jueves, 27 de septiembre de 2012

¿En qué estamos fallando?


Remedios conversa con Aureliano acerca de la desorientación de los jóvenes: “El problema es la falta de amor en las familias. Los padres están muy ocupados en sus trabajos. Muchos de los hijos fueron concebidos sólo por cumplir con un patrón de la sociedad. Algunos –no todos– los mandan a las escuelas y guarderías para evitar lidiarlos, o porque laboran, no tienen tiempo suficiente para atenderlos, y el poco que tienen, están muy cansados, luego de estar encerrados por más de 8 horas al día en una oficina”. Él escucha sin estar de acuerdo y cuestiona varias veces en voz alta: “¿En qué estamos fallando, en qué?”. “En todo lo que he dicho”, responde ella.

La conversación sigue por largos minutos. Remedios argumenta: “Hace tiempo, mi sobrina de preparatoria me confesó que en el baño de su escuela, los chicos iban a fumar marihuana; incluso, una vez en el salón, en plena clase, a un compañero se le ocurrió prender un “porro”, en ese entonces la catedrática inocente se percató del olor extraño, en cambio, los alumnos le mintieron al decir que estaban quemando hierbas en el patio trasero. Yo le aconsejé delatar los nombres de los estudiantes fumadores, ella vociferó: ‘Tía, todos saben. No decimos nada para no tener represalias’. Sugerí las denuncias anónimas. Tampoco fue buena idea, no hizo nada al respecto”.

A nivel secundaria, sucede algo parecido. Sólo que a esa edad es más preocupante, pues en pocos años los adolescentes se volverán clientes potenciales para el consumo de drogas. No basta con informar a los muchachos respecto a las consecuencias del consumo de drogas. Todo es una consecuencia de la mala crianza que se les está dando a los hijos los padres de familia. Las instituciones de educación, ya sean privadas o de gobierno, pretenden educar y formar ciudadanos responsables, sin embargo, la verdadera responsabilidad recae en los padres. 
Si bien, las horas son medidas para la mamá o el papá, es importante establecer lazos de comunicación y afecto en la familia. Hablar sobre los temas de drogadicción, alcoholismo, tabaquismo y sexo; fomentar mediante el ejemplo, el deporte y actividades artísticas; estimular el buen comportamiento de los hijos, no con objetos comprados, sino con una salida a cenar, quizá realizar un convivio entre compañeros de clases.
Estar al pendiente de los hijos ayuda a su formación, además se tendrá un ambiente sano en casa, claro, con el temperamento de un joven, pero un chico de bases sólidas, que no lo hará titubear en el andar.

Quizá el llevarlo a escuchar los testimonios de gente rehabilitada de la drogadicción podría ayudar a hacerles ver las consecuencias de su consumo.
Mostrar autoridad a los jóvenes, reiterarles qué papel tiene cada integrante, es importante para fomentar el respeto. Detalles tan sencillos como ceder la silla a la hermana en el comedor, servirle agua en un vaso a la hora de la comida, instruir el hábito de riego a las plantas, jugar lotería o un juego de pelota, ir a las compras del mercado un fin de semana para preparar cebiche, son pequeñeces que a la larga engrandecerán su formación.

La raíz del mal está bajo el techo de cada casa: en la familia.

“¿En qué estamos fallando?”, vuelve a cuestionar Aureliano.

En diciembre de 2011, una carta de renuncia, escrita por el periodista y profesor de Comunicación Social de la Javeriana, afirma: “Es cándido echarle la culpa a la televisión, a internet, al nintendo, a los teléfonos inteligentes. A los colegios, que se afanan en el bilingüismo, sin alcanzar un conocimiento básico de la propia lengua. A los padres que querían que sus hijos estuvieran seguros, bien entretenidos en sus casas. Es cándido culpar al sistema. Pero algo está pasando en la educación básica, algo está pasando en las casas de quienes ahora están por los 20 años o menos”. 
El artículo periodístico refería su decepción por sentir en los estudiantes más apatía y menos curiosidad. Menos proyectos personales, menos autonomía, menos desconfianza, menos ironía y espíritu crítico.

En realidad, renunció por no tener alumnos de ese ciclo escolar y de tres o cuatro semestres anteriores, capaces de realizar una síntesis de una lectura de 200 páginas, en cien palabras, por el desgano de no utilizar el intelecto para pensar. No les importó ponerse a resolver bien la tarea dejada 4 meses atrás.

Aureliano afirmó: “Hace unas semanas, tuve alumnos de nivel licenciatura con mala ortografía, redacción y, para colmo, utilizaban abreviaturas inexistentes, sin contar que una joven jamás aprendió en el nivel básico la separación de sílabas. Los chicos de ahora necesitan ser escuchados, tener entretenimientos sanos, curiosidad para informarse de los temas que pudieran interesarles, no requieren más chatarra mental, necesitan, introspección, leer para entender”.

La conversación la terminó Remedios, dándole un beso a Aureliano en los labios, no quería seguir con el tema, no en esos momentos, en los últimos días del verano. 




Elsa I. González Cárdenas
Publicado el 27 de septiembre de 2012
En el Diario de Colima
Manzanillo, Colima, México

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