sábado, 5 de octubre de 2013

Servicio urbano y autoridad



A mí nunca me ha interesado tener un vehículo propio, por lo menos hasta ahora. He viajado en camiones de pasajeros, tren, aeroplanos o carros de particulares, y aunque en años atrás aprendí a conducir un Tsuru, el cual manejé por algún tiempo –por circunstancias ajenas–, no es mi objetivo adquirir uno, menos nuevo. Claro, estoy consciente que tiene sus pros y contras no contar con uno, pero en Manzanillo las distancias no son más largas de 60 minutos.

También he viajado en colectivos en La Habana, la famosa gua-gua, las tipo Van o camiones de carga acondicionados para pasajeros en San Cristóbal, Chiapas, por mencionar algunos. El servicio que prestan es de primera, incluso hasta en el puerto de Lázaro Cárdenas los camiones urbanos hay pocos en la ciudad, y el costo es muy accesible, pese a las largas distancias.

El servicio de las gua-gua es de 24 horas, las unidades están en perfectas condiciones. ¿Qué hay del puerto más importante de México, Manzanillo?

Años atrás, escribí al respecto sobre el mal servicio que proporcionan la mayoría de los choferes de los camiones urbanos. La respuesta fue recibir varios mensajes a mi teléfono celular, donde uno de ellos decía que era pésimo y que los concesionarios son los servidores públicos; también una ligera amenaza para no volver a hablar sobre el tema. Pero bien, su servidora se ha negado toda la vida a ser parte de la lista de ciudadanos que se quedan callados, por miedo a las represalias o por el simple hecho de no perder su tiempo, porque al final creen que las autoridades correspondientes no harán nada al respecto.

Antier, martes 10 de septiembre, la unidad de transporte número 175 –si mal no recuerdo–, ruta 6, antes de las 2 de la tarde cargaba un montón de pasajeros –entre ellos yo–, en su mayoría adolescentes de secundaria con camisas estampadas de la escuela 3 y la Mariano Miranda Fonseca. Fuera de los olores que se percibían dentro, los gritos, las risas y los espacios muertos, el conductor, un señor robusto, molesto alzó la voz, ordenando: “Recórranse para atrás”.

Los jóvenes hicieron poco caso. El siguiente argumento fue: “Si no se recorren, no les voy a abrir la puerta para bajar”. Una jovencita vociferó: “¿Qué le pasa a ése?”. Los pasajeros, mayores de 20 años, jamás contradecimos al hombre.

Al llegar a la avenida Manzanillo, después del crucero asesino –frente a una gasolinera–, es nula la seguridad para el peatón; un poco adelante de un negocio de lava autos, antes del semáforo, no existe parabús, sin embargo, es costumbre de las personas, con aceptación de los choferes urbanos, tomarlo como parada.

El detalle es que el hombre del 175 jamás se orilló para que el pasaje descendiera; sí detuvo el vehículo en el carril de en medio para que descendieran. Quien escribe, se acercó a él y le dije contundente: “De favor, ¿puede orillarse para descender?”; él, con semblante de encono, se negó, por lo que volví a decir: “De favor, ¿se orilla?, pues recuerde que es multa si no lo hace, conozco un poco el reglamento de Tránsito y Vialidad”. El hombre tardó unos segundos en decidir qué hacer; al final, lo hizo.

Al bajar del móvil, la ironía de la vida fue ver al vehículo 13-08 de Tránsito y Vialidad estacionado a un costado del parador imaginario. Mi deber de ciudadana fue acercarme, informarle al señor que estaba ahí sobre lo ocurrido, y sin negarlo, regañarlo por no haber hecho su trabajo: cuidar el orden.

Con actitud pacheca, afirmó que había sido él quien le ordenó al conductor orillarse para bajar pasaje. Le expliqué, pero no creyó. Entonces aproveché para denunciar una anomalía que había en la misma avenida, en el local 95, un bazar, donde los comerciantes sacan sus muebles y triques a la banqueta sin permitir el paso al peatón, y por las noches lo sustituyen por dos camionetas con placas de Jalisco. Comentó no tener tiempo para ir en ese instante a revisar, en cuanto estuviera libre, lo haría. Al llegar a mi lugar de trabajo, marqué a la dependencia municipal para volver a reportar a los comerciantes; Déniz afirmó tomar cartas en el asunto, mas no proporcionó ningún número de folio por el reporte, porque eso lo hacen en el 066 en la ciudad de Colima, según comentó.

Este es un ejemplo de un mal servicio que se da en el puerto, cosa que puede mejorar si existe la intención de hacerlo.

Ahora que salgo más, es posible que compre un automóvil, eso sí, transitaré siempre en el carril derecho a no más de 60 kilómetros por hora.





Elsa I. Gonzalez Cardenas
Publicado en el Diario de Colima
El 12 de septiembre de 2013
Manzanillo, Colima.

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