viernes, 26 de septiembre de 2014

Tarde o temprano, se cumple el deseo


Después de haber visto en su niñez y parte de la adolescencia series de televisión detectivescas y películas de acción, gracias al gusto de su padre, la E quería ser policía. En el transcurso del tiempo, cambio de opinión; la abogacía era lo suyo, dijo.

Por fortuna, no fue policía ni abogada, aunque el propósito nunca lo abandonó: ayudar a los demás y aplicar la justicia. Quizá por eso le gusta realizar labores sociales, o algo heredó de su madre, de su buen corazón; así que no es extraño encontrarla en la calle queriendo salvar al mundo, mientras éste la juzga de loca y se lo echa encima.

Tarde o temprano, los anhelos se cumplen, hasta los más insignificantes. Todas las personas, de alguna forma, están conectadas entre sí.

Ayer, la E fue al Ministerio Público a darle seguimiento a una denuncia que realizó el mes pasado. La licenciada Gutiérrez, una mujer regordeta que la atendió, no se esforzó en absoluto en hacerle un gesto de bienvenida. Fue curioso, porque sucedió lo contrario con Kevin, un hombre de nacionalidad china que llegó al lugar por efímeros minutos. E percibió que el caso de él ya estaba resuelto. La manera que él tuvo de agradecerle fue ir a la tienda de autoservicios, comprar nieves envasadas para obsequiárselas a la dependienta.

E tenía prisa de regresar a sus labores, aunque debía esperar. La hora de salida de Gutiérrez era a las 9 de la noche. La primera tuvo paciencia, la segunda rapidez. Al concluir la comparecencia, que no es nada más que un escrito donde se dejan estipulados los documentos comprobatorios del demandante para acusar a la presunta “delincuente”, y al final lo firma quien denuncia.

Terminó el trámite. La empleada de gobierno argumentó algo parecido: “Es todo. Usted venga a preguntar para ver cómo vamos”. El oriental se encontraba dentro del inmueble, frente a la abogada. E, con la calma e ignorancia de un civil común y corriente que jamás ha hecho demanda penal, cuestiona: “¿Cuánto tiempo debo esperar?”, la otra responde: “No lo sé, eso no depende de mí. Yo paso documentación a los policías, no sé cuánto trabajo tengan y tarden”. E volvió a insistir. La mujer vociferó lo mismo, pero la clienta no pudo aguantarse las ganas de contestar: “Si le estoy preguntando es porque desconozco, si fuera del área de comercio exterior o ejercicios físicos, seguro no lo haría, porque domino el tema, pero esto es su trabajo”. Los presentes abrieron los ojos más de su tamaño ordinario. E tomó nota, apuntó en su libreta y prometió regresar la siguiente semana.

E requiere mucha paciencia y disposición de aprendizaje en el proceso penal; no tiene inconveniente en instruirse y que la autoridad aplique la justicia.

Lo paradójico es que al salir del Ministerio Público, pensó en los Chicos In, a los que les imparte un taller dentro del Cereso –In de internos, Centro de Readaptación Social–; en voz baja se dijo: “Voy a regañarlos, porque no se vale que uno pierda su tiempo sólo porque se portan mal”. Luego lo medita, no dirá nada. Es posible que ellos ya hayan aprendido la lección, sino tendrán que regresar.

E no fue abogada, policía ni administradora, sino comerciante internacional, mismo gusto que heredó de su padre, quien trabajó en la Aduana, en el Resguardo Marítimo Mexicano, como celador. Se especializó en el área laboral: logística, perfil que aprovechó para estudiar de manera autodidacta el origen y producción de los alimentos, cosas que consume.

Nada es casualidad, incluso ahora, con quien lee este texto, existe una conexión entre él y el escritor. Es cuestión de tiempo para saber el motivo.

Es probable que la E contemple estudiar leyes, no sabe cuándo, pero cree que lo hará en algún momento.



Elsa I . González Cárdenas
Publicado en el Diario de Colima
El 21 de agosto de 2014
Manzanillo, Colima, México 

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