jueves, 17 de enero de 2013

El peatón es el último



Gritó al conductor del camión urbano: “Bajan, por favor”, pues el timbre de la puerta trasera no servía. El hombre fijó su vista en el espejo retrovisor para ver a su cliente, era una mujer, al mismo tiempo presionó un botón del tablero del móvil para abrir. La puerta se abrió, Irene descendió y con voz fuerte pronunció un “gracias”. Cuando descendió, el chofer jaló la palanca de velocidades, metió primera y arrancó. 


Rumbo a la oficina de Teléfonos de México, iba Irene con la vestimenta idónea para adentrarse a Fondeport: pantalón de mezclilla, blusa de algodón, tenis y sombrero. Conocía a la zona a la perfección. Durante el día es peligroso para el peatón, por la noche la prensa local vendió la nota de ser un sitio de prostitución; pero antes, mucho antes del crecimiento portuario, ella llegó a visitar ahí la Feria de Manzanillo, también aprendió a conducir un vehículo, y ahora, desde el año pasado hay terror en la población para cruzar a pie de una acera a otra, porque están trabajando en el proyecto de los puentes a desnivel que abarca ese espacio y Valle de las Garzas.


Ella, con sumo cuidado se prepara para cruza los cuatro carriles de la carretera; mira al frente para transitar la calle, ve que no podrá caminar por donde antes lo hacía, pues los trabajadores de la construcción colocan bloques uno sobre otro, hacen una pequeña barda, sobre ésta ponen tela de fierro verde, es una cerca. Ella abre bien los ojos, observa de lado izquierdo y derecho. Logra atravesar la calle.



Las miradas curiosas ven a la mujer del sombrero caminar con gozo, sin que los rayos del sol quemen su rostro. 



La distancia es corta para Irene cuando practica el senderismo. Los árboles han muerto. En ese tramo gobiernan los intereses económicos en el crecimiento portuario. Ella debe dar muchos pasos a la orilla de la alfombra asfáltica para arribar a su destino. “Paciencia, por favor, no te desesperes”, repite en silencio. Sorprendida, imagina cómo transitarán los demás peatones; cuestiona si es la única costeña sin vehículo. Aunque sabe que no, le gusta hacer la misma pregunta cada vez que percibe barbaridades en las vialidades. Retorna a la derecha para dejar atrás la nueva frontera. Llega a la banqueta algún negocio. A lo lejos aprecia una estructura gris, metálica de lo que parece será un puente peatonal. Hombres hacen maniobras y soldan el metal con cierta rapidez. Irene ríe, al mismo tiempo pronuncia una grosería. Vuelve a reír, sabe que en Manzanillo el peatón es el ultimo en beneficiarse. Luego recuerda a sus amigos obesos, en autos último modelo, incapaces de avanzar un kilómetro sin ellos. 



¡Oh, estamos en México! La mayoría de los mexicanos vociferan esa frase cuando algo está mal, pero Irene no lo entiende,más bien no quiere aceptar ser cómplice de las irregularidades que existen en el puerto del Pacífico más importante de la República, donde se le da prioridad a los conductores que a los caminantes. “Paciencia”, vuelve a repetirse. 



“Luciérnaga”, escucha decir a una voz suave. Voltea, no ve a nadie. La distracción le hace olvidar el mal rato y da tema de conversación con los amigos. Por fin arriba a la oficina de Teléfonos. Va a caja, paga la mensualidad de la renta de la línea, luego va a reportarla, ya que desde hace 4 días no hay y la marcación 050 no sale por teléfono celular ni por radio, y si se hace desde un teléfono de casa, contesta una grabación que poco caso hace al reporte. Diez minutos de espera es la esperanza de quedar resuelto el asunto. Agradece la amabilidad del guardia de seguridad que le acerca una silla para sentarse, ya que el suelo está un poco frío. Se despide con gratitud de los servidores. Parte por el mismo lugar, pero esta vez tuvo suerte, un camión de la ruta La Cruz aparece de pronto y lo aborda.



Irene tiene amigos con criterios distintos o muy similares a ella, eso la enriquece. Confía en que uno de ellos, que no es manzanillense, le dará la razón de que el peatón no debe ser el último en beneficiarse en las vialidades. Va a verlo, es el día en que se reúnen. Efectivamente, él piensa lo mismo, sin embargo, le da una noticia que la desanima por completo: una persona con capacidades diferentes está detrás del proyecto, pero tal parece que no le da la importancia de planear buenas vialidades para el peatón, eso es una falta de respeto y conciencia. 


“Paciencia”… Irene y su amigo al unísono argumentan en voz alta, y “sigámonos quejando”.



Elsa I. González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
El 17 de enero de 2013
Manzanillo, Colima, Mexico. 

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