora, en tono molesto, argumenta que es una malagradecida por rechazar la oferta de su esposo. Él, en silencio, toma de los brazos a Marie para llevársela a pasear al jardín, a escasos metros del mar. Apenas transcurren 5 minutos cuando regresan. El hombre, contento, presume a las mujeres la palabra nueva en inglés que acaba de aprender su hija. Voltearon a ver a la niña de apenas un año, cuyos cachetes empezaba a inflar, conteniendo el aire en la boca para decir varias veces: “Boat”. El papá, feliz, va por la cámara fotográfica y empieza a tomar fotografías al causante de su felicidad, el crucero Ocean Star Pacific.



A Verónica le extrañó que el crucero se aproximara al puerto a esas horas del día –por lo regular arriban en la mañana y zarpan a las 7 de la noche–, más extraño se le hizo verlo atracado el sábado a medio día, detrás de la casa de los abuelos de Marie, en la colonia Burócrata. Intuyó que algo estaba mal, pues debía arribar en el muelle de cruceros.



Lo comentó con el hermano Raymundo, pero éste justificó que podría haber sido para evitar la marejada por el mal tiempo que se dio en días anteriores, añadió también que el viernes por la mañana, en el Centro Histórico de Manzanillo, los comerciantes esperaban a los cruceristas, mas nunca llegaron a sus locales.



Satisfecha con la idea de que todo podría estar bien, subió a la azotea del inmueble, a pocos metros del puerto, y observó la popa de la nave. En la eslora del hotel flotante, un cable lleno de focos adornaba la cubierta. No alcazó a ver a ningún pasajero. Lamentó no contar con una cámara profesional para fotografiar al barco, pero recordó que Raymundo lo haría por ella.




Raymundo, hermano de las féminas, es aficionado a la fotografía, en especial le gustan los barcos. Durante todo el día del sábado estuvo al pendiente del zarpe del crucero. Con frecuencia salía a la calle a observar desde la banqueta de la casa de sus padres si el buque turístico aún permanecía detrás de la barda del puerto interior de San Pedrito. Hizo lo mismo el domingo, sólo que por fortuna se le ocurrió preguntar a un crucerista en tierra que bajó a la tienda de la esquina, la fecha y hora de partida del crucero, éste respondió: “Hoy a las 4 de la tarde”. A esa hora, Ray estaba tomando una ducha cuando el pitido de un barco se escuchó. Creyó que era el zarpe del Ocean Star Pacific, gritó fuerte a Verónica: “Corre, llévate mi cámara y tómale fotos al barco”. Ella salió de la casa, dirijió su mirada hacia donde había atracado y todavía estaba ahí, quieto, con la fumarola en la chimenea.



No fue hasta el martes que leyó en los periódicos las notas de que el buque sufrió otra falla, ahora en el sistema de enfriamiento.



El Ocean Star, fuera de causar inconformidades y críticas negativas en la gente, a Marie le sirvió para aprender una de sus primeras palabras en inglés; al papá le causó alegría escucharla pronunciar por primera ocasión boat; Raymundo seguro lamentó no haber capturado una imagen del hotel flotante; en cambio, Verónica sonrió por la contrariedad de las críticas negativas hacia él, agradeció a la gente que hace posible el arribo de los cruceros al puerto por haberle permitido gozar el hermoso escenario que plasmó al verlo navegar frente a sus ojos y los de la familia.


Elsa I. Gonzalez Cardenas
Publicado en El Diario de Colima
El 28 de julio de 2011

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