domingo, 15 de diciembre de 2013

Curso de acondicionamiento físico


Las manos de Galy sostuvieron un libro, editado quizá en los años 70. La obra habla sobre los conceptos de las palabras. De vez en cuando lo hojeaba para leer y enseñarle a su familia lo aprendido. Al paso del tiempo, la única palabra que aún memoriza es gimnasio.

A Galy, aunque era una adolescente activa, nunca le interesó hacer ejercicio. Fue hasta su juventud cuando se enamoró y decidió bajar de peso. Para empezar, hizo el propósito de subir y bajar el cerro de La Cruz por las mañanas. De lunes a viernes, a las 7 de la mañana, se le veía sudando, junto con una amiga. Poco a poco la constancia fue arrojando resultados: menos kilos encima. La disciplina se convirtió en un hábito y el hábito en una necesidad.

Al cumplir su objetivo, no sólo logró adelgazar, también cambiar la forma de alimentarse. Dejó la comida procesada por la sana; sustituyó alimentos elaborados con harinas blancas y refinadas por las de trigo, o se abstuvo de ingerir comida en grandes cantidades.

La vida la llevó a ingresar a un gimnasio donde aprendió a realizar rutinas de ejercicio. Algunas mujeres que asistían al mismo, le cuestionaban cómo usar tal aparato. Ella con reserva les decía, pues se considera no apta para instruir en esas cuestiones delicadas.

Meses después, surgió la idea de tomar un curso de instrucción en acondicionamiento físico. Averiguó en la página de internet del Instituto Colimense del Deporte (Incode) cuál sería el próximo. En octubre habría uno, del 18 al 27, en Colima.

Galy se dirigió a la capital del estado a inscribirse. No hubo costo alguno, el Incode lo manejó con el término de “beca”. El ambiente en la oficina de gobierno se percibía en armonía, pese al color verde que le quita la belleza a las paredes de piedra. En Colima, en los últimos años es costumbre que el partido en el poder dé uso a rienda suelta de los colores de su abanderamiento; es una forma de propaganda engañosa.

Los días transitaron hasta llegar la fecha del comienzo del curso. La enseñanza práctica se impartiría en el Gimnasio Paralímpico Hilda Ceballos, a un costado de la Unidad Deportiva Morelos.

Galy, al arribar a éste, percibió la grandeza del inmueble. Cuenta con cancha de voleibol, otra con tres divisiones donde está el salón de tenis de mesa, halterofilia y el gimnasio.

Asombrada y triste, observó el equipo de gimnasio: fierros viejos con tapices rotos, accesorios oxidados dentro de una reja de madera, escasos espejos empañados en lugares poco visibles para quienes se ejercitan, y el piso de cemento inadecuado. En seguida, volteó la mirada hacia la superficie alta del inmueble, leyó el nombre femenino con quien fue bautizado. Se le vino a la mente la imagen de la mujer blanca, elegante, de cabello inmóvil. Al mismo tiempo, cuestionó en silencio si realmente ella sabría las condiciones reales en las que se encuentra el gimnasio. Más adelante, Galy rió, no de felicidad, sino de indignación. Ahí no existe ningún aparato adecuado para que se ejerciten personas con capacidades diferentes. Lo único que hay es una banca ancha donde podrían hacer una rutina de ejercicio con barra.

A las 4 de la tarde, la entrenadora indicada, licenciado Isela Elizondo Ochoa, les enseñó a usar algunos aparatos de gimnasio, nombres de tensión, agarre, posiciones correctas en el ejercicio, entre otras, y la parte teórica la impartió el doctor Miguel Becerra, experto en deportes y ex delegado del IMSS.

El total de asistentes fue de 20 personas de distintas edades, dentro del rango de 20 a 40 años, cuyos títulos profesionales no son, precisamente, encaminados al deporte, sin embargo, poseen el mismo objetivo: conocer más de cerca y desempeñarse en el área del deporte.

Galy tuvo que darse cuenta de la mala educación que tienen los “instructores de gimnasio”. Hombres y mujeres que toman el papel de instruir sin siquiera haber asistido a un curso de acondicionamiento físico; creen que basta con el hecho de tener cuerpo escultural. Entendió que la rehabilitación funciona con aparatos de gimnasio, los jóvenes pueden empezar a ejercitarse a partir de los 14 años, manejando el peso apropiado y a preparar una bebida hidratante para tomarla al concluir la actividad física.

El curso aún no concluye. Los instructores hacen su mejor trabajo; los currículum de los profesores avalan su profesionalismo. Galy quedó muy contenta por estar participando en él y está convencida que, obtenga o no su diploma del primer nivel de acondicionamiento físico, ha aprendido algo bueno en su vida, pero sobre todo, le agrada haber conocido a grandes personajes de Colima.



Elsa I. Gonzalez Cardenas
Publicado en el Diario de Colima
El 24 de octubre de 2013
Manzanillo, Colima 

No hay comentarios:

Publicar un comentario