jueves, 30 de junio de 2011

Del otro lado
































Esa madrugada llovía. La primer lluvia torrencial de junio, 5 días después del día de San Juan. Los relámpagos iluminaban el pedazo de ventana que podía alcanzar a ver, los rayos hacían que la cama retumbara como percusiones africanas, la electricidad se fue por largos minutos y el calor cesó de inmediato.
Por un hueco de la reja vi cómo el hombre recibió ocho macanazos por parte del guardia. En el momento que lo golpeaban sentí el dolor en mi cabeza y pensé que los golpes no justificaban el castigo, porque cualquier ave al tener la oportunidad de poder volar lo hace sin pedirle permiso a su dueño.
En ese momento yo no tenía la suficiente madurez para asimilar la magnitud de lo que me esperaba, sólo tenía la intuición que no sería nada bueno. Lo preocupante para mí era desconocer cómo podría tener acceso a los libros, contar con una libreta y un bolígrafo para escribir.





En los días 25 y 26 de junio se llevó a cabo el Festival de Salas de Lectura en el municipio, organizado por el Instituto Municipal de Cultura, en coordinación con la Secretaría de Cultura, nueve promotores de las salas de lectura y la Asociación Civil Escapistas en la explanada del Pez Vela.
Bajo los toldos blancos los promotores prestaban sus libros a los visitantes para que los leyeran sentados en las sillas o en las bancas del jardín. La creatividad en el arreglo del espacio apenas alcanzó a notarse, pero el entusiasmo y las ganas de seguir en la promoción de la lectura siempre estuvieron presentes en el ambiente. Hubo talleres de cómo elaborar un libro artesanal, lecturas en voz alta, hasta lucha libre –aprovechando que el siguiente fin de semana habrá funcion de la AAA–. La jornada fue un poco larga, desde las 9 de la mañana hasta las 9 de la noche, sábado y domingo.




Contar con una sala de lectura es muy fácil, sólo se requiere presentarse con la persona encargada de la coordinación de Manzanillo, Gabriel Martínez Campos, quien asiste los jueves por la tarde a la biblioteca Julia Piza, se inscriben con él y en en poco tiempo les proporciona una dotación de libros de literatura para todas las edades y gustos.




Se puede poseer la sala de lectura en la cochera, patio de la casa o en cualquier lugar público donde la gente no tenga problema de asistir, incluso hay un promotor que lleva libros a su trabajo como sala de lectura móvil. Existen salas de lectura independientes que no están vinculadas con la Secretaría de Cultura, las cuales tienen un doble reconocimiento. Sin embargo, también las hay donde la mayoría de los asistentes son niños y para poder atraerlos a que las visiten los promotores invierten poco de su dinero en la preparación de unos ricos alimentos y aguas frescas.





Las salas de lectura son un excelente programa para que la gente se acerque a la literatura, no a los libros de superación personal, pero es importante que los promotores se alejen un poco de sus residencias, que se conviertan en salas móviles o, en su caso, salgan cada 15 días o una vez por mes a los centros de rehabilitacion social, hospitales, asilo de ancianos, horfanatos y comunidades, pues ellos son las personas más vulnerables que podrían descubrir otros mundos, hacer de sus vidas otras historias o simplemente les ayudaría a estar siempre acompañados de un buen libro.




Un poeta hidrocálido, de Aguascalientes, suele ir al centro de rehabilitación social a leerles a los presos y dice que es bien recibido por ellos. Si es verdad que la lectura humaniza, hay que demostrarlo.




La lluvia cesó pocas horas después. El silencio pareció desaparecer en la tormenta de rayos. El hombre desobediente estaba en la cama en posición fetal. Yo no lograba conciliar el sueño y pronto amanecería. Un sentimiento de culpa vino a mi mente al recordar que no tuve la voluntad de ir al Cereso a leerles a los presos, aunque la invitación siempre estuvo abierta. ¿Para qué?, seguro no apreciarían la lectura, además pudiera resultar peligroso –decía–, pero hoy que estoy del otro lado necesito un libro o un buen cristiano que pudiera leerme para no sentir tan fuerte la soledad, aunque sea el cuento más corto del mundo.

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