jueves, 9 de junio de 2011

Algo tiene San Cristobal



























































"Los mayas, antes de partir de Palenque,
dejaron su magia en todo Chiapas"

La pantalla anuncia los horarios de salidas y tarifas. De San Cristóbal a Cancún, Ciudad de México, Comitán de Domínguez, Ocosingo, Playa del Carmen, Tuxtla Gutiérrez, Villa Hermosa, en la central camionera. Un costo promedio de 900 pesos hasta la central El Tapo, si se desea viajar al D.F., pero si se llega a la ventanilla del boletero y argumenta: “Quiero un boleto de 350 pesos a la Ciudad de México”, éste lo vende con cautela y aclara que el destino final es La Merced, con tiempo de tránsito de 13 a 14 horas; en cambio, el de la tarifa más alta hace 11 horas de camino, más una hora de espera por revisión de pasaje y unidad por parte de las autoridades de la Agencia Federal de Investigación (AFI) y el Instituto Nacional de Migración (INM) en las afueras de Tuxtla, como medida de seguridad por el tráfico de drogas e indocumentados centroamericanos y asiáticos que arriban al estado de Chiapas con el sueño de cruzar la frontera norte e ir a los Estados Unidos de Norteamérica. Por carretera de San Cristóbal a Guatemala se hace menos de 4 horas en colectivo y cuesta 80 pesos el viaje sencillo.

En la frontera sur de México está La Mesilla, Guatemala, un lugar tranquilo al menos los domingos por la tarde, a excepción de miércoles o jueves –días de venta, donde los guatemaltecos bajan a vender sus mercancías–, incluso es posible pasar al país sin pasaporte. Según lo piden, muy adentro de la ciudad y al regreso.

Parte de La Mesilla es un andén de vendedores ambulantes con productos “Made in China”; tiendas textiles de chales preciosos que más tarde pueden verse en los brazos de las indígenas para comercializarlos en San Cristóbal, o los vestidos de telas frescas son vistos en los aparadores del centro de Manzanillo; locales de comida poco confiables, jóvenes morenos atentos a los pasos de los turistas, transporte público, pequeños carros rojos con capacidad para tres personas, pero antes de recorrer el pasillo, un señor con fajos de billetes cuestiona al peatón si requiere cambiar su moneda por quetzales –100 pesos mexicanos equivalen a 60 quetzales–.

A 176 kilómetros de ahí, en San Cristóbal de las Casas, por las noches el turista es feliz en los bares El Zirco, Revolución, Perfidia, La Pura Vida; de domingo a lunes y durante el día, en la plaza, cafeterías de los portales rosas, restaurantes, andador Guadalupano y mercado de artesanías. Por otro lado, las organizaciones no gubernamentales son presa fácil del viajero europeo de mochila, aunque también existen voluntarios internacionales con espíritu neto de brindar lo mejor de sí en las comunidades poco favorecidas. A los franceses les encanta la ciudad, hay muchos, así como pocos asiáticos y africanos. Es multicultural. El estado tiene riqueza natural, cuenta con ríos, lagunas, cascadas, mar, selva, bosque, gran variedad de flora, fauna, y el cielo siempre pinta oleos espectaculares.

La otra faceta del lugar es que existe una notable pobreza. Los indígenas bajan a la ciudad a vender lo que producen: textiles bordados a mano, blusas, cinturones, pulseras, aretes de semillas o de la figura del subcomandante Marcos; manteles para la cocina, ropa de cama, llaveros de changos aulladores, frutas, verduras, figuras diminutas de barro y tela. Los niños y mujeres trabajan largas horas, mientras que la mayoría de los hombres les basta vender dulces por las noches a la entrada de algún bar.

Gran cantidad de jóvenes universitarios, mexicanos y extranjeros, realizan investigaciones de maestría en Biología u otras áreas sociales.
Algo tiene San Cristóbal porque seduce al visitante a no partir o lo invita a regresar, quizá sea la calidez de su gente, la lucha constante del indígena por sobrevivir cada día, la entrega incansable de los buenos corazones por construir una sociedad con mejores oportunidades de vida. Es el punto de reunión en el mundo donde convergen distintas culturas con ideales similares: vivir en paz sin distinción racial, una búsqueda de la justicia y equidad social, estrechar lazos de amistad y las benditas ganas dar un poco de sí.

El clima de seguridad es excelente. Escasos policías preventivos están en los lugares céntricos, mientras las zonas militares tipo fortalezas se encuentran en las afueras de la ciudad. Prevalece el orden y el respeto entre los chapanecos y turistas.

Foros independientes proyectan documentales del movimiento zapatista en sencillas salas de cine hechas por ellos mismos. Los intelectuales y los simpatizantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se reúnen una vez por semana para deliberar temas importantes que acontecen en el país. La entrada es libre para cualquier persona que desee asistir a escuchar. Las sesiones son en castellano y tzotzil. No se puede negar que la existencia de financiamiento extranjero en asociaciones civiles que trabajan en proayuda de la sociedad.

San Cristóbal de las Casas es una ciudad que viste de bordados de algodón, lana del borrego sagrado y chaquira; donde los telares, el sonido de la marimba africana, las lenguas indígenas y extranjeras son comunes. ¡Es un encanto de ciudad, la tierra prometida!


Elsa I. Gonzalez Cardenas
Publicado en El Diario De Colima
El 09 de junio de 2011
Manzanillo, Colima,Mexico

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