viernes, 1 de marzo de 2013

Solicitud de visa norteamericana




Foto de internet.

SU visa no ha sido aprobada o ha sido aprobada; esas fueron las dos respuestas de los oficiales norteamericanos que hacían entrevistas a cientos de solicitantes en el Consulado General de los Estados Unidos en Guadalajara, Jalisco.

Si usted desea salir del país, requiere contar con pasaporte mexicano vigente, expedido por la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), en las oficinas estatales y municipales de Enlace. El tiempo de espera para obtenerlas en Manzanillo es de un día hábil; en cambio, si lo tramita en la capital, en pocas horas lo tendrá en sus manos.

Los costos para el pago del derecho son: 460 pesos por un año; 955 pesos por 3 años, mil 310 pesos por 6 años, y dos mil 15 pesos por 10 años; y los mayores de 60 años, personas con capacidades diferentes y trabajadores agrícolas gozan de un 50 por ciento de descuento; cada uno con sus respectivos requisitos.

Antes era posible llevar sus fotografías tomadas en algún estudio, ahora es obligatorio pagar 35 pesos por cuatro imágenes impresas, sin recibir comprobante de pago, aunque no lo especifiquen por escrito.

Yésica decidió renovar su pasaporte en Colima y tramitar la visa. El proceso consistió en llevar una identificación oficial con fotografía –credencial de elector–, pasaporte original, llenar un formato que la dependencia de gobierno proporciona en el momento de acudir, posar para la cámara, pagar los derechos y las fotos.

Tramitar la visa norteamericana es aún más complejo, pero no difícil. Existen dos formas de hacerlo, una a través de una agencia migratoria o por cuenta propia. En la primera, el costo promedio por la gestión es de 3 mil 200 pesos que incluyen el llenado de la solicitud electrónica DS-160 en línea, pago de derechos por 160 dólares para la visa B-2: turista temporal, viaje redondo de la ciudad de Colima a las oficinas del Centros de Atención a Solicitantes (CAS) en Guadalajara, y otro en distinto día al Consulado; en la segunda sólo se debe cubrir los costos de los derechos y el traslado.

Yessi contrató el servicio de la agencia. El primer paso fue asistir al CAS en la fecha y hora programada, previa cita. El punto de reunión para los demás compradores del servicio era en la calle Degollado, a las 9 de la mañana. Veinte minutos después de esa hora, una camioneta tipo Van trasladó a trece pasajeros y al conductor al estado vecino. A buen tiempo arribaron al lugar, donde una gran fila de personas esperaba su turno de ingreso.

Ella sabía de antemano que realizar los trámites de solicitud de visa tiene ciertas reglas nada sencillas, y aún siguiendo los pasos tal cual, es posible que no sea concedida. De cualquier manera, estaba dispuesta a perder su dinero y tiempo.

Dos filas con cientos de hombres, mujeres y niños aguardaban bajo la sombra de un árbol deshojándose. Una hilera para el turno de la una, y una y media otra para las dos de la tarde y para la media. Lejos de ellos, vendedores de frutas: betabel, jícama, papaya, pepino, piña, sandía, zanahoria con sal y limón; nieves de garrafa de distintos sabores.

En las filas, la vestimenta de la gente delató las variadas clases sociales, o al menos eso es lo que la economía política nos dice. La forma sencilla o rimbombante de calzar y vestir no ayudaba del todo para obtener puntos en el CAS, pues sólo se trataba de la toma de fotografías y huellas digitales.

A las 8 de la mañana, del día siguiente, asistió a la cita del Consulado. Veinte minutos antes de las 7, llegó en compañía de sus compañeros de viaje. Se formó en una calle antes del edificio junto con los demás. El frío invadió las extremidades de su cuerpo, mientras el canto de los pájaros y el cielo azul rosa daban la bienvenida.

Todo estaba en perfecto orden. Un guardia femenino daba las instrucciones para cruzar la calle, permanecer en otra acera, acceder a un cuarto de revisión con semáforo de detección de metales, dejar por unos segundos el bolso en las charolas plásticas, permitir al personal de seguridad hacer la auscultación sobre la ropa, pasar por la puerta e ingresar a un galerón con 155 sillas.

A las 8 de la mañana, dentro del consulado, Yessi observó a los cientos de solicitantes, las diez ventanillas de cristal enumeradas del 15 al 25 y los micrófonos en cada uno de ellas para contestar las cuestiones de los oficiales norteamericanos.

Su visa ha sido aprobada o su visa no ha sido aprobada, esas frases se escuchaban con regularidad de un oficial de voz fuerte. Algunos solicitantes fueron entrevistados con rapidez, otros demoraban. Todos cargaban en carpetas transparentes documentos importantes que pudieran interesarles a los entrevistadores. No debía faltar el comprobante del estado de cuenta bancario o títulos de propiedad para comprobarle a la autoridad extranjera no tener el más mínimo deseo de permanecer en los Estados Unidos de Norteamérica. Aún así, no fue suficiente. Muchos se marcharon tristes y enojados por haber sido rechazados para entrar a su país.

Ella no tuvo problema. De cualquier modo, no era su sueño ir al norte, pero debía cumplir ese trámite por cuestiones familiares.

Yesi cuando recuerda ese suceso se dice así misma: “Qué irónico, si tan sólo en diciembre de 2012 ingresaron a México mil 706.90 millones de dólares por concepto de remesas familiares; esa cifra es el reflejo del arduo trabajo de todos los mexicanos que cumplen el sueño americano, y que gracias a ellos se mantiene al país, pero no gozan del privilegio de ver a sus seres queridos, cuyas visas han sido negadas”.

De los trece compañeros de viaje, sólo a cinco les aprobaron la visa. En el regreso de Guadalajara a Colima hubo silencio en lugar de alegría.





Elsa I. Gonzalez Cardenas
Publicado en el Diario de Colima
El 28 de febrero de 2013
Manzanillo, Colima, Mexico

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