domingo, 15 de diciembre de 2013

Letargia


Juan y Luis me dieron el remedio para quitar la gripe: tomar unos tragos de tequila derecho.

No concebía la idea de consumir medicinas, por lo que decidí beber alcohol, sólo que había un pequeño problema: en casa no contaba con tequila ni ganas de ir a comprarlo, por lo que opté en abrir la botella de mezcal oaxaqueño que tenía en la vitrina desde principios de año.

Tampoco encontré caballito de tamaño estándar para vaciar el líquido transparente donde yacía un gusano, pero eso no fue impedimento, ya que di con otro de doble capacidad. Lo lavé, serví el primero, partí dos limones, los vestí con sal de grano y pronto lo bebí. Al inicio el sabor fue fuerte, quemó mi garganta, pues la fruta ácida y las piedras cristalinas provocaron gesticulación fácil. Bebí el segundo y en el tercero, el ardor desapareció. La sensación de calidez que sentí dentro de mi cuerpo fue menguando mi tono de voz ronca, los movimientos se hicieron más lentos, mientras los ojos dejaron de parpadear al mismo ritmo. Durante 20 minutos permanecí sentada frente a la mesa del comedor bebiendo mezcal. El estado en letargia que experimentaba en ese momento no era nada cómodo. Recordé lo mala que soy para tomar alcohol y la rapidez con que puedo embriagarme. Lucía, o al menos así lo creía, como una marioneta.

Tuve que llamarle al hermano –que estaba de visita– para apoyarme sobre sus hombros e ir a la recámara a dormir.

Despacio era la percepción del tiempo en estado de embriaguez. En mi letargia, cuestionaba una y otra vez por qué el gusto de las personas en embriagarse, si el estado de ánimo provocado puede darse al estar sobrio. En ese minuto entendí a los alcohólicos. Todos tenemos problemas, los asimilamos de manera diferente y actuamos de igual. Recordé la experiencia que tuve hace tiempo con la ayahuasca.

La ayahuasca en el Perú, Ecuador y Brasil es un bejuco –planta trepadora de la selva–, cuyas hojas se prepara un brebaje de efectos alucinógenos, empleado por chamanes con fines curativos.

Antes de la ayahuasca no había probado ningún producto o planta alucinógeno, estaba completamente limpia. Durante la adolescencia y juventud escuché y hasta vi compañeros fumando marihuana frente a mí, pero nunca tuve la curiosidad de probar hasta que, en la edad adulta, el brebaje curativo resultaba atractivo para saber los deseos que habitan en mí, dejar al subconsciente hacer las pases con el consciente.

En la primera ocasión no tuve ninguna respuesta o al menos estuve demasiado tensa para dar con ella; en cambio, la segunda, tuve un excelente regalo: muchas puertas se abrieron y un espectáculo de luces brillantes iluminó la mente. Hubo llanto, sonrisas y felicidad.

El domingo pasado, la vecina Lulú hablaba con la hermana sobre su nieto que embarazó a la novia, y es drogadicto. El chico apenas alcanza los 20 años de edad; su padre es uno de los médicos más prominentes del puerto y la madre, una mujer pretenciosa y sociable.

El consumo de las drogas entre los jóvenes en Manzanillo es muy común. No sólo se ven en los centros nocturnos ni en las esquinas de las calles populares, sino también en las instituciones educativas, tanto a nivel secundaria como universidad.

Algunos profesores lo saben, también los directivos, sin embargo, poco o nada se hace al respecto. Nadie quiere comprometerse en desenmarañar la bola de estambre por miedo. No desean demandar a sus estudiantes, consumidores de drogas dentro de los planteles, pues se meterían en asuntos delicados. Tendrían que cuestionar quiénes son los vendedores y a éstos los nombres de los distribuidores. Aunque al final sabemos todos que en nuestro país, el mercado de las drogas es negociado con el Gobierno mexicano.

Por desgracia, el descuido de los padres hacia sus hijos de saber en dónde están y con quién se juntan puede conllevar a tomar el camino equivocado.

La comunidad de El Naranjo se encuentra cerca al Aeropuerto Internacional de Manzanillo. Es un lugar lleno de hermosa vegetación y pocos habitantes. Antes, con tan sólo nombrarlo, se creía que era una zona poco civilizada. En la actualidad, pensar en él conlleva a suspirar con tristeza y pronunciar que ha habido robos por más de tres ocasiones durante un mes en una misma casa. Las autoridades policíacas lo saben, también el Presidente Municipal, mas no dan solución al problema. Jóvenes drogadictos se apoderan de las pertenencias ajenas sólo para tener dinero y comprar drogas.

Después, no lamentemos las muertes vanas de los hijos. Todo está claro a la luz del día.

El estado de letargia lo sufrimos los ciudadanos por el mal Gobierno que elegimos cada 3 ó 6 años. De nosotros depende en qué estado queremos estar: ebrios o sobrios.




Elsa I. Gonzalez Cardenas
Publicado en el Diario de Colima
El 21 de noviembre de 2013
Manzanillo, Colima, Mexico

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