jueves, 18 de febrero de 2010

Actitud de servicio

JUAN Pablo recuerda con nostalgia los licuados de Carmelita en el antiguo mercado 5 de Mayo, en Manzanillo. Era una anciana con actitud de servicio que tenía un local donde vendía licuados de chocolate, rompope y frutas.
En la “chocomilera” batía leche congelada dentro de unas latas de aluminio o en el vaso de la máquina. El de rompope lo servía en una copa de vidrio, espumoso, frío, con canela en polvo y un popote. Cuando el cliente terminaba de beberlo, la mujer servía el otro tanto que quedaba en el recipiente metálico.

A Juan Pablo le encantaba ir al local de Carmelita a comprar su licuado amarillo, tomarlo sentado en un banco, ver a la amable viejita saludar con una sonrisa a la gente que se acercaba a pedirle una bebida.
Se dice que el futbol es el reflejo de un país, pero cómo se podría definir a Manzanillo como un puerto turístico si deja mucho que desear por parte de algunos prestadores de servicios hacia los habitantes del puerto, como a turistas nacionales y extranjeros.
Desde la llegada a la central camionera, los pasajeros al arribar se acercan a la estación de taxis, preguntan por el costo de un viaje, un taxista da la tarifa, el cliente acepta, el prestador del servicio abre la cajuela del Tsuru, sube el equipaje. Ambos abordan el auto, pero nunca se escucha un “buen día, bienvenido a Manzanillo”, con una sonrisa en el rostro.
Lo mismo sucede al abordar un camión urbano. El “democrático”, dijera el amigo de Galeana. Sí, esos camiones azules, verdes con blanco o rojos donde el piso del pasillo está sucio, chicles pegados, asientos de tela mugrientos. Qué decir de algunos conductores que de mala gana les cobran el 50 por ciento de pasaje a los estudiantes y ancianos sin contar la pena de ver a los turistas y porteños moverse bruscamente dentro del móvil gracias a la mala forma de manejar del chofer.
Sucede algo parecido en el cine cuando se quiere ver una película de estreno. Los cinéfilos tienen que formarse, tal pareciera que se venden más boletos de la capacidad de la sala o que no se entendiera que quien llega primero tendrá mejor lugar. Lo mismo pasa en el Bar Social, cuando el mesero sólo se limita a servir únicamente lo que piden los clientes, sin ofrecer el menú ni pronunciar “¿hay algo más en que pueda servirle?”, menos una sonrisa.
Ahora que están de moda las tiendas de autoservicio en cada esquina, los dependientes cansados por las largas jornadas de trabajo, cobran los artículos al comprador con un diálogo casi robótico. Qué decir de los bancos que mantienen a sus cuentahabientes parados, enfilados para hacer algún depósito o retiro; sin faltar la CFE, con una señorita de voz fuerte respondiendo las preguntas del usuario como si la gente que aguarda quisiera enterarse de la plática; o Telmex con sus tres ejecutivos de cuenta, mal encarados, sin la más mínima sensibilidad de responder una queja o la nueva política del hotel Playa de Oro, esperar al huésped a un costado de la caseta de vigilancia.
Entonces, dónde está la actitud de servicio en un puerto turístico. Qué impresión se llevan los visitantes de otros estados de la República o extranjeros al ver indiferencia en el trato hacia ellos. De qué sirve invertir miles de pesos en la promoción turística si no somos capaces de tener amabilidad ni con nuestros coterráneos.
Es importante que el consumidor se sienta bien con lo que está adquiriendo y le queden ganas de regresar a comprar otro producto o servicio. Posteriormente, él mismo hará publicidad de lo que adquirió.
Estamos tan acostumbrados al mal servicio que da lo mismo protestar o quedarse callados, porque se sigue creyendo que nada cambiará la imagen que muestra Manzanillo al mundo, la de ser un puerto turístico.
Juan Pablo no volvió a ver a Carmelita. Su local fue demolido con la remodelación del mercado. Hoy es un local de venta de verduras y frutas, donde él se detiene por unos minutos a escuchar: “Buenos días, marchantita, pásele seño, qué le damos, qué va a llevar, mire, qué bonito está el jitomate, pruebe la sandía, está buena”.

Nota : La letra en color azul, negrita no fue publicado en la prensa por error de su servidora.

Elsa I.González
Publicado en el Diario de Colima
04 de febrero de 2010

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