domingo, 15 de diciembre de 2013

Al norte sin sueño 2 de 2


EN Riverside arribaron en un automóvil que se encontraba en el estacionamiento; después se fueron a un restaurante a cenar. El platillo que pidió Rufino fue una crema de papa con trozos de pollo, dentro de un tazón con fondo de pasta de hojaldre. Al terminar todos de comer, se dirigieron a Orange, California, un condado cercano, a 45 minutos de distancia. La diferencia de horario entre México y ese lugar es de 2 horas.

Al transitar por las afueras de la ciudad, Rufino pudo percibir que en Estados Unidos de Norteamérica –al menos en esa zona– se percibía un completo orden. Conoció el famoso freeway: son ocho carriles vehiculares, cuatro de ida y cuatro de regreso, pero cada uno cuenta con un espacio llamado “car only pools”, cuya traducción en español es “compartir auto”. En pocas palabras, sólo pueden pasar automotores con más de dos pasajeros dentro. El freeway es la vía más rápida para transitar; los conductores tienen acceso a él, previo recarga de tarjeta.

Orange es un condado rodeado de casas, estilo años 20; muchas de ellas aún conservan la arquitectura. Es hermoso apreciar las casas de madera con techos de doble agua, tallados en forma de teja, fachadas pintadas de blanco, gris o café. Ahí no existen las cercas. Todo es tranquilo. Los dueños de los inmuebles cuentan con alarmas de seguridad; las más grandes tienen caballerizas. Es común observar a las personas montando a caballo en los andenes especiales.

Arribaron a la casa. Desempacaron la ropa de cama y pronto se fueron a dormir. En 2 días el calendario del año marcaría el cuarto jueves de noviembre, fecha en que se celebra el Día de Acción de Gracias.

Al día siguiente, cometieron el error de visitar Disneylandia en plenos días de fiestas. Había mucha gente de varias nacionalidades haciendo fila, mínimo de 45 minutos para subirse a algún juego mecánico; claro, todos valían la pena. Era un placer ver el espectáculo de luces de colores de un castillo sobre el agua o adentrarse al mundo de los piratas. Hubo una función de teatro, el que más que actuación fue una amenización musical, acompañado de jóvenes bailarines con un vestuario tropical, personajes caricaturescos en vivo y una pantalla digital enorme, sincronizada con el protagonista principal: Micky Mouse.

Pasó algo curioso, a los pocos segundos que Rufino y su acompañante abordaron un carro del juego mecánico de Peter Pan, éste se descompuso. No tuvieron más remedio que esperar el rescate. De ahí surgió la frase: “Hasta en Disneylandia sucede”.

En los consecutivos días, visitaron Brea, otro condado de California; ahí todo es distinto. Las casas siguen siendo bonitas, pero el diseño es contemporáneo. Durante la época decembrina, los vecinos de una colonia visten sus jardines exteriores con adornos navideños. Hoy en día, es un atractivo de la ciudad, pues acude gente de otros lugares a hacer recorridos por la zona. Por la noche se pueden apreciar infinidad de luces de colores, figuras de Micky Mouse, Charlie Brown, hombres de nieve, renos, Santa Claus, Pato Donald, trenes, Hello Kitty, entre otros.

También Los Ángeles es una ciudad bien distinta a la inicial. LA tiene un poco de parecido a la Ciudad de México, no en las megaconstrucciones, sino en el desorden, la escasa pulcritud y el ambiente tenebroso; eso sí, los enormes rascacielos impresionan. Es un espacio lleno de contrastes. Hay personas de todas las nacionalidades tomándose fotos en la avenida donde estén los nombres de sus estrellas favoritas, en el piso; civiles disfrazados de Elvis Presley, Charles Chaplin, Ironman, Spiderman, deseosos de ser fotografiados con la intención de recibir un dólar.

En LA se encuentra la famosa ciudad de Beverly Hills, una área donde vive la gente más adinerada del condado. También donde se han filmado infinidad de series y películas de televisión. Es tal cual como se ve en las imágenes de la pantalla chica: hermoso y cálido.

A su alrededor cuenta con cafeterías, tiendas, cines y todo lo extra necesario para que la gente común y los residentes puedan permanecer ahí, sin salirse del lugar. New Port es otro condado, sólo que es playero. Sí hay playa y los rayos del sol se reciben con gusto, pues el aire es frío y es frecuentado comúnmente por los jóvenes. Muchos van a jugar, a correr o caminar en invierno.

A Rufino le costó más de 10 días para acoplarse a Estados Unidos de Norteamérica. No hizo ejercicio, no por falta de ganas, sino por el tremendo frío que sintió. No le sufrió tanto en la comida, pues pese a estar acostumbrado a hacer cuatro en Manzanillo, sólo hacía dos. Lo que sí noto fue un exagerado servicio en los platillos, es decir, mucha comida, abundante. Así que comida que no te lleves a casa, la tiran.

Tal vez Rufino regrese al Norte, sólo procurará hacerlo con un sueño: conocer New York y San Francisco.





Elsa I. Gonzalez Cardenas
Publicado en el Diario de Colima
El 5 de diciembre de 2013
Manzanillo, Colima, Mexico

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